Dios derribará los reinos paganos y los reemplazará con Su propio reino (Daniel 7)
El capítulo 7 nos lleva de regreso al primer tema del libro de Daniel —que algún día Dios reemplazará los reinos corruptos de este mundo con Su propio reino. Igual que Daniel y sus amigos, por la gracia de Dios podemos encontrar una forma de salir adelante —e incluso de progresar— como exiliados temporales aquí. Aun así, la esperanza suprema que tenemos no se encuentra en sacar el mayor provecho de la situación actual, sino en esperar con seguridad el gozo del reino venidero de Dios.
Por lo tanto, la perseverancia se convierte en una virtud crucial. Tenemos que perseverar hasta que Cristo regrese a poner todo en orden. La perseverancia es una virtud que recibe alabanza en la filosofía clásica y en la tradición judeo-cristiana. Algunas veces la encontramos en frases que se citan, como la declaración de Einstein, “No es que yo sea muy inteligente, sino que le dedico más tiempo a resolver los problemas”. El Nuevo Testamento confirma el valor de la perseverancia: “Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman” (Stg 1:12). La perseverancia en la vida del creyente tiene como origen y fundamento al Señor Dios. No es una cuestión de integridad humana u honor. La entereza cristiana reposa sobre la veracidad de las promesas eternas del pacto de Dios.
Desde el capítulo 7, el libro de Daniel pasa a ser de género francamente apocalíptico. La literatura apocalíptica, una clase especial de predicción profética, describe los eventos catastróficos de los últimos días y se encontraba en muchas partes de la literatura temprana judía y la cristiana. Entre sus rasgos se encuentran un simbolismo abundante (capítulo 7), la descripción de la batalla final universal entre el bien y el mal (Dn 11:40–12:4) y un intérprete celestial que explica el significado de la visión de profeta (Dn 7:16, 23; 8:15; 9:21–23; 10:14). Al profeta se le exhorta a perseverar fielmente hasta que la visión sea cumplida (Dn 7:25–27; 9:24; 10:18–19; 12:1–4, 13). Esta forma literaria acentúa el mensaje del autor acerca de la perseverancia.
Los capítulos 7 al 12 relatan la forma en la que Daniel tuvo unas visiones inquietantes, las cuales comunica en primera persona. El resultado es una serie de profecías que pronostican las tribulaciones del pueblo de Dios en manos de líderes despóticos, pero que termina en un triunfo que asegura el libertador designado por Dios. El libro concluye exhortando a Daniel a ser perseverante: “Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta y cinco días. Mas tú, sigue hasta el fin; descansarás y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Dn 12:12–13).
La opresión en contra del pueblo de Dios es un tema constante en estos capítulos (Dn 7:21, 25; 9:26; 10:1). El opresor —Antíoco IV Epífanes,[1] como lo reveló la historia —es descrito en imágenes surrealistas perturbadoras. Él es el “cuerno pequeño” (la abominación de la desolación” en Dn 11:31 y el “hombre despreciable” en Dn 11:21), que rechaza a los dioses tradicionales de sus ancestros para hacerse a sí mismo la deidad suprema.
El mensaje de confianza en los capítulos 7 al 12 para los trabajadores es la garantía de una cuenta final que recompensará justamente el trabajo fiel que hacemos en la vida. En el aquí y ahora, el trabajo bueno no siempre recibe una recompensa acorde con sus honorables contribuciones a la sociedad. En muchos casos, sus resultados ni siquiera son visibles para nosotros. Aunque Daniel y sus amigos hicieron que muchas veces los reyes cambiaran de opinión, no pasó mucho tiempo antes de que esos reyes volvieran a pensar como antes. De igual forma en el trabajo, nuestro rol como sal y luz puede frenar el mal, pero con frecuencia no llevará a un cambio permanente. Esto no disminuye nuestra responsabilidad en ser sal y luz, pero los frutos de nuestra labor no serán totalmente visibles hasta que el reino de Dios se haya cumplido.
John Whitehorse, “Antiochus” [Antíoco], en The Anchor Bible Dictionary [Diccionario bíblico Anchor], ed. David Noel Freedman, vol. 1 (Nueva York: Doubleday, 1992), 269–70.