Los tratos de José con sus hermanos (Génesis 42-43)
En medio de la crisis en Egipto, los hermanos de José llegaron desde Canaán con la intención de comprar alimentos, ya que la hambruna también había afectado gravemente su tierra. Ellos no reconocieron a José y él no les reveló quién era. Él trato a sus hermanos mayormente con el lenguaje de los negocios. La palabra dinero (kesef) aparece veinte veces en los capítulos 42 al 45 y la palabra grano (shever) aparece diecinueve veces. El comercio con esta mercancía representa el marco en el que se llevaron a cabo las dinámicas personales complejas.
En esta situación, el comportamiento de José fue bastante astuto. Primero, él le ocultó su identidad a sus hermanos, lo cual —si bien no es necesariamente un engaño abierto (la palabra hebrea mirmah, como con Jacob en Gn 27:35)— en realidad no fue sincero. Segundo, él les habló duramente a sus hermanos con acusaciones que sabía que eran infundadas (Gn 42:7, 9, 14, 16; 44:3-5). En resumen, José se aprovechó de su poder para tratar con un grupo en el que no sabía si podía confiar, por causa del trato que recibió de ellos,[1] y su motivación era discernir el carácter actual de las personas con las que estaba tratando. Él había sufrido bastante por causa de ellos durante veinte años y tenía razones para desconfiar de sus palabras, acciones y compromiso con la familia.
Los métodos de José rayaron en el engaño. Él ocultó información importante, manipuló los eventos de varias maneras y actuó como un detective que interroga con severidad. Él no podía proceder con total transparencia y esperar que ellos le proporcionaran información confiable. El concepto bíblico para esta táctica es la astucia. La astucia se puede usar para el bien o para el mal. Por una parte, la serpiente era “más astuta que cualquiera de los animales del campo” (Gn 3:1) y usó métodos astutos con propósitos desastrosamente malvados (el uso consistente de La Biblia de las Américas de la palabra “astuto” deja claro que se está traduciendo la misma palabra del hebreo. Esta palabra se usa en todas las versiones en español). La palabra hebrea para astucia (ormah y sus análogas) también se traduce como “cordura”, “prudencia” e “inteligente” (Prov. 12:23; 13:16; 14:8; 22:3; 27:12), lo que indica que el trabajo piadoso en contextos difíciles puede requerir precaución y habilidad. Jesús mismo aconsejó a sus discípulos que fueran “astutos como serpientes e inofensivos como las palomas” (Mt 10:16 NTV). La Biblia frecuentemente recomienda la astucia en la búsqueda de propósitos buenos (Prov. 1:4; 8:5, 12).
La astucia de José tuvo el efecto previsto de probar la integridad de sus hermanos, quienes regresaron el dinero que José había escondido en sus costales secretamente (Gn 43:20-21). Después, él los probó de otra manera, tratando a Benjamín (el más joven) más generosamente que a los demás, y ellos demostraron que habían aprendido a no caer en enemistades entre ellos como lo hicieron cuando le vendieron como esclavo.
Sería superficial interpretar por las acciones de José que creer que estamos del lado de Dios siempre es una justificación para el engaño. La larga carrera de José de labores y sufrimiento al servicio de Dios, le dio un entendimiento mayor de la situación que la que tenían sus hermanos. Aparentemente, la promesa de que Dios haría de ellos una gran nación pendía de un hilo. José supo que no estaba en su poder salvarlos, pero él aprovechó su autoridad y sabiduría, dadas por Dios, para servir y ayudar. Dos factores importantes diferencian a José en este caso en que tomó la decisión de usar medios que de otra manera no serían recomendables. Primero, él no ganaba nada para sí mismo con estas maquinaciones. Él había recibido una bendición de Dios y sus acciones tenían el propósito exclusivo de convertirse en una bendición para otros. Él pudo haberse aprovechado de la situación desesperada de sus hermanos y exigirles con rencor una mayor suma de dinero, sabiendo que ellos habrían dado todo por sobrevivir. En vez de eso, él usó su conocimiento para salvarlos. Segundo, sus acciones eran necesarias para poder ofrecer las bendiciones. Si hubiera tratado con sus hermanos más abiertamente, no habría podido probar si eran dignos de confianza en el asunto.
Bruce K. Waltke, Genesis: A Commentary, (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 545.