Los hermanos de José lo rechazan y lo venden como esclavo (Génesis 37:2-36)
Desde una temprana edad, José creyó que Dios lo había destinado para ser grande. En sus sueños, Dios le aseguró a José que tendría una posición de liderazgo sobre sus padres y hermanos (Gn 37:5–11). Desde el punto de vista de José, estos sueños eran evidencia de una bendición divina y no de su propia ambición. Sin embargo, desde el punto de vista de sus hermanos, los sueños eran otra manifestación del privilegio injusto del que gozaba José por ser el hijo favorito de su padre, Jacob (Gn 37:3–4). Estar seguros de tener cierto derecho no nos exime de empatizar con quienes puedan tener una perspectiva diferente. Los buenos líderes se esfuerzan por fomentar la cooperación en vez de la envidia. El incumplir esto, llevó a que José tuviera grandes conflictos con sus hermanos. Después de conspirar para asesinarlo inicialmente, sus hermanos se conformaron con venderlo a una caravana de mercaderes que llevaban productos por Canaán hacia Egipto. Los mercaderes, a su vez, vendieron a José a Potifar, el “capitán de la guardia” que era un “oficial de Faraón” en Egipto (Gn 37:36).