Vivir en el Espíritu (Gálatas 5:13-23)
El Espíritu de Dios, que recibimos los cristianos cuando creemos en las buenas nuevas de Cristo (Gá 3:2–5), nos ayuda a vivir nuestra fe todos los días (Gá 5:16). Los que “andan por el Espíritu” rechazan y están a salvo del “deseo de la carne”, que incluye “inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes” (Gá 5:19–21). Algunas partes de esta lista evocan en gran manera la vida en muchos lugares de trabajo, como por ejemplo los pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia. Incluso las prácticas aparentemente religiosas, tales como la idolatría y la hechicería, se manifiestan de formas reales en el lugar de trabajo. Si somos llamados a vivir en el Espíritu, somos llamados a vivir en el Espíritu en el trabajo.
Pablo nos advierte específicamente que no debemos usar la libertad como “un pretexto para la carne” (Gá 5:13). En cambio, nos insta, “servíos por amor los unos a los otros”. En el trabajo, esto significa que debemos ayudar a nuestros compañeros incluso cuando sean nuestra competencia o estemos en desacuerdo con ellos. Debemos enfrentar y corregir nuestros celos, enojo, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia (ver Mt 18:15–17) de una forma justa, en vez de alimentar el resentimiento. Debemos crear productos y servicios que sobrepasen las expectativas legítimas de nuestros clientes, porque un verdadero siervo busca lo mejor para la persona a la que sirve, no simplemente lo que es adecuado.
Sin embargo, el Espíritu de Dios no es solo un detractor divino que nos evita problemas. En cambio, el Espíritu que trabaja en los creyentes produce nuevas actitudes y acciones. En agricultura, la fruta es el resultado delicioso del crecimiento y cultivo a largo plazo. La metáfora “fruto del Espíritu” indica que a Dios le interesa la clase de personas en las que nos estamos convirtiendo, no solamente lo que estamos haciendo hoy. Debemos cultivar “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio” (Gá 5:22–23) durante toda la vida. No hay razón para creer que este fruto está diseñado solamente para las relaciones entre cristianos en nuestras iglesias y familias. Por el contrario, así como debemos ser guiados por el Espíritu en todas las áreas de la vida, también debemos demostrar el fruto del Espíritu en cualquier lugar en donde estemos, incluyendo el lugar en donde trabajamos. La paciencia en el trabajo, por ejemplo, no se refiere a ser indeciso o no actuar rápidamente en temas de negocios. En cambio, implica ser libres de la ansiedad que puede tentarnos a actuar antes del momento preciso, como por ejemplo al despedir a un empleado en un ataque de ira, regañar a un colega antes de escuchar su explicación, demandar una respuesta antes de que un estudiante tenga tiempo de considerarla, o cortar el cabello de un cliente antes de estar totalmente seguro de qué clase de corte quiere. Si creemos que el fruto del Espíritu tiene poco que ver con el trabajo, tal vez tenemos una idea reducida de lo que es en realidad este fruto.