La pasión (Lucas 22:47-24:53)
El punto culminante del trabajo de Jesús es Su sacrificio personal y voluntario en la cruz, cuando exhala confianza en Dios con Su último respiro: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu” (Lc 23:46). A través de Su sacrificio y por la obra poderosa del Padre de la resurrección, Jesús toma la posición de rey eterno que se había profetizado en Su nacimiento. “El Señor Dios le dará el trono de Su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre” (Lc 1:32–33). Este es en verdad el Hijo amado de Dios, fiel hasta la muerte mientras trabaja a favor de todos los que hemos caído en la pobreza del pecado y la muerte, quienes necesitamos una redención que no podemos obtener por nosotros mismos. A la luz de esto, vemos que el interés de Jesús por el pobre y el que no tiene poder es tanto un fin en sí mismo como una señal de Su amor por todos los que lo siguen. Todos somos pobres y no tenemos poder frente a nuestro pecado y al quebrantamiento del mundo. En Su resurrección, somos transformados en todos los aspectos de la vida mientras nos atrapa el amor extravagante de Dios.