El trabajo injusto (Miqueas 1:1-7; 3:1-2)
A pesar de las intenciones de Dios, el trabajo está sujeto al pecado del ser humano. El caso más evidente es el trabajo que es inherentemente pecaminoso. Miqueas menciona la prostitución, en este caso probablemente la que se daba en rituales sagrados, y promete que las ganancias serán quemadas por el fuego (Miq 1:7). Una aplicación simple sería excluir la prostitución de las ocupaciones legítimas, incluso aunque pueda ser una elección comprensible de aquellos que no tienen otra forma de proveer para ellos mismos y sus familias. Existen otros trabajos que también plantean la pregunta de si se deberían realizar o definitivamente no. Todos podemos pensar en varios ejemplos, sin duda, y los cristianos haríamos bien en buscar un trabajo que beneficie a otros y a la sociedad como un todo.
Sin embargo, Miqueas le está hablando a Israel como un conjunto, no solo de forma individual. Él está criticando a una sociedad en la que las condiciones sociales, económicas y religiosas hacen que la prostitución sea una opción viable. La pregunta no es si es aceptable ganarse la vida por medio de la prostitución, sino cómo debe cambiar la sociedad para no permitir que alguien tenga la necesidad de realizar un trabajo degradante o perjudicial. Miqueas llama a que los líderes que no reforman la sociedad rindan cuentas, más que a aquellos que se ven obligados a desempeñar una labor nociva. Sus palabras son duras. “Oíd ahora, jefes de Jacob y gobernantes de la casa de Israel. ¿No corresponde a vosotros conocer la justicia? Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les arrancáis la piel de encima y la carne de sobre sus huesos” (Miq 3:1–2).
Existen tanto similitudes como diferencias entre la sociedad de Miqueas y la nuestra. Las soluciones específicas que Dios le promete al antiguo pueblo de Israel no son necesariamente lo que Dios pretende para nuestra época. Las palabras proféticas de Miqueas reflejan la relación entre la prostitución en ritos sagrados y los cultos idólatras en su época. Dios promete acabar con los abusos sociales que se concentran en los santuarios sectarios. “Exterminaré tus imágenes talladas y tus pilares sagrados de en medio de ti, y ya no te postrarás más ante la obra de tus manos. Arrancaré tus Aseras de en medio de ti, y destruiré tus ciudades” (Miq 5:13–14). En nuestros días, necesitamos la sabiduría de Dios para encontrar soluciones eficaces para los factores sociales actuales que fomentan el trabajo pecaminoso y opresor.