Esdras, Nehemías, Ester y el trabajo

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Introducción a Esdras, Nehemías y Ester

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La mayoría de los cristianos encuentran que en sus lugares de trabajo no apoyan su fe. Generalmente, el espacio para la acción y el testimonio cristianos explícitos es muy limitado. En una sociedad pluralista, algunos de estos límites pueden ser apropiados, pero pueden hacer que el lugar de trabajo se convierta en un territorio ajeno para los cristianos. Además, los trabajadores pueden sentirse presionados a violar los requerimientos éticos de los estándares bíblicos, ya sea explícita o implícitamente. Los libros de Esdras, Nehemías y Ester describen lo que representa para el pueblo de Dios trabajar en lugares donde no son bien recibidos. En estos se muestra al pueblo de Dios en trabajos que van desde la construcción hasta la política y el entretenimiento, siempre en ambientes que son abiertamente hostiles frente a los valores y planes de Dios. Aun así, ellos reciben ayuda en el camino de forma asombrosa por parte de personas incrédulas en las posiciones más altas del poder cívico. Claramente, el poder de Dios aflora para el bien de Su pueblo en lugares sorprendentes aunque enfrenten situaciones y decisiones extremadamente difíciles en las que no siempre están de acuerdo.

Esdras tuvo que considerar si debía confiar en un gobernador incrédulo para que protegiera al pueblo judío en su regreso a Jerusalén y el comienzo de la reconstrucción del templo. También tuvo que encontrar apoyo financiero dentro del sistema económico corrupto del imperio persa, al tiempo que se mantenía fiel a las leyes de Dios sobre la integridad económica. Nehemías tuvo que reconstruir la muralla de Jerusalén, lo cual requería confiar en Dios y ser práctico. Tuvo que guiar al pueblo, cuya motivación iba desde el altruismo a la codicia, y hacer que superaran sus intereses opuestos para trabajar por un objetivo común. Ester tuvo que sobrevivir la opresión de las mujeres y la conspiración mortal dentro de la corte real persa y al tiempo estaba lista para arriesgar todo con el fin de salvar a su pueblo del genocidio. Nuestros títulos e instituciones han cambiado desde esa época, pero nuestros lugares de trabajo actuales tienen mucho en común, para mal o para bien, con los lugares en donde Esdras, Nehemías y Ester trabajaron. Las situaciones, retos y elecciones de la vida real que se encuentran en estos libros bíblicos nos ayudan a desarrollar una teología del trabajo que es relevante en la vida diaria.  

Esdras y Nehemías

En el año 587 a. C. bajo el gobierno del rey Nabucodonosor, los babilonios conquistaron Jerusalén. Allí asesinaron a los líderes de Judá, saquearon el templo antes de destruirlo junto con gran parte de la ciudad y la muralla, y se llevaron a los ciudadanos más distinguidos de Jerusalén. Estos judíos vivieron por décadas en el exilio, siempre esperando que Dios los salvara y restaurara Israel. Sus esperanzas se intensificaron en el año 539 a. C. cuando Persia, dirigida por el rey Ciro, derrotó a Babilonia. Poco después, Ciro emitió un decreto invitando a los judíos en su reino a que regresaran a Jerusalén y reconstruyeran el templo, y por lo tanto, su vida como pueblo de Dios (Esd 1:1-4).

Los libros de Esdras y Nehemías, originalmente dos partes de un solo trabajo,[1] narran aspectos cruciales de esta historia de reconstrucción, comenzando con el edicto de Ciro en el año 539 a. C. Sin embargo, su propósito no es simplemente describir por curiosidad histórica lo que pasó hace mucho tiempo. Más bien, Esdras y Nehemías usan eventos históricos para ilustrar el tema de la restauración. Estos libros muestran cómo una vez Dios restauró a Su pueblo y cómo Su pueblo desempeñó un papel central en este trabajo de renovación. El autor de los libros de Esdras y Nehemías es desconocido, y probablemente los escribió en el siglo cuarto a. C.[2] para animar al pueblo judío a vivir fielmente incluso bajo el gobierno extranjero, para que pudieran participar en el trabajo de restauración presente y futuro de Dios.

Esdras y Nehemías son libros sumamente teológicos, aunque no abordan directamente la teología del trabajo. No incluyen imperativos legales o visiones proféticas que tengan que ver con nuestras labores diarias. Sin embargo, las narrativas de Esdras y Nehemías describen una ardua labor que implícitamente coloca al trabajo en un marco teológico. Por tanto, encontraremos bajo la superficie de estos libros una tierra fértil a partir de la cual puede brotar una teología del trabajo. En particular, Esdras y Nehemías fueron llamados a restaurar el reino de Dios (Israel), en medio de un ambiente de respaldo parcialmente hostil, parcialmente solidario. Los lugares de trabajo actuales también son parcialmente hostiles y parcialmente solidarios al trabajo de Dios, lo que nos anima a entender cómo nuestro trabajo puede contribuir a la institución del reino de Dios en el mundo actual.

Ester

El libro de Ester relata un episodio curioso que ocurrió durante la época descrita en Esdras y Nehemías. No se centra en la restauración de Jerusalén, sino en eventos que ocurren en Persia cuando Asuero (mejor conocido por su nombre griego, Jerjes) era el rey (485—465 a. C.). La narrativa de Ester explica los orígenes del festival judío de Purim. El autor desconocido de este libro escribió, en parte, para explicar y animar a la celebración de este día nacional (ver Est 9:20-28).[3] Su mayor preocupación era examinar cómo podían sobrevivir los judíos e incluso progresar como exiliados en una tierra pagana y comúnmente hostil.[4] 

A diferencia de Esdras y Nehemías, Ester no es en lo absoluto un libro específicamente teológico. De hecho, nunca se menciona a Dios. Aun así, ningún lector devoto y fiel podría dejar de ver la mano de Dios detrás de los eventos del libro. Esto invita al lector a considerar cómo Dios puede estar trabajando en el mundo aunque pase desapercibido para aquellos que no tienen ojos para ver.

H. G. M. Williamson, Ezra, Nehemiah [Esdras, Nehemías], vol. 16, Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra] (Waco, TX: Word Books, 1985), xxi.

“Ezra-Nehemiah, Books of” [Libros de Esdras - Nehemías] en The Anchor Bible Dictionary [Diccionario bíblico Anchor], ed. David Noel Freedman (Nueva York: Doubleday, 1992).

Frederic W. Bush, Ruth-Esther, vol. 9, Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra] (Nashville: Thomas Nelson, 1996), 326-35.

 Mark D. Roberts, Ezra, Nehemiah, Esther [Esdras, Nehemías, Ester], vol. 11, The Preacher’s Commentary [El comentario del predicador] (Nashville: Thomas Nelson, 2002), 315-18.

La restauración del templo (Esdras 1:1-6:22)

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El libro de Esdras comienza con un decreto del rey Ciro de Persia que les permite a los judíos regresar a Jerusalén a reconstruir el templo que había sido destruido por los babilonios en el año 587 a. C. (Esd 1:2-4). La introducción a este decreto especifica cuándo fue proclamado: “En el primer año de Ciro, rey de Persia” (539-538 a. C., poco después de que Persia derrotara a Babilonia). También nos presenta uno de los temas principales de Esdras y Nehemías: la relación entre el trabajo divino y el trabajo humano. Ciro hizo su proclamación “para que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías”, y porque “el Señor movió el espíritu de Ciro, rey de Persia” (Esd 1:1). Ciro estaba haciendo su trabajo como rey, persiguiendo sus propósitos personales e institucionales, pero este fue un resultado del trabajo de Dios dentro de él, que favoreció los propósitos mismos de Dios. En el primer versículo de Esdras percibimos que Dios está en control aunque decide trabajar por medio de seres humanos, incluso reyes gentiles, para hacer Su voluntad.

En la actualidad, los cristianos en sus lugares de trabajo también viven confiando que Dios está actuando por medio de las decisiones y acciones de personas e instituciones incrédulas. Ciro fue el instrumento escogido por Dios, ya sea que Ciro mismo lo reconociera o no. Similarmente, las acciones de nuestros jefes, compañeros de trabajo, clientes y proveedores, competidores, reguladores o una multitud de otros actores pueden estar promoviendo el trabajo del reino de Dios de forma desapercibida para ellos o para nosotros. Esto debería evitar que caigamos en la desesperación y la arrogancia. Si parece que el pueblo y los valores cristianos están ausentes en nuestro lugar de trabajo, no nos desesperemos, Dios sigue trabajando. Por otra parte, si se siente tentado a verse a usted mismo o a su organización como un modelo de virtud cristiana, ¡tenga cuidado! Dios puede estar alcanzando más de lo que usted se imagina por medio de aquellos que tienen una conexión menos visible con Él. Ciertamente, el trabajo de Dios por medio de Ciro —quien siguió siendo rico, poderoso e incrédulo, incluso mientras muchas personas del pueblo de Dios se recuperaban de a poco de la pobreza del exilio— debería advertirnos a que no esperemos la riqueza y el poder como recompensas seguras por nuestro trabajo fiel. Dios está usando todas las cosas para trabajar por Su reino, no necesariamente por nuestro triunfo personal.

El trabajo de Dios continuó cuando muchos judíos se beneficiaron del decreto de Ciro. “Todos aquellos cuyo espíritu Dios había movido” se prepararon para regresar a Jerusalén (Esd 1:5). Cuando llegaron a Jerusalén, su primer trabajo fue construir el altar y ofrecer sacrificios allí (Esd 3:1-3). Esto resume el principal tipo de trabajo que se relata en Esdras y Nehemías, el cual estaba asociado de cerca con las prácticas sacrificiales del judaísmo del Antiguo Testamento, las cuales se celebraban en el templo. El trabajo descrito en estos libros refleja y apoya la centralidad de templo y sus ofrendas en la vida del pueblo de Dios. La adoración y el trabajo avanzan mano a mano a grandes pasos a lo largo de las páginas de Esdras y Nehemías.

Dado que Esdras se concentra en la reconstrucción del templo, los trabajos de las personas son mencionados cuando son relevantes en este esfuerzo. Por tanto, la lista de personas que regresan a Israel señala específicamente a “los sacerdotes y los levitas… los cantores, los porteros y los sirvientes del templo” (Esd 2:70). El texto menciona a los “canteros y carpinteros” porque eran necesarios para el proyecto de construcción (Esd 3:7). Las personas que tenían habilidades que no las dotaban para trabajar directamente en el templo contribuyeron a la tarea por medio del fruto de su trabajo, por medio de “ofrendas voluntarias” (Esd 2:68). Por esto, en cierto sentido, todo el pueblo trabajó en la reconstrucción del templo, ya que contribuyeron de una u otra manera. El libro de Esdras identifica a otros líderes políticos además de Ciro, debido a su impacto, positivo o negativo, en la labor de construcción. Por ejemplo, se menciona a Zorobabel como un líder, ya que fue el gobernador del territorio que supervisó la reconstrucción del templo (Hg 1:1). Esdras menciona a “Rehum, el comandante, y Simsai, el escriba”, dos oficiales que escribieron una carta en contra de la reconstrucción del templo (Esd 4:8-10). También aparecen otros reyes y oficiales de acuerdo con su relevancia para el proyecto de la reconstrucción.

El proyecto se trataba del templo, pero sería un error pensar que Dios bendice la habilidad técnica y el trabajo material solo cuando está dedicado a un propósito religioso. La visión de Esdras era restaurar toda la ciudad de Jerusalén (Esd 4:13), no solo el templo. Este punto lo trataremos más adelante cuando estudiemos a Nehemías, quien fue el que realizó el trabajo fuera del templo.

Esdras describe varios esfuerzos para obstaculizar la construcción (Esd 4:1-23). Estos fueron satisfactorios por un tiempo y el proyecto del templo se detuvo por casi dos décadas (Esd 4:24). Finalmente, Dios animó a los judíos por medio de las profecías de Hageo y Zacarías para que continuaran y terminaran el trabajo (Esd 5:1). Además, Darío, rey de Persia, respaldó financieramente el esfuerzo de la construcción con la esperanza de que el Señor lo bendijera a él y a sus hijos (Esd 6:8-10). De este modo, el templo finalmente se completó, gracias al hecho de que Dios había “vuelto hacia ellos el corazón del rey de Asiria para animarlos [a los judíos] en la obra de la casa de Dios” (Esd 6:22).

Como lo aclara este versículo, los judíos fueron quienes realizaron el trabajo de la reconstrucción del templo, pero sus labores fueron fructíferas gracias a la ayuda de dos reyes paganos, uno fue el que inauguró el proyecto y el otro pagó para que se completara. Detrás de estos esfuerzos humanos se encuentra el trabajo dominante de Dios, quien movió los corazones de los reyes y animó a Su pueblo por medio de los profetas. Como hemos visto, Dios trabaja mucho más allá de lo que Su pueblo puede ver.

El restablecimiento de la vida de acuerdo al pacto, fase uno:El trabajo de Esdras (Esdras 7:1-10:44)

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Curiosamente, Esdras no aparece en el libro que lleva su nombre sino hasta el capítulo 7. Este hombre culto, un sacerdote y maestro de la ley, vino a Jerusalén con la bendición del rey persa Artajerjes casi cincuenta años después de la reconstrucción del templo. Su tarea era presentar ofrendas en el templo a favor del rey y establecer la ley de Dios en Judá por medio de la enseñanza y la designación de líderes que cumplieran la ley (Esd 7:25-26).

Esdras no explicó el favor del rey en términos de buena suerte. En cambio, le dio el crédito a Dios por “que ha puesto esto en el corazón del rey” para enviarlo a Jerusalén (Esd 7:27). Esdras fue “fortalecido” y actuó de acuerdo con la orden del rey porque, como dijo, “estaba la mano del Señor mi Dios sobre mí” (Esd 7:28). La expresión de que la mano de Dios está sobre alguien es una de las favoritas de Esdras, en donde aparece seis veces de ocho en toda la Biblia (Esd 7:6, 9, 28; 8:18, 22, 31). Dios estaba trabajando en y por medio de Esdras, lo cual explica el triunfo en sus proyectos.

La confianza de Esdras en la ayuda de Dios fue probada cuando llegó el momento de que su comitiva viajara desde Babilonia a Jerusalén. “Tuve vergüenza”, explicó Esdras, “de pedir al rey tropas y hombres de a caballo para protegernos del enemigo en el camino, pues habíamos dicho al rey: La mano de nuestro Dios es propicia para con todos los que le buscan, mas Su poder y Su ira contra todos los que le abandonan” (Esd 8:22). Para Esdras, depender de un séquito real implicaba una falta de confianza en la protección de Dios y por esto, él y su comitiva ayunaron y oraron en vez de buscar la ayuda práctica del rey (Esd 8:23). Nota: Esdras no estaba siguiendo alguna ley en particular del Antiguo Testamento cuando decidió no recibir la protección real.

Más bien, su decisión reflejaba sus convicciones personales acerca de lo que significa confiar en Dios en las dificultades reales del liderazgo. Uno podría pensar que Esdras era un “creyente idealista” en esta situación, porque estaba dispuesto a arriesgar su vida con base en la idea de la protección de Dios, en vez de asegurar su protección con ayuda humana. Como veremos más adelante, la posición de Esdras no era la única que los líderes piadosos consideraban como razonable en los libros de Esdras y Nehemías.

La estrategia de Esdras fue acertada. Él señaló que, “la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y de las emboscadas en el camino” (Esd 8:31). Sin embargo, no sabemos si los miembros de la comitiva de Esdras llevaban armas o las usaron para protegerse. El texto parece indicar que Esdras y los demás completaron su viaje sin un incidente que los pusiera en riesgo. Una vez más, el libro de Esdras muestra que los esfuerzos humanos son fructíferos cuando Dios trabaja en ellos.

Los dos últimos capítulos de Esdras se centran en el problema del matrimonio entre judíos y gentiles. Aquí no se manifiesta el problema del trabajo, excepto en el ejemplo de Esdras, quien ejerce su liderazgo siendo fiel a la ley, con firmeza y en oración.

La restauración de la muralla de Jerusalén (Nehemías 1:1 - 7:73)

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El primer capítulo del libro presenta a Nehemías como un residente de Susa, la capital del Imperio Persa. Nehemías dice que cuando supo que las murallas de Jerusalén seguían destruidas más de medio siglo después de terminar la reconstrucción del templo, “me senté y lloré”, en ayuno y oración a Dios (Neh 1:4).

La reducción de la brecha entre lo sagrado y lo secular (Nehemías 1:1 - 1:10)

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La relación entre el templo y la muralla es significativa para la teología de trabajo. Puede que el templo parezca una institución religiosa y la muralla una secular. Sin embargo, Dios guió a Nehemías a trabajar en las murallas, lo que tiene la misma importancia que cuando guió a Esdras a trabajar en el templo. Tanto lo sagrado como lo secular eran necesarios para cumplir el plan de Dios de restaurar la nación de Israel. Si las murallas estaban incompletas, el templo también lo estaba. El trabajo era uno solo y es sencillo entender la razón. Sin una muralla, ninguna ciudad en el Cercano Oriente antiguo estaba a salvo de bandidos, pandillas y animales salvajes, incluso si el imperio estaba en paz. Entre más desarrollada fuera una ciudad en términos económicos y culturales, mayor era el valor de lo que había en ella y por lo tanto, la necesidad de tener una muralla era mayor. Gracias a sus abundantes decoraciones, la falta de una muralla habría sido particularmente riesgosa para el templo. Prácticamente, sin una muralla no podía existir una ciudad y sin una ciudad no podía existir un templo.

Por otra parte, la ciudad y su muralla dependían del templo, el cual era la fuente de provisión de Dios para la ley, el gobierno, la seguridad y la prosperidad. Incluso en términos estrictamente militares, el templo y la muralla dependían mutuamente el uno del otro. La muralla era un componente fundamental de la protección de la ciudad, pero también lo era el templo en donde moraba el Señor (Esd 1:3), Quien deshizo los planes violentos de los enemigos de la ciudad (Neh 4:15). De igual forma era con el gobierno y la justicia. Las puertas de la muralla eran el lugar en donde se procesaban las acciones legales (Dt 21:19, Is 29:21), y al mismo tiempo el Señor desde Su templo hacía “justicia al huérfano y a la viuda” (Dt 10:18). Si no existía el templo, no estaba la presencia de Dios y si no estaba la presencia de Dios, no había fuerza militar, ni justicia, ni civilización, ni la necesidad de tener murallas. El templo y las murallas eran uno en la sociedad fundada en “el pacto y la misericordia” de Dios (Neh 1:5). Al menos esto es lo ideal, por lo que Nehemías ayunaba, oraba y trabajaba.

¿Confiar en Dios significa acudir a la oración, actuar, o ambos? (Nehemías 1:11 - 4:23)

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Al final del primer capítulo, Nehemías se identifica como el “copero del rey” (Neh 1:11). Esto significa que no solo tenía acceso inmediato al rey por ser el que probaba y servía sus bebidas, sino que también era consejero de confianza y un funcionario de alto rango del Imperio Persa.[1] Él usó su experiencia y su posición profesional con grandes beneficios al emprender el trabajo de reconstrucción de la muralla de Jerusalén.

Cuando el rey le concedió el permiso para supervisar el proyecto de reconstrucción, Nehemías solicitó cartas para darles a los gobernadores de los territorios por los que tendría que pasar en su viaje hacia Jerusalén (Neh 2:7). A los ojos de Nehemías, el rey concedió esta petición “porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí” (Neh 2:8). Al parecer, Nehemías no creía que confiar en Dios significaba no buscar la protección del rey para su viaje. Es más, a él le agradaba tener “oficiales del ejército y hombres de a caballo” que lo acompañaran para estar a salvo en el camino hacia Jerusalén (Neh 2:9).

El texto no indica que la decisión de Nehemías de buscar y aceptar la protección del rey tuviera algo de malo. De hecho, le atribuye esta ayuda real a la bendición de Dios. Es sorprendente ver la diferencia entre la postura de Nehemías y la de Esdras en este aspecto. Mientras que Esdras creía que demostrar su confianza en Dios significaba no pedir la protección del rey, Nehemías veía el ofrecimiento de dicho amparo como una evidencia de la mano bondadosa de Dios dando Su bendición. Este desacuerdo demuestra que fácilmente las personas piadosas pueden llegar a conclusiones diferentes acerca de lo que significa confiar en Dios en el trabajo. Tal vez cada uno estaba haciendo lo que le era más familiar. Esdras era sacerdote y estaba familiarizado con la morada de la presencia del Señor. Nehemías era copero del rey y estaba familiarizado con el ejercicio del poder de la realeza. Esdras y Nehemías deseaban ser fieles en sus labores. Los dos eran líderes piadosos de oración, pero entendieron de formas diferentes lo que implica confiar en Dios para recibir Su protección. Para Esdras significaba viajar sin guardias del rey. Para Nehemías, significaba aceptar la ayuda del rey considerándola como una evidencia de la bendición misma de Dios.

En varios lugares encontramos indicadores de que Nehemías era lo que podríamos llamar un “creyente pragmático”. Por ejemplo, en el capítulo 2, Nehemías inspeccionó secretamente las ruinas de la antigua muralla antes de anunciarle sus planes a los residentes de Jerusalén (Neh 2:11-17). Al parecer, él quería saber el tamaño y la dimensión del trabajo del que se haría cargo antes de comprometerse públicamente a realizarlo. Aun así, luego de explicar el propósito de su venida a Jerusalén y señalar la mano bondadosa de Dios sobre él, al recibir burlas y acusaciones de algunos oficiales locales Nehemías respondió, “El Dios del cielo nos dará éxito” (Neh 2:20). En parte, Dios concedió el éxito en esta tarea por medio del liderazgo ingenioso y bien informado de Nehemías. El hecho de que el éxito venga del Señor no significaba que Nehemías pudiera sentarse y relajarse. Al contrario, él estaba a punto de comenzar una tarea ardua y demandante.

Al liderar, Nehemías debía delegar partes del proyecto de construcción de la muralla a una gran variedad de personas, incluyendo “el sumo sacerdote Eliasib [y] sus hermanos los sacerdotes” (Neh 3:1); “los tecoítas” sin incluir sus nobles quienes no quisieron someterse a los supervisores (Neh 3:5); “Uziel, hijo de Harhaía, de los orfebres” y “Hananías, uno de los perfumistas” (Neh 3:8); “Salum… oficial de la mitad del distrito de Jerusalén, [y] sus hijas”  (Neh 3:12); y muchos más. Nehemías tuvo la capacidad de inspirar el compañerismo y organizar el proyecto de forma eficiente.

Pero entonces, igual que en la historia en Esdras de la reconstrucción del templo, surgió la oposición. Los líderes de pueblos locales intentaron entorpecer el esfuerzo de los judíos por medio de las burlas, pero “el pueblo tuvo ánimo para trabajar” (Neh 4:6). Cuando sus palabras no detuvieron la reconstrucción de la muralla, los líderes locales “conspiraron juntos para venir a luchar contra Jerusalén y causar disturbio en ella” (Neh 4:8).

Entonces, ¿a qué acción guió Nehemías a su pueblo? ¿A orar y confiar en Dios? ¿O a armarse para la batalla? Como era de esperar, el creyente pragmático los guió a hacer ambas cosas: “Entonces oramos a nuestro Dios, y para defendernos montamos guardia contra ellos de día y de noche” (Neh 4:9). De hecho, Nehemías también situó guardias en lugares especiales cuando aumentaron las amenazas contra los constructores de la muralla. Él animó a su pueblo a que no desmayaran por causa de sus opositores: “No les tengáis miedo; acordaos del Señor, que es grande y temible, y luchad por vuestros hermanos, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestras mujeres y vuestras casas” (Neh 4:14). Las personas debían luchar como consecuencia de su fe. Poco después, Nehemías añadió más palabras de ánimo diciendo, “nuestro Dios peleará por nosotros” (Neh 4:20). Sin embargo, esta no era una invitación a que los judíos bajaran sus armas y se concentraran en la construcción confiando solamente en la protección sobrenatural. Más bien, Dios pelearía por Su pueblo ayudándoles en la batalla. Él estaría trabajando en y por medio del trabajo de Su pueblo.

Algunas veces parece que los cristianos actuamos como si hubiera una pared rígida entre la búsqueda activa de nuestros propios planes y la espera pasiva de que Dios actúe. Estamos conscientes de que esta es una dualidad falsa, lo que explica el porqué, por ejemplo, la teología cristiana ortodoxa histórica rechaza la premisa de la ciencia cristiana de que los tratamientos médicos son actos de infidelidad hacia Dios. Sin embargo, hay momentos en los que somos tentados a volvernos pasivos mientras esperamos que Dios actúe. Si usted está desempleado, sí, Dios quiere que consiga trabajo. Para conseguir el trabajo que Dios quiere para usted, es necesario que escriba un currículum, haga una búsqueda, aplique a empleos, tenga una entrevista y sea rechazado docenas de veces antes de encontrar ese trabajo, igual que todo el mundo. Si usted es padre, sí, Dios quiere que disfrute la crianza de sus hijos, pero también se requerirá que establezca y haga respetar los límites, que esté disponible en momentos poco oportunos para usted, que discuta los temas difíciles con ellos, que llore y sufra a su lado cuando hayan tropezones y huesos o corazones rotos, que les acompañe a hacer la tarea, les pida perdón cuando se equivoque y les ofrezca su perdón cuando fallen. El arduo trabajo de Nehemías y compañía nos advierte que confiar en Dios no significa sentarnos y cruzarnos de brazos esperando que nuestras dificultades se solucionen por arte de magia.

“Nehemiah (person)” [Nehemías (personaje)] en The Anchor Bible Dictionary [Diccionario bíblico Anchor], ed. David Noel Freedman (Nueva York: Doubleday, 1992).

La relación entre las prácticas de préstamos y el temor del Señor (Nehemías 5:1 - 5:19)

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El proyecto de construcción de Nehemías fue amenazado no solo desde el exterior, sino también desde el interior. Ciertos nobles y oficiales judíos adinerados se estaban aprovechando de los tiempos difíciles en el aspecto económico para llenarse los bolsillos (Neh 5). Le estaban prestando dinero a otros judíos esperando que les pagaran intereses, lo cual estaba prohibido en la ley judía (por ejemplo en Éx 22:25).[1] Cuando los deudores no podían pagar los préstamos, perdían su tierra e incluso se les obligaba a vender a sus hijos como esclavos (Neh 5:5). La respuesta de Nehemías fue exigirles a los ricos que dejaran de cobrar intereses sobre los préstamos y que regresaran todo lo que habían quitado a sus deudores.

En contraposición al egoísmo de quienes se habían estado aprovechando de sus compatriotas judíos, Nehemías no usó su posición de liderazgo para aumentar su fortuna personal. “A causa del temor de Dios”, incluso se rehusó a cobrarle un impuesto al pueblo para pagar sus propios gastos, a diferencia de sus predecesores (Neh 5:14-16). En cambio, invitó generosamente a muchas personas a comer en su mesa, pagando estos gastos con sus ahorros personales sin pedirle dinero al pueblo (Neh 5:17-18).

En cierto sentido, los nobles y los oficiales eran culpables de la misma clase de dualismo que hemos mencionado. En su caso, no estaban esperando pasivamente a que Dios resolviera sus problemas. En cambio, estaban buscando activamente sus propias ganancias como si la vida económica no tuviera nada que ver con Dios. Sin embargo, Nehemías les dice que su vida económica es de gran importancia para el Señor porque a Él le importa todo en la sociedad, no solo los aspectos religiosos: “¿No deberían mostrar la debida reverencia a nuestro Dios y evitar así el reproche de los paganos, nuestros enemigos [a quienes se vendían los deudores judíos como esclavos por culpa de los nobles]?” (Neh 5:9 NVI). Nehemías relaciona un problema económico (la usura) con el temor de Dios.

Los temas de Nehemías 5, aunque emergen de un contexto legal y cultural lejano al nuestro, nos retan a considerar qué tanto deberíamos ganar en lo personal a partir de nuestra posición y privilegio e incluso de nuestro trabajo. ¿Debemos colocar nuestro dinero en bancos que conceden préstamos con intereses o invertir nuestro dinero en fondos que incluyan compañías con prácticas cuestionables? ¿Debemos aprovechar los beneficios especiales que nos ofrecen en nuestro lugar de trabajo, incluso si estos representan un costo considerable para otros? Puede que los mandatos específicos de Nehemías (no cobrar intereses, no incautar las garantías, no forzar la venta de personas como esclavas) apliquen en nuestro tiempo de forma diferente, pero en la base de estos se encuentra una oración que todavía aplica: “Acuérdate de mí, Dios mío, para bien, conforme a todo lo que he hecho por este pueblo” (Neh 5:19). Como lo fue para Nehemías, el llamado de Dios para los trabajadores en la actualidad es a hacer todo lo que podamos por las personas a nuestro alrededor. En la práctica, eso significa que cada uno de nosotros le debe a Dios la responsabilidad de cuidar la nube de personas que dependen de nuestro trabajo: empleadores, compañeros de trabajo, clientes, familiares y muchos otros. Puede que Nehemías no nos diga exactamente cómo manejar las situaciones en el lugar de trabajo hoy día, pero sí nos dice cómo orientar nuestras mentes mientras tomamos decisiones. Debemos poner primero a las personas.

La pregunta de si la Biblia prohíbe prestar dinero con intereses tiene una historia larga y discutida en la teología cristiana. Consulte el artículo de la Teología del Trabajo bajo el tema Finance Overview  [Finanzas] llamado, “Does the Bible Prohibit Charging Interest?” [¿La Biblia prohíbe cobrar intereses?] en www.theologyofwork.org.

Nehemías le da el crédito a Dios (Nehemías 6:1 - 7:73)

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Los problemas externos e internos que enfrentó Nehemías no se limitaron a la muralla, la cual se completó en solo cincuenta y dos días (Neh 6:15). De los enemigos de Judá se dice que, “desfalleció su ánimo; porque reconocieron que esta obra había sido hecha con la ayuda de nuestro Dios” (Neh 6:16). Aunque Nehemías había usado su posición importante de liderazgo para inspirar y organizar a los constructores, aunque ellos habían trabajado incansablemente, y aunque la sabiduría de Nehemías le permitió eludir los ataques y las distracciones, con todo él vio esto como un trabajo hecho con la ayuda de Dios. Dios trabajó por medio de él y su pueblo, usando sus dones y su trabajo para alcanzar los propósitos divinos.

El restablecimiento de la vida de acuerdo al pacto, fase dos:Esdras y Nehemías juntos (Nehemías 8:1)

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Luego de finalizar la muralla que rodeaba a Jerusalén, los israelitas se reunieron en la ciudad con el fin de renovar su pacto con Dios. Esdras reapareció en este punto para leer la ley frente al pueblo (Neh 8:2-5). Al escuchar la ley, el pueblo lloró (Neh 8:9), pero Nehemías los reprendió por su tristeza y les dijo, “Id, comed de la grosura, bebed de lo dulce, y mandad raciones a los que no tienen nada preparado; porque este día es santo para nuestro Señor” (Neh 8:10). Independientemente de lo fundamental que puede ser el trabajo para servir a Dios, la celebración también es esencial. En los días santos, las personas deben disfrutar los frutos de su trabajo y compartirlos con aquellos que no tienen tales deleites.

Sin embargo, como lo demuestra Nehemías 9, también hubo un tiempo para la aflicción santa, cuando las personas confesaron sus pecados a Dios (Neh 9:2). Su confesión llegó en el marco de la lectura extensa de todas las cosas que Dios había hecho, comenzando con la creación misma (Neh 9:6) y siguiendo por los eventos cruciales del Antiguo Testamento. La falta de fidelidad de Israel al Señor explicó, entre otras cosas, porqué el pueblo elegido de Dios era “esclavo” de los reyes extranjeros y porqué aquellos reyes disfrutaron los frutos del trabajo de los israelitas (Neh 9:36-37).

Una de las promesas hechas por el pueblo al renovar su pacto con el Señor fue el compromiso de guardar el Sabbath (Neh 10:31). En particular, prometieron no hacer negocios durante el Sabbath con “los pueblos de la tierra”, quienes trabajaban en ese día. Los israelitas también se comprometieron a cumplir su responsabilidad de sustentar el templo y sus trabajadores (Neh 10:31-39). Esto se haría dándole al templo y a su personal un porcentaje del fruto de su propio trabajo. Ahora, como entonces, el compromiso de dar un porcentaje de nuestros ingresos para sustentar “el servicio de la casa de nuestro Dios” (Neh 10:32) es tanto un medio necesario para financiar el trabajo de la adoración, como un recordatorio que todo lo que tenemos viene de la mano de Dios.

Luego de terminar su tarea de construir la muralla de Jerusalén y supervisar la restauración de la sociedad allí, Nehemías regresó a servir al rey Artajerjes (Neh 13:6). Tiempo después regresó a Jerusalén, donde descubrió que algunas de las reformas que había iniciado estaban progresando, mientras que otras habían sido olvidadas. Por ejemplo, se dio cuenta de que algunas personas trabajaban en el Sabbath (Neh 13:15). Los oficiales judíos estaban permitiendo que los comerciantes gentiles trajeran sus productos a Jerusalén para venderlos en el día de reposo (Neh 13:16), así que Nehemías reprendió a aquellos que habían incumplido el mandato del Sabbath (Neh 13:17-18). Además, con su metodología típicamente pragmática, cerró las puertas de la ciudad antes de que comenzara el Sabbath y las mantuvo así hasta que el día de reposo terminó. También colocó algunos de sus sirvientes en las puertas para que pudieran decirle a los vendedores potenciales que se fueran (Neh 13:19).

Con base en Nehemías no se puede responder si los cristianos debemos o no guardar el Sabbath y la forma de hacerlo. Se necesita una conversación teológica mucho más amplia.[1] No obstante, este libro nos recuerda lo fundamental que era para el primer pueblo que vivió conforme al pacto el guardar el Sabbath, y la amenaza que significaba la interacción económica con aquellos que no guardan este día. En nuestro propio contexto, ciertamente era más fácil para los cristianos guardar el Sabbath cuando los centros comerciales estaban cerrados en día del Señor. Sin embargo, nuestra cultura contemporánea de comercio a toda hora nos pone en la situación de Nehemías, en la que se requiere una decisión consciente —y potencialmente costosa— con respecto al Sabbath.

Ver los artículos bajo el tema “Rest and Work ” [El descanso y el trabajo] en www.teologiadeltrabajo.org

El trabajo dentro de un sistema caído (Ester 1-10)

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El libro de Ester comienza con una fiesta lujosa que ofrece el rey Asuero (conocido en la historia fuera de la Biblia como Jerjes) para mostrar su magnificencia (Est 1:1-8). Luego de consumir grandes cantidades de vino, Asuero le ordenó a sus siervos que trajeran a la reina Vasti con el fin de mostrarla y alardear ante los invitados de la fiesta (Est 1:10-11). Al ver que la solicitud era humillante, Vasti se rehusó (Est 1:12). Su negativa molestó a los hombres que asistieron, quienes temían que su ejemplo llevaría a otras mujeres en el reino a levantarse contra sus esposos (Est 1:13-18). Por lo tanto, Vasti fue “despedida”, por decirlo de alguna manera, y comenzó el proceso para encontrar una nueva reina para Asuero (Est 1:21-2:4). Este episodio describe una cuestión familiar, pero toda familia de la realeza también es un lugar de trabajo del ámbito político. Por esto, la situación de Vasti también es una cuestión relacionada con el lugar de trabajo, en la que el jefe busca explotarla debido a su condición de ser mujer y después la retira de su lugar cuando ella no responde conforme a lo que él desea.

Cuando el rey buscó el reemplazo de Vasti, una joven judía llamada Ester terminó en el harén en donde la prepararon exhaustivamente para que el rey la recibiera en su habitación una noche (Est 2:8-14). Desde nuestro punto de vista, ella estaba cautiva en un sistema opresivo y sexista y pronto iba a perder su virginidad en manos de un tirano egoísta. Sin embargo, ella no era una víctima pasiva, sino que hizo que el sistema funcionara para su propio beneficio, durmiendo con el rey, guardando silencio acerca de la opresión de Vasti y engañando al rey acerca de su origen étnico (Est 2:20).

Gracias a su extraordinaria belleza, Ester se ganó el favor del rey y fue coronada como la nueva reina (Est 2:17). Su disposición para unirse a un harén real y convertirse en la esposa de un rey pagano es aún más sorprendente, teniendo en cuenta el énfasis que se da en Esdras y Nehemías acerca de lo incorrecto que es el matrimonio entre judíos y gentiles (Esd 9:1-4; Neh 13:23-27). Luego de leer la oración de confesión y dolor de Esdras al enterarse de que algunos judíos se habían casado con gentiles (Esd 9:13-15), solo nos podemos imaginar qué podrá haber pensado acerca del matrimonio de Ester y Asuero.

El contraste entre el cumplimiento fiel de Esdras y Nehemías a la ley judía y las concesiones religiosas y morales de Ester no podría verse más claramente. Ester estaba dispuesta a hacer lo que fuera para salir adelante; estaba ansiosa por tomar ventaja de la mala fortuna de cualquier otra mujer y más que dispuesta a someterse a la explotación. Las concesiones morales —sean o no de la magnitud de las de Ester— son comunes para casi todos los cristianos en sus lugares de trabajo. ¿Hay alguien que jamás haya realizado acciones moralmente dudosas en su trabajo? ¿Hay alguien que nunca haya guardado silencio cuando el maltrato hacia otro funciona para su propio beneficio, o cuando el jefe esconde su propia incompetencia despidiendo a un subordinado, o al ver que el trabajo más peligroso y sucio queda una vez más para el extranjero? ¿Hay alguien que nunca haya matizado la verdad para ganar lo que quería, insinuando que tuvo una mayor responsabilidad de la verdadera por un evento pasado o pretendiendo saber más de lo que realmente sabe en una clase o en el trabajo?

Ester entró al palacio con su acceso al alto poder e influencia. No parecía interesada en si Dios tendría algún plan o propósito para ella allí. De hecho, Dios ni siquiera se menciona en el libro de Ester, aunque eso no significa que Dios no tenía un plan o un propósito para ella en la corte de Asuero. Resulta que su primo Mardoqueo era más cuidadoso de guardar la ley judía, lo cual tiempo después causó que tuviera un conflicto con el más alto oficial de Asuero, Amán (Est 3:1-6). Amán respondió conspirando para matar no solo a Mardoqueo sino a todo el pueblo judío (Est 3:7-15) y cuando Mardoqueo supo de la confabulación, le informó a Ester. Aunque todo su pueblo estaba a punto de ser destruido, ella parecía indiferente.

La excusa de Ester fue que involucrarse en el problema podría poner en peligro su posición e incluso su vida (Est 4:11). Parecía que el rey ya había perdido el interés en ella, ya que no la había llamado durante los treinta días anteriores. Es inconcebible pensar que el rey estaba durmiendo solo, lo que significa que alguna otra mujer (o mujeres) había “sido llamada para ir al rey” (Est 4:11). Para Ester, intervenir a favor de su pueblo sería demasiado arriesgado, pero Mardoqueo le respondió con dos argumentos. Primero, que la vida de ella estaba en riesgo, sea que interviniera o no. “No pienses que estando en el palacio del rey sólo tú escaparás entre todos los judíos” (Est 4:13). Y segundo, “¿Quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser reina?” (Est 4:14). Estos dos argumentos juntos llevaron a que Ester diera un giro de 180 grados. “Iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco” (Est 4:16). La persona que solo quería ascender en su posición social y que no se interesaba por el bien de nadie sino el suyo propio, de repente ofrece arriesgar su vida por el bien de otros.

Note que los dos argumentos de Mardoqueo se referían a dos aspectos diferentes. El primero trata sobre la autoconservación. Tú, Ester, eres judía, y si se ordena que se asesine a todos los judíos, eventualmente te encontrarán y te asesinarán. El segundo argumento se refiere al destino, con una insinuación de obra divina. Ester, si te preguntas porqué tú de todas las jóvenes terminaste siendo la esposa de rey, tal vez es porque hay un propósito más grande para tu vida. El primer argumento parece básico, mientras que el segundo parece noble. ¿Cuál de los dos produjo el cambio en Ester?

Tal vez ambos argumentos de Mardoqueo fueron los pasos hacia el cambio de opinión de Ester. El primer paso fue la identificación. Por fin, Ester se identificó con su pueblo. En este sentido, ella tomó el mismo paso que Jesús tomó al nacer cuando se identificó con la humanidad. Y tal vez este paso, tomado egoístamente como pudo ser en el caso de Ester, es lo que abrió su corazón a los propósitos de Dios.

El segundo paso fue el servicio. Identificada ahora con el peligro mortal de su pueblo, Ester asumió la tarea de intervenir con el rey arriesgando su posición, sus posesiones y su vida. Su posición privilegiada se convirtió en un medio para servir, en vez de ser un servicio para sí misma. A pesar de su historia, la cual inicia con incredulidad e inobservancia, Dios usó a Ester no menos de lo que usó a Esdras y Nehemías, dos grandes ejemplos morales. El servicio de Ester se ajusta al lugar de trabajo actual de diferentes maneras:[1]

  • Muchas personas, cristianas o no, hacen concesiones éticas en su búsqueda del éxito en su carrera. Ya que todos estamos en los zapatos de Ester, todos tenemos la oportunidad —y responsabilidad— de dejar que Dios nos use de todas maneras, a pesar de nuestra historia de fracaso moral. ¿Usted ha tomado atajos para conseguir su empleo? A pesar de ello, Dios lo usará para pedir que se termine con las prácticas engañosas en su lugar de trabajo. ¿Usted ha hecho un uso inapropiado de bienes corporativos? Aun así, Dios puede usarlo para depurar los registros falsificados en su departamento. La hipocresía pasada no es excusa para no acatar lo que Dios requiere ahora de usted. Que haya usado mal sus habilidades dadas por Dios en el pasado no significa que debe creer que no puede usarlas para los buenos propósitos de Dios ahora, y Ester es el modelo para todos nosotros, los que no estamos a la altura de la gloria de Dios. Así que no diga, “Si supiera cuántos atajos poco éticos he tomado para llegar aquí. Ahora Dios no puede usarme”.

  • Dios usa las circunstancias vigentes de nuestra vida. La posición de Ester le dio oportunidades únicas de servir a Dios. La posición de Mardoqueo le dio a él oportunidades diferentes. Debemos aprovechar las oportunidades particulares que tenemos; en vez de decir, “Yo haría algo grandioso para Dios si tuviera la oportunidad”, debemos decir, “tal vez he llegado a esta posición para una ocasión como esta”.

  • Nuestra posición es espiritualmente peligrosa. Es posible que lleguemos a dejar que nuestro valor y nuestra misma existencia sean determinadas por nuestra posición. Entre más privilegiadas sean, más grande será el peligro. Ester dejó de verse a sí misma como una joven judía y comenzó a verse solamente como la reina de Persia. Hacer lo mismo nos vuelve esclavos de factores que no podemos controlar. Si convertirnos en Director General, tener un puesto permanente o mantener un buen trabajo se convierte en algo tan importante que dejamos a un lado todo lo demás, entonces ya nos hemos perdido.

  • Servir a Dios requiere arriesgar nuestra posición. Si usted usa su posición para servir a Dios, puede perder la posición y sus posibilidades futuras. Esto es doblemente aterrador si usted se identifica a sí mismo con su trabajo o su carrera laboral. Sin embargo, la verdad es que nuestra posición también está en riesgo si no servimos a Dios. El caso de Ester es extremo ya que sabía que podía ser asesinada si arriesgaba su posición al intervenir y sería asesinada si no intervenía. De alguna manera, ¿nuestra posición es más segura que la de Ester? Como lo dice la frase famosa de Jim Elliot, no es ningún necio el que entrega lo que no puede guardar, para ganar lo que no puede perder. En realidad, el trabajo hecho para el servicio de Dios nunca se podrá perder.

Para Ester y los judíos, la historia tiene un final feliz. Ester se arriesgó a acercarse al rey sin haber sido invitada, y aun así obtuvo gracia ante sus ojos (Est 5:1-2). Ella usó un plan astuto para engatusarlo en el transcurso de dos banquetes (Est 5:4-8; 7:1-5) y para manipular a Amán para que expusiera su propia hipocresía en su búsqueda de asesinar a los judíos (Est 7:6-10). El rey revocó el juicio contra los judíos (Est 8:11-14) y recompensó a Mardoqueo y a Ester con riquezas, honor y poder (Est 8:1-2; 10:1-3). Ellos a su vez mejoraron la situación de los judíos en el Imperio persa (Est 10:3). Amán y los enemigos de los judíos fueron sacrificados (Est 7:9-10; 9:1-17), y las fechas de la salvación de los judíos —el 14 y 15 de Adar— se convirtieron desde entonces en el festival de Purim (Est 9:17-23).

Las ideas de esta sección se extraen del sermón de Tim Keller “If I Perish, I Perish” [Si perezco, perezco], el cual fue dado en la iglesia presbiteriana Redeemer en la ciudad de Nueva York, el 22 de abril del 2007. Este sermón se puede descargar en formatos MP3 y de disco compacto, 42.17, en: http://www.gospelinlife.com/if-i-perish-i-perish-5610.html.

La mano oculta de Dios y la respuesta humana (Ester)

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Como señalamos anteriormente, Dios no se menciona en el libro de Ester y a pesar de esto, es un libro de la Biblia. Por tanto, los escritores de los comentarios buscan la presencia escondida de Dios en Ester y generalmente señalan el versículo crucial: “¿Y quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser reina?” (Est 4:14). La implicación es que ella ha llegado a su posición no por suerte o gracias al destino, o por sus propias artimañas, sino por la voluntad de un actor invisible. Aquí podemos ver la escritura divina en la pared. Ester ha llegado a su posición real gracias a “la mano bondadosa de Dios [sobre ella]”, como lo hubieran dicho Esdras y Nehemías (Esd 8:18; Neh 2:18).

Esto nos reta a considerar cómo Dios puede estar trabajando en formas que no reconocemos. Cuando una compañía secular elimina sesgos en ascensos y escalas salariales, ¿Está Dios trabajando allí? Cuando una persona cristiana es capaz de acabar con las prácticas engañosas de contabilidad, ¿debe anunciar que lo hizo porque es cristiana? Si los cristianos tienen la oportunidad de unirse con judíos y musulmanes para pronunciarse a favor de que haya espacios religiosos razonables en una corporación, ¿deberían verlo como un trabajo de Dios? Si usted puede hacer el bien aceptando un trabajo en una administración política afectada por concesiones, ¿Dios lo podría estar llamando a que acepte la oferta? Si usted enseña en una escuela que lo lleva a los límites de su conciencia, ¿debería encontrar la manera de renunciar al trabajo o debería redoblar su compromiso de quedarse en ese lugar?

Conclusiones de Esdras, Nehemías y Ester

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Los libros de Esdras, Nehemías y Ester tienen varios aspectos en común. Los tres son narrativas relativamente cortas acerca de eventos que ocurren durante el reinado del Imperio Persa. Los tres involucran a reyes persas y otros oficiales del gobierno. Los tres se centran en las actividades de judíos que estaban buscando progresar en un ambiente que era, de muchas maneras, hostil para la práctica de su fe en Dios. Los tres dan testimonio del hecho de que un rey persa podía ser útil para los judíos en su esfuerzo por sobrevivir y prosperar. Los tres presentan a líderes importantes cuyas acciones son modelos para imitar. Y también, los tres libros muestran personas trabajando, lo que a su vez provee una oportunidad para que reflexionemos sobre la forma en que los textos afectan nuestra percepción del trabajo y cómo este se relaciona con Dios.

Sin embargo, los tres libros presentan una gran diferencia de opinión sobre temas cruciales. Esto es así incluso en Esdras y Nehemías, que eran originalmente dos partes de un solo libro. En Esdras, confiar en Dios requiere que el pueblo atraviese un territorio peligroso sin guardias del rey. En Nehemías, la oferta de un séquito real se toma como una evidencia de la bendición de Dios. Esdras representa lo que podría llamarse una “fe idealista”, mientras que Nehemías practica una “fe pragmática”. En Ester, la mano de Dios está oculta, y se revela principalmente en el uso astuto de Ester de su ingenio y su posición al servicio de su pueblo. Su fe podría llamarse “fe astuta”.

Sin embargo, Esdras y Nehemías mantienen una visión similar del trabajo de Dios en el mundo. Dios está involucrado en la vida de todas las personas, no solo sus escogidos. Dios mueve los corazones de los reyes paganos, llevándolos a que apoyen Sus propósitos. El Señor inspira a Su pueblo a dedicarle a Él su trabajo usando una gran variedad de líderes fuertes y voces proféticas para cumplir Sus propósitos. En Esdras, Dios usa a un sacerdote fiel para reconstruir Su templo. En Nehemías, Dios usa a un laico fiel para reconstruir la muralla de su capital. En Ester, Dios usa a una judía inicialmente inobservante y con muchas concesiones para salvar al pueblo judío del genocidio. Desde la perspectiva de los tres libros, Dios está trabajando en todo el mundo, usando el trabajo de toda clase de personas.