Jacob gana su fortuna (Génesis 30-31)
Al escapar de Esaú, Jacob llegó a la granja familiar de Labán, el hermano de su madre. Jacob trabajó para Labán durante veintiún frustrantes años, en los cuales Labán rompió una serie de promesas que le había hecho. A pesar de esto, Jacob logró casarse con dos de sus hijas y comenzar una familia. Él quería regresar a casa, pero Labán lo convenció de que se quedara y trabajara para él con la promesa de que podría “fijar [su propio] salario” (Gn 30:28). Claramente, Jacob fue un buen trabajador y Labán había sido bendecido por medio de su asociación con él.
Durante este tiempo, Jacob aprendió sobre el comercio de la crianza de animales, y usó está destreza para vengarse de Labán. Por medio de sus técnicas de crianza se volvió muy rico a costa de su tío y la situación llegó al punto de que los hijos de Labán se quejaban de que “Jacob se ha apoderado de todo lo que era de nuestro padre, y de lo que era de nuestro padre ha hecho toda esta riqueza” (Gn 31:1–2). Jacob notó que la actitud de Labán hacia él había cambiado. Con todo, él afirmó que sus ganancias eran un regalo de Dios, diciendo, “si el Dios de mi padre, Dios de Abraham, y temor de Isaac, no hubiera estado conmigo, ciertamente me hubieras enviado ahora con las manos vacías” (Gn 31:42).
Jacob sintió que Labán no lo había tratado como era debido. Su reacción, por medio de sus maquinaciones, fue hacer otro enemigo de forma similar a lo que ocurrió con Esaú, aprovechándose de él. Este es un patrón que se repite en la vida de Jacob. Parece que cualquier cosa era correcta, y aunque aparentemente le daba el crédito a Dios, es claro que hizo estas cosas a partir de su carácter de estratega. No vemos mucha integración de su fe con su trabajo en este punto y es interesante que cuando Hebreos reconoce a Jacob como un hombre de fe, solo menciona sus acciones al final de su vida (Heb 11:21).