La transformación de Jacob y su reconciliación con Esaú (Génesis 32-33)
Después de la tensión creciente con su suegro y la separación de negocios en la que ninguno actuó honorablemente, Jacob dejó a Labán. Ya que obtuvo su posición por medio del truco sucio de Labán años atrás, Jacob vio la oportunidad de legitimarla haciendo un acuerdo con su hermano Esaú. Sin embargo, él esperaba que las negociaciones fueran tensas. Carcomido por el miedo de que Esaú viniera al encuentro con sus cuatrocientos hombres armados, Jacob divide a su familia y sus animales en dos grupos, para asegurar alguna medida de supervivencia. Él oró por protección y envió un enorme regalo de animales delante de él para apaciguar a Esaú antes del encuentro. Pero la noche antes de llegar al punto de reunión, Jacob el estafador fue visitado por una figura misteriosa que le daría a él una sorpresa. El mismo Dios lo atacó en forma de un hombre fuerte, contra quien Jacob se vio obligado a luchar toda la noche. Resulta que Dios no es solo el Dios de la adoración y la religión, sino el Dios del trabajo y los negocios familiares. Él no está tratando de ganar ventaja frente a un manipulador escurridizo como Jacob; Él demostró Su ventaja al punto de herir permanentemente la cadera de Jacob, pero Jacob en su debilidad dijo que no se rendiría hasta que su atacante lo hubiera bendecido.
Este se convirtió en el momento decisivo de la vida de Jacob. Él había tenido luchas con personas durante años, pero también había estado luchando en su relación con Dios de forma permanente. Aquí al fin se encontró con Dios y recibió su bendición en medio de la lucha. Jacob recibió un nuevo nombre, Israel, e incluso le dio un nuevo nombre al lugar, para honrar el hecho de que ahí había visto a Dios cara a cara (Gn 32:30). El encuentro con Esaú que parecía tan preocupante aconteció a la mañana siguiente y contradijo la expectativa temerosa de Jacob en la forma más agradable que se pudiera imaginar. Esaú corrió a Jacob y lo abrazó. Él trató de rechazar gentilmente los regalos de Jacob, pero Jacob insistió en dárselos. Un Jacob transformado le dijo a Esaú, “veo tu rostro como uno ve el rostro de Dios” (Gn 33:10).
La identidad ambigua del oponente de Jacob es un aspecto intencional en la historia, que resalta los elementos inherentes de la lucha de Jacob con Dios y los hombres. Jacob nos muestra una verdad que está en el centro de nuestra fe: nuestras relaciones con Dios y con las personas están ligadas. Nuestra reconciliación con Dios hace posible nuestra reconciliación con otros. Del mismo modo, en esa reconciliación humana, llegamos a ver y conocer mejor a Dios. El trabajo de la reconciliación aplica para familias, amigos, iglesias, compañías e incluso grupos de población y naciones. Solo Cristo puede ser nuestra paz, pero para eso somos sus embajadores. Esta es una bendición que viene de la promesa inicial de Dios a Abraham y que debe afectar al mundo entero.