La inquietud por los pobres (Lucas 6:17-26; 16:19-31)
El bienestar de los ricos no es la única preocupación de Jesús respecto a la riqueza. A Él también le interesa el bienestar de los pobres. “Vended vuestras posesiones”, dice, “y dad limosnas [al pobre]; haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye” (Lc 12:33). Si la acumulación de riquezas está perjudicando al rico, ¿cuánto más estará perjudicando al pobre?
El interés persistente de Dios por los pobres y los vulnerables está inherente en el Magníficat (Lc 1:46–56), el sermón del llano (Lc 6:17–26) y de hecho a lo largo del Evangelio de Lucas, pero Jesús establece la idea en la parábola de Lázaro y el hombre rico (Lc 16:19–31). Este hombre rico se viste con ropa elegante y vive con lujos, pero no hace nada para ayudar a aliviar la situación de Lázaro, quien está enfermo y muriendo de hambre. Lázaro muere, pero también, por supuesto, el hombre rico, lo que nos recuerda que la riqueza no tiene un gran poder después de todo. Los ángeles llevan a Lázaro al cielo, aparentemente por ninguna otra razón que su pobreza (Lc 16:22), a menos que fuera quizá por un amor a Dios que nunca fue desplazado por la riqueza. El hombre rico va al Hades, aparentemente por ninguna otra razón que su riqueza (Lc 16:23), a menos que fuera quizá por un amor a la riqueza que no dejó espacio para Dios u otras personas. La implicación fuerte es que la tarea del hombre rico era atender las necesidades de Lázaro cuando tuvo la oportunidad (Lc 16:25). Tal vez al hacerlo, pudo haber encontrado espacio de nuevo en sí mismo para una relación correcta con Dios y habría evitado su miserable final. Además, como muchos ricos, él se interesaba por su familia y quería advertirles sobre el juicio venidero, pero tristemente, le faltaba un interés por la familia más extendida de Dios como se revela en la ley y los profetas y ni siquiera alguien que regresara de los muertos podía solucionarlo.