El estilo de vida de pastoreo de Abraham y su familia (Génesis 12:4-7)
Cuando Abraham dejó su hogar en Harán y partió hacia la tierra de Canaán, probablemente su familia ya era bastante grande en comparación con los estándares modernos. Sabemos que su esposa Sara y su sobrino Lot venían con él, pero también iban con un número indeterminado de personas y posesiones (Gn 12:5). Pronto, Abraham se hizo muy rico, y adquirió sirvientes, ganado, plata y oro (Gn 12:16; 13:2). Él recibió las personas y animales que le ofreció Faraón durante su estadía en Egipto, y los metales preciosos habrían sido el resultado de transacciones comerciales, indicando que al fin y al cabo el Señor es quien bendice.[1] La evidencia de que tanto Abraham como Lot se habían vuelto exitosos se basa en la disputa que surgió entre los pastores de cada familia porque la tierra no era suficiente para que pastaran tantos animales. Eventualmente, los dos tuvieron que separarse para poder mantener sus actividades económicas (Gn 13:11).
Los estudios antropológicos de este periodo y región indican que las familias en estos relatos practicaban una mezcla del pastoreo seminómada y del estilo principalmente sedentario ocupado en la agricultura y cría de ganado (Gn 13:5–12; 21:25–34; 26:17–33; 29:1–10; 37:12–17).[2] Estas familias debían desplazarse por temporadas y por esto vivían en tiendas de cuero, fieltro y lana. Sus posesiones se podían cargar en los asnos o en camellos, si el propietario era lo suficientemente rico. Encontrar el equilibrio entre la disponibilidad apropiada de agua y tierra para que los animales pastaran requería buen juicio y un amplio conocimiento del clima y la geografía. El clima era húmedo entre octubre y marzo y permitía el pastoreo en las llanuras más bajas, mientras que entre abril y septiembre, los meses más secos, los pastores debían llevar sus rebaños a lugares altos donde encontraban pastos más verdes y nacimientos de agua.[3] Ya que una familia no podía sustentarse únicamente con el pastoreo, era necesario practicar la agricultura local y comerciar con aquellos que vivían en las comunidades más establecidas.[4]
Los pastores nómadas cuidaban ovejas y cabras de las que obtenían leche y carne (Gn 18:7–8; 27:9; 31:38), lana y otros bienes derivados de productos animales, tales como el cuero. Los asnos llevaban el cargamento (Gn 42:26) y los camellos estaban especialmente adaptados para viajar grandes distancias (Gn 24:10, 64; 31:17). Para mantener estos rebaños se requería alimentarlos, darles de beber, ayudar en el nacimiento de crías, curar los animales enfermos y heridos, protegerlos de los depredadores y ladrones y encontrar a los perdidos, entre otros.
Los cambios de clima y la proporción del crecimiento de los rebaños y el ganado habrían afectado la economía de la región. Los grupos más débiles de pastores podían ser desplazados fácilmente o podían integrarse en la región, afectando a aquellos que necesitaban más tierras por causa del aumento constante de sus posesiones.[5] Las ganancias a partir del pastoreo no se almacenaban como ahorros acumulados o inversiones a nombre de dueños o administradores, sino que toda la familia las compartía. De la misma manera, los efectos del sufrimiento por causa de la hambruna los habrían afectado a todos. Mientras que los individuos ciertamente tenían sus propias responsabilidades y debían rendir cuentas de sus acciones, la naturaleza comunitaria de los negocios familiares se diferencia de nuestra cultura contemporánea, que generalmente muestra logros personales y espera ganancias que nunca dejen de aumentar. La responsabilidad social habría sido una preocupación diaria, no una opción.
En este estilo de vida, los valores compartidos eran esenciales para la supervivencia. La dependencia mutua entre los miembros de una familia o una tribu y la conciencia de sus antepasados comunes habrían traído gran solidaridad entre ellos, así como una hostilidad vengativa en contra de cualquiera que la perturbara (Gn 34:25–31).[6] Los líderes tenían que saber cómo aprovechar la sabiduría del grupo con el fin de tomar buenas decisiones acerca de a dónde viajar, cuánto tiempo quedarse y cómo dividir los rebaños.[7] Ellos debían tener formas de comunicarse con los pastores que llevaban los rebaños a otros lugares (Gn 37:12–14). Eran necesarias las habilidades de resolución de conflictos en las disputas inevitables sobre los campos para el pastoreo y los derechos a los pozos y los nacimientos de agua (Gn 26:19–22). Los numerosos desplazamientos en la región y la vulnerabilidad ante los merodeadores hacían que la hospitalidad fuera mucho más que una cortesía. Por lo general, se consideraba un requisito que las personas decentes ofrecieran refrigerio, alimento y alojamiento.[8]
Los relatos patriarcales mencionan repetidamente la abundante riqueza de Abraham, Isaac y Jacob (Gn 13:2; 26:13; 31:1). El pastoreo y la cría de animales eran campos de trabajo respetables y podían ser lucrativos, y la familia de Abraham consiguió bastante riqueza. Por ejemplo, para suavizar la actitud de su ofendido hermano Esaú antes de encontrarse luego de un largo tiempo, Jacob pudo seleccionar de su propiedad un regalo de al menos 550 animales: 200 cabras y 20 machos cabríos, 200 ovejas con 20 carneros, 30 camellas con sus crías, 40 vacas con 10 novillos y 20 asnas con 10 asnos (Gn 32:13–15). Por lo tanto, es conveniente que al final de su vida, cuando Jacob le dio la bendición a sus hijos, dijo que el Dios de sus padres había sido “mi pastor toda mi vida hasta este día” (Gn 48:15). Aunque muchos pasajes en la Biblia advierten que con frecuencia la riqueza es enemiga de la fidelidad (e.g. Jer 17:11, Hab 2:5, Mt 6:24), la experiencia de Abraham demuestra que la fidelidad de Dios también se puede expresar en la prosperidad. Como veremos, de ninguna manera es esta una promesa de que el pueblo de Dios debería esperar la prosperidad de forma continua.
Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 216.
Victor H. Matthews, “Nomadism, Pastoralism” in Eerdmans Dictionary of the Bible, eds. David Noel Freedman, Allen C. Myers, and Astrid B. Beck (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 2000), 972.
John H. Walton, Victor H. Matthews, and Mark W. Chavalas, The IVP Bible Background Commentary: Old Testament (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2000), 44.
Victor H. Matthews, “Nomadism, Pastoralism” in Eerdmans Dictionary of the Bible, eds. David Noel Freedman, Allen C. Myers, and Astrid B. Beck (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 2000), 971.
T.C. Mitchell. “Nomads,” in New Bible Dictionary, 3rd ed., eds. I. Howard Marshall, A. R. Millard, J. I. Packer, and D. J. Wiseman (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1996) 828-31.
T. C. Mitchell, “Nomads,” in New Bible Dictionary, 3rd ed., eds. I. Howard Marshall, A. R. Millard, J. I. Packer, and D. J. Wiseman (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1996) 829.
Victor H. Matthews, “Nomadism, Pastoralism” in Eerdmans Dictionary of the Bible, eds. David Noel Freedman, Allen C. Myers, and Astrid B. Beck, eds. (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 2000), 972.
Julian Pitt-Rivers, “The Stranger, the Guest, and the Hostile Host: Introduction to the Study of the Laws of Hospitality,” in Contributions to Mediterranean Sociology, ed. John G. Peristiany (Paris: Mouton, 1968), 13-30.