Ver y creer (Juan 9)
Jesús y Sus discípulos ven a un hombre que nació ciego (capítulo 9). Los discípulos lo consideran como una lección o estudio de caso acerca de las fuentes del pecado, pero Jesús lo ve con compasión y trabaja para remediar su condición. El método inusual de Cristo de sanar y las acciones subsecuentes del hombre que ya no es ciego demuestran de nuevo que el mundo de carne y sangre —y barro— es el lugar del reino de Dios. El método de Jesús —mezclar saliva con tierra y ponerla en los ojos del hombre— no es una locura, sino un reflejo deliberado de la creación del ser humano (Gn 2:7). Tanto en la tradición bíblica como en la griega, el barro (pēlos) se usa para describir de lo que están hechas las personas. Por ejemplo, observe Job 10:9, en donde Job le dice a Dios, “Acuérdate ahora que me has modelado como a barro, ¿y me harás volver al polvo?”[1]
Este versículo es especialmente interesante porque la “arcilla” es un paralelismo sinónimo del polvo, que usa la misma palabra hebrea para el polvo que en la creación de Adán en Génesis 2:7. Para otras asociaciones entre la humanidad y el barro en la Biblia, ver por ejemplo, Isaías 29:16; 45:9; Jeremías 18:6; Sirácides 33:13; Romanos 9:21; comparar también con Job 33:6; fuera de la Biblia, ver por ejemplo, Aristófanes, Birds [Aves] 686; Herondas, Mimes [Mimos] 2.29.