El camino a Emaús (Lucas 24:13-35)
El episodio en el camino a Emaús es un ejemplo de generosidad muy apropiado para todos los seguidores de Jesús. Al comienzo, parece que toma la muerte de Jesús de una forma demasiado ligera o, ¿estamos equivocados por ver algo gracioso en que los dos discípulos le informen a Jesús las últimas noticias? Le preguntan, “¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han acontecido en estos días?” (Lc 24:18). Casi podemos imaginar a Cleofas diciendo, “¿dónde has estado?” Jesús lo toma con calma y les permite hablar, pero después los hace escuchar. Gradualmente, ellos comienzan a ver con claridad que tal vez la historia de las mujeres acerca de la resurrección milagrosa del Mesías no es tan desquiciada como pensaban inicialmente.
Si esta fuera toda la historia, podríamos aprender solamente que con frecuencia somos “insensatos y tardos de corazón para creer” (Lc 24:25) todo lo que Dios ha escrito. Pero los discípulos hacen algo bien en esta historia, algo aparentemente insignificante que sería fácil de pasar por alto. Ellos le ofrecen su hospitalidad a Jesús: “Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha declinado” (Lc 24:29). Jesús bendice este pequeño acto de generosidad con la revelación de Su presencia y finalmente lo reconocen al partir el pan (Lc 24:32). Dios no usa nuestra hospitalidad solo como un medio para servir a quienes necesitan descanso, sino también como una invitación a que nosotros mismos experimentemos la presencia de Dios.