Dominio (Génesis 1:26; 2:5)
Trabajar a imagen de Dios es ejercer dominio (Génesis 1:26)
Una consecuencia que vemos en Génesis de ser creados a imagen de Dios es que podemos “ejercer dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra” (Gn 1:26). Como lo dice Ian Hart, “ejercer dominio sobre la tierra como representantes de Dios es el propósito básico para el que Dios creó al hombre… Al hombre se le designa rey sobre la creación, es el responsable ante Dios el Rey supremo, y como tal se espera que administre, desarrolle y cuide la creación, y esta tarea incluye el trabajo físico real”.[1] Nuestro trabajo a imagen de Dios comienza con representar fielmente a Dios.
Ejercemos dominio sobre el mundo creado sabiendo que somos el reflejo de Dios. No somos los originales sino las imágenes, y nuestra tarea es hacer del original —Dios— nuestro modelo, no nosotros mismos. Nuestro trabajo debe cumplir los propósitos de Dios más que los nuestros, y esto nos impide enseñorearnos de todo lo que Dios ha puesto bajo nuestro control.
Dios equipa a las personas para el trabajo del dominio (Génesis 2:5)
Piensa en lo que esto implica en nuestro lugar de trabajo. ¿Cómo procedería Dios al hacer nuestro trabajo? ¿Qué valores le traería Dios? ¿Qué productos haría Dios? ¿A qué personas les serviría Dios? ¿Qué organizaciones construiría Dios? ¿Qué estándares tendría Dios? ¿De qué maneras debería mostrar nuestro trabajo al Dios que representamos al ser reflejo Suyo? Cuando terminamos un trabajo, ¿podemos decir de los resultados, “gracias, Dios, por usarme para alcanzar esto?
El ciclo comienza de nuevo con el dominio, aunque tal vez no sea fácil de reconocer como tal inmediatamente. “Y aún no había ningún arbusto del campo en la tierra, ni había aún brotado ninguna planta del campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre para labrar la tierra” (Gn 2:5; énfasis agregado). La frase clave es “ni había hombre para labrar la tierra”. Dios decidió no terminar Su creación hasta crear a las personas para que trabajaran con Él (o para Él). Meredith Kline lo explica de esta forma, “cuando Dios creó el mundo, fue como un rey haciendo una granja, un parque o una huerta, en la que puso al ser humano para atender la tierra y para atender y cuidar el terreno.”[2]
Por lo tanto, el trabajo de ejercer dominio comienza con arar la tierra. En esto, vemos que cuando Dios usa las palabras sojuzgar[3] y ejercer dominio en el capítulo 1, no nos da el derecho de pisotear ninguna parte de Su creación, sino todo lo contrario. Debemos actuar como si tuviéramos la misma relación de amor con Sus criaturas que la que Él tiene. Sojuzgar la tierra incluye aprovechar sus múltiples recursos y también protegerlos. El dominio sobre todas las criaturas vivientes no es una licencia para explotarlas, sino un contrato con Dios para cuidarlas. Debemos actuar en función de todos a nuestro alrededor: nuestros jefes, clientes, colegas o compañeros de trabajo, aquellos que trabajan para nosotros o incluso quienes vemos esporádicamente. Esto no significa que les permitiremos a otros que nos pisoteen, pero sí implica que no vamos a dejar que nuestro interés egoísta, nuestra autoestima o engrandecimiento personal nos den el permiso de pasar por encima de otros. La siguiente historia de Génesis centra su atención precisamente en esta tentación y sus consecuencias.
Hasta ahora hemos tenido en cuenta especialmente cómo la búsqueda del interés propio humano amenaza el medioambiente. Fuimos creados para cuidar el jardín (Gn 2:15). La creación está destinada para nuestro uso, pero no es solo para eso. Reflexionar en que el aire, el agua, la tierra, las plantas y los animales son buenos (Gn 1:4–31) nos recuerda que debemos mantener y preservar el medioambiente. Nuestro trabajo puede preservar o destruir el aire puro, el agua y la tierra, la biodiversidad, los ecosistemas y los biomas, e incluso el clima con el que Dios ha bendecido Su creación. El dominio no es la autoridad para trabajar contra la creación de Dios, sino la habilidad de trabajar para ella.
Ian Hart, "Genesis 1:1-2:3 as a Prologue to the Books of Genesis," TynBul 46, no. 2 (1995): 322.
Meredith G. Kline, Kingdom Prologue: Genesis Foundations for a Covenantal Worldview (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2006), 69.
"Subdue" (kavash) applies to cultivation (farming), domestication (shepherding), even mining, "making use of all the economic and cultural potential associated with the concept of 'land,' " according to Robert B. Chisholm Jr., From Exegesis to Exposition: A Practical Guide to Using Biblical Hebrew (Grand Rapids: Baker, 1998), 46.