Jesús llama a las personas al trabajo (Lucas 5:1-11; 27-32)
En dos ocasiones, Jesús va a los lugares de trabajo de ciertas personas a pedirles que lo sigan. El primero es cuando logra que algunos pescadores interrumpan su trabajo y le permitan usar su bote como tarima. Luego de esto, les da algunos consejos excelentes de pesca y de repente los llama a convertirse en Sus primeros discípulos (Lc 5:1–11). El segundo es cuando llama a Leví, quien está trabajando en la recaudación de impuestos (Lc 5:27–32). Estas personas son llamadas a seguir a Jesús y dejar sus profesiones. Tendemos a considerarlos como trabajadores eclesiales de tiempo completo, pero una descripción más precisa sería “embajadores” de tiempo completo (2Co 5:20). Aunque estos individuos son llamados a una clase particular de trabajo en el reino de Jesús, Lucas no está diciendo que algunos llamados (por ejemplo, a ser predicador) sean más honrosos que otros (por ejemplo, ser pescador). Algunos de los seguidores de Jesús —como Pedro, Juan y Leví— lo siguen dejando su empleo (Lc 5:11), pero pronto conoceremos a otros —tales como María y Marta (Lc 10:38–41), otro recaudador de impuestos llamado Zaqueo (Lc 19:1–10) y un oficial militar romano (Lc 1–10)— que siguen a Jesús en su trabajo, demostrando que sus vidas han sido transformadas. En un caso particular (Lc 8:26–39), Jesús le ordena a una persona que no abandone su hogar para viajar con Él.
Los que viajan con Jesús, según parece, dejan el trabajo que les provee un salario y dependen de las donaciones para su provisión (Lc 9:1–6; 10:1–24). Esta no es una señal de que la mejor forma de ser discípulo es abandonar nuestro trabajo. Es cambio, es un llamado específico para esos individuos y un recordatorio de que toda nuestra provisión viene de Dios, incluso si Él nos provee comúnmente por medio de un empleo convencional. Existen muchas formas de seguir a Cristo en nuestras distintas ocupaciones. (Para más información acerca del llamado de Jesús a los discípulos, ver “Marcos 1:16–20” en “Marcos y el trabajo” y “Mateo 3–4” en “Mateo y el trabajo”).
Jesús no solamente se manifiesta en lugares de trabajo, sino que también los usa para contextualizar muchas de sus parábolas, incluyendo la de los retazos y los odres (Lc 5:36–39), los constructores sabios y necios (Lc 6:46–49), el sembrador (Lc 8:4–15), los siervos vigilantes (Lc 12:35–41), el siervo infiel (Lc 12:42–47), la semilla de mostaza (Lc 13:18–19), la levadura (Lc 13:20–21), la oveja perdida (Lc 15:1–7), la moneda perdida (Lc 15:8–10), el hijo pródigo (Lc 15:11–32) y los labradores malvados (Lc 20:9–19). Jesús recurre a los lugares de trabajo cuando quiere decir, “El reino de Dios es semejante a…” Por lo general, estos pasajes no tienen el propósito de enseñar sobre los lugares de trabajo en donde ocurren, aunque algunas veces sí proporcionan algunas pautas respecto al trabajo. En vez de eso, Jesús usa aspectos conocidos de lugares de trabajo principalmente para hacer observaciones acerca del reino de Dios que trascienden los contextos particulares de las parábolas. Esto indica que el trabajo común tiene una gran importancia y valor para Jesús, ya que de otra manera, no tendría sentido ilustrar el reino de Dios en términos laborales.