Conclusión de Gálatas
En su uso del lenguaje de la crucifixión al final del libro (Gá 6:14), Pablo hace eco de lo que había dicho antes en la carta: “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gá 2:20). La fe en Cristo no se trata solamente de creer ciertos hechos acerca de Su vida, muerte y resurrección, sino también morir con Él para que pueda vivir en nosotros. Esta realidad de “Cristo en nosotros” no desaparece cuando entramos a nuestras oficinas, bodegas, tiendas y salas de juntas. En cambio, nos exhorta y nos empodera para vivir para Cristo, en el poder del Espíritu, en todo momento y en todo lugar.
La vida cristiana se basa en la fe, pero la fe no es estar de acuerdo de forma pasiva con la verdad del evangelio. Más bien, en la experiencia diaria del cristiano, la fe se vuelve viva y activa. De acuerdo con Pablo, hasta se puede decir que la fe “trabaja por medio del amor” (Gá 5:6, PDT). Por tanto, la fe que trabaja en nuestras vidas revitaliza nuestros actos de amor, incluso mientras el Espíritu de Dios nos ayuda a ser más amorosos, tanto en corazón como en acción (Gá 5:22). Rechazamos la esclavitud de intentar justificarnos por medio de nuestras obras. Sin embargo, cuando abrazamos nuestra libertad en Cristo por medio de la fe, nuestro trabajo conduce al amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio. Vemos nuestro trabajo como uno de los principales contextos en los que echamos mano de nuestra libertad en Cristo para amar a otros y hacerle bien a todos (Gá 6:10). Si no vemos el fruto de la fe en nuestros lugares de trabajo, no estamos permitiendo que Cristo domine una parte importante de nuestra vida.