María y Marta (Lucas 10:38-42)
La historia de Marta y María (Lc 10:38–42) también pone la generosidad en el contexto del amor por Dios. Marta trabaja para preparar la cena, mientras María se sienta y escucha a Jesús. Marta le pide a Jesús que reprenda a su hermana porque no le ayuda pero en cambio, Jesús elogia a María. Desafortunadamente, esta historia ha sido interpretada de maneras cuestionables, convirtiendo a Marta en el modelo de todo lo que está mal en la vida de las ocupaciones y distracciones, o lo que la iglesia medieval llamaba la vida activa o laboral, que era permitida pero inferior a la vida perfecta de contemplación o monacato. Esta historia se debe leer con el telón de fondo del Evangelio de Lucas como un todo, en donde el trabajo de la hospitalidad (una forma vital de generosidad en el Cercano Oriente antiguo) es una de las señales más importantes de la llegada del reino de Dios.[1]
María y Marta no eran enemigas, eran hermanas. No se puede interpretar razonablemente a dos hermanas que discuten por las tareas del hogar como una batalla entre modos incompatibles de vida. Jesús no le resta importancia al servicio generoso de Marta. La cuestión es que sus preocupaciones muestran que su servicio debe cimentarse en la clase de amor de María por Él. Juntas, las hermanas personifican la verdad de que la generosidad y el amor de Dios son realidades que se entrelazan. Marta tiene la clase de generosidad que Jesús elogia en Lucas 14:12–14, porque Él no puede pagarle en especie. Al sentarse a los pies de Jesús, María muestra que todo nuestro servicio debe estar cimentado en una relación personal y viva con Él. Seguir a Cristo significa imitar a Marta y María: ser generosos y amar a Dios. Estos aspectos se reafirman mutuamente, igual que la relación entre las dos hermanas.
Ver Brendan Byrne, The Hospitality of God: A Reading of Luke’s Gospel [La hospitalidad de Dios: una lectura del Evangelio de Lucas] (Collegeville, MN: Liturgical Press, 2000).