La hospitalidad de Abraham y Sara (Génesis 18:1-15)
La historia de la generosa hospitalidad de Abraham y Sara con tres visitantes que llegaron por el encinar de Mamre se cuenta en Génesis 18. La vida seminómada en la región permitía el contacto frecuente entre personas de diferentes familias, y Canaán se convirtió en una ruta de comercio popular al servir como un puente de tierra natural entre Asia y África. Como no existía oficialmente la industria de la hospitalidad, las personas que vivían en las ciudades y los campamentos tenían el deber social de recibir a los forasteros. A partir de las descripciones del Antiguo Testamento y de otros textos del Cercano Oriente antiguo, Matthews encontró siete códigos de conducta que definen una buena hospitalidad, la que afirma el honor de las personas, hogares y comunidades por medio del recibimiento y la protección de los visitantes.[1] Los alrededores de un asentamiento eran una zona en la que los individuos y el pueblo estaban obligados a mostrar hospitalidad.
- En esta zona, los habitantes tenían la responsabilidad de ser hospitalarios con los extranjeros.
- Por medio de la hospitalidad, el visitante debía pasar de ser una posible amenaza a convertirse en un aliado.
- Solo se permite que un hombre cabeza de familia o un hombre habitante del pueblo o la región le ofrezca estadía a un forastero.
- La invitación puede incluir el periodo de tiempo de la estadía, pero este se podía extender si el anfitrión ofrecía una nueva invitación y si las dos partes estaban de acuerdo
- El extranjero tiene derecho a rechazar la invitación, pero esto podía considerarse una afrenta al honor del anfitrión y causar hostilidades o conflictos de inmediato.
- Luego de aceptar la invitación, los roles del anfitrión y el visitante se basan en las reglas tradicionales. El visitante no debe pedir nada. El anfitrión proporciona lo mejor que tiene a su disposición, a pesar de lo que haya ofrecido con modestia en la propuesta inicial de hospitalidad. El visitante debe corresponder de inmediato ofreciendo información sobre eventos recientes, predicciones de buena fortuna o expresiones de gratitud por lo que ha recibido, y debe elogiar la generosidad y el honor del anfitrión. El anfitrión no debe hacer preguntas personales; esta información solo podía ofrecerla voluntariamente el visitante.
- El visitante permanece bajo la protección del anfitrión hasta que haya abandonado la zona de responsabilidad del anfitrión.
Este episodio proporciona el contexto para el mandato del Nuevo Testamento que dice, “No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Heb 13:2).
Con frecuencia, la hospitalidad y la generosidad son menospreciadas en los círculos cristianos. Sin embargo, la Biblia muestra el reino de los cielos como un banquete generoso e incluso suculento (Is 25:6–9; Mt 22:2–4). La hospitalidad fomenta las buenas relaciones, y la hospitalidad de Abraham y Sara ofrece una perspectiva bíblica temprana de que las relaciones y el compartir una comida van de la mano. Estos forasteros se conocieron mejor unos a otros al compartir una comida y un tiempo juntos. Esto sigue siendo una realidad actualmente. Por lo general, cuando las personas comparten la mesa o disfrutan de un tiempo de esparcimiento o entretenimiento, alcanzan a entenderse y apreciarse mejor los unos a los otros. A menudo, las buenas relaciones laborales y la comunicación efectiva son frutos de la hospitalidad.
En la época de Abraham y Sara, casi siempre se ofrecía la estadía en el hogar del anfitrión. Actualmente, esto no siempre es posible o incluso conveniente, y se ha creado la industria de la hospitalidad para hacerla posible en una gran variedad de formas. Si quiere ser hospitalario y su hogar es muy pequeño o sus habilidades para cocinar son muy limitadas, puede llevar a la persona a un restaurante o a un hotel y disfrutar el compañerismo y mejorar allí las relaciones. Los trabajadores de esta industria le ayudarán a ser hospitalario, ya que por sí mismos tienen la oportunidad de dar refrigerio a las personas, crear buenas relaciones, proveer un techo y servir a otros, así como Jesús lo hizo cuando convirtió el agua en vino (Jn 2:1–11) y lavó los pies de sus discípulos (Jn 13:3–11). La industria de la hospitalidad contabiliza el 9 por ciento del producto interno bruto del mundo y le da empleo a 98 millones de personas,[2] incluyendo a los menos cualificados y los trabajadores inmigrantes que representan una parte creciente de la iglesia cristiana. Muchas personas ofrecen hospitalidad sin requerir pago, como un acto de amor, amistad, compasión y compromiso social. El ejemplo de Abraham y Sara muestra que este trabajo puede ser profundamente importante como un servicio para Dios y la humanidad. ¿Qué más podríamos hacer para animarnos unos a otros a ser generosos en la hospitalidad sin importar nuestras profesiones?
Abstracted from Victor H. Matthews, “Hospitality and Hostility in Judges 4,” Biblical Theology Bulletin 21, no. 1 (1991): 13-15.
World Travel and Tourism Council, Travel and Tourism Economic Impact 2012, World (London: 2012), 1.