Mujeres trabajadoras en el Antiguo Testamento

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Desde tiempos inmemoriales, hombres y mujeres han trabajado juntos en cualquier proyecto en el que se hayan encontrado. En las primeras colonias estadounidenses las mujeres trabajaban en tareas que iban desde abogadas a sepultureras, de herreras a armeras, de carceleras a constructoras navales, de carniceras a leñadoras. Algunos historiadores nos dicen que las mujeres conducían transbordadores y operaban aserraderos y molinos. Forjaban anteojos y pintaban casas. Toda clase de trabajo realizado por hombres era, al menos ocasionalmente, realizado por mujeres. Las esposas conocían bien el trabajo de sus esposos y a menudo se hacían cargo del negocio, manejándolo exitosamente cuando el esposo fallecía.

Pero con el desarrollo de la Revolución Industrial a principios del siglo XIX, el «trabajo de hombres» y el «trabajo de mujeres» se separó cada vez más al punto de que la Doctrina de las Esferas Separadas1 se arraigó firmemente en el pensamiento de la gente. Se consideraba que hombres y mujeres eran tan diferentes que no podía haber ninguna superposición en sus habilidades u ocupaciones. Cualquier idea de hombres y mujeres trabajando codo a codo estaba fuera de discusión.

Pero ese no fue el propósito original de Dios. En Génesis 1:26-28 escuchamos a Dios hablar:

Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra». Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: «Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra».

Nótese que Dios les dio dos tareas tanto al hombre como a la mujer: crear familias (poblar la tierra) y someter la tierra, o más precisamente, ser administradores o cuidadores de la creación de Dios. A menudo se presume que el primer mandato acerca de la familia solo se le da a la mujer mientras que el segundo mandato acerca de administrar la tierra fue dado solo al hombre. Pero esta es una lectura errónea del texto. Dios les dio ambos mandatos tanto al hombre como a la mujer. Esto implica que los hombres deberían tener responsabilidades familiares tanto como en el trabajo, y las mujeres deben tener responsabilidades en el mundo en general tanto como en el hogar.

Al volver la página a Génesis 2:18 obtenemos una imagen más clara de ese mandato original. «Y el Señor Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea”». Anteriormente en Génesis 2, el hombre había sido puesto en un bello huerto y se le había asignado la tarea de labrarlo y cuidarlo. En Génesis 2:18 Dios crea una mujer para que trabaje junto al hombre en la misma labor.

Bartkowski, John P.; Xu, Xiaohe (2010). «Religion and Family Values Reconsidered: Gender Traditionalism among Conservative Protestants». En Ellison, Christopher G.; Hummer, Robert A. Religion, families, and health: population-based research in the United States. New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press. pp. 106–125.

Dios creó a la mujer como una clase de ayuda ezer (Génesis 2:18)

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Muchas opiniones de las mujeres trabajadoras han sido moldeadas por la palabra en Génesis 2:18, «ayuda» (ezer). En consecuencia, esta palabra amerita una atención algo mayor. ¿La mujer debía ser meramente una útil asistente para el hombre? En nuestros días usamos la palabra «ayuda» en el sentido de un ayudante de plomero, quien le pasa al jefe la llave apropiada para el trabajo. Pero eso está lejos del significado de la palabra hebrea que se usa para describir a la primera mujer.

Dios creó a la mujer como una ezer. La palabra ezer aparece veintiún veces en el Antiguo Testamento. En dos casos se refiere a la primera mujer, Eva, en Génesis 2. Tres veces se refiere a naciones poderosas a las que Israel pidió ayuda cuando estaba asediado. En los dieciséis casos restantes, la palabra se refiere a Dios como nuestra ayuda. Él es el que se pone a nuestro lado en nuestro desvalimiento. Ese es el sentido de ezer. Puesto que Dios no está subordinado a sus criaturas, cualquier idea de que una ayuda ezer es inferior resulta insostenible. En su libro Man and Woman: One in Christ, Philip Payne lo expresa así: «El sustantivo usado aquí [ezer] a lo largo del Antiguo Testamento no sugiere que “ayuda” sea como “sirviente”, sino socorro, salvador, rescatador, protector como en “Dios es nuestra ayuda”. En ningún otro caso del Antiguo Testamento se refiere a alguien inferior, sino siempre a un superior o un igual… “Ayuda” expresa que la mujer es una ayuda/fuerza que rescata o salva al hombre».

Mientras que muchos cristianos devotos ven la función de la mujer como una subordinada al hombre, la palabra ezer en el original hebreo revierte esa idea. La mujer no fue creada para servir al hombre, sino para servir con el hombre. Sin la mujer, el hombre era solo la mitad de la historia. Ella no fue una ocurrencia tardía o un añadido opcional a un hombre independiente y autosuficiente. Dios dijo en Génesis 2:18 que sin ella el estado del hombre «no es bueno». La intención de Dios al crear a la mujer para el hombre era que los dos fueran socios en las múltiples tareas implicadas en la administración de la creación de Dios.

Génesis 3 y el nacimiento del pecado

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Mientras que Génesis 1 y 2 nos muestran cómo pretendía Dios que fueran los seres humanos, Génesis 3 nos muestra lo que el hombre y la mujer eligieron llegar a ser. Probablemente conoces la historia sobre el árbol prohibido llamado el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, y acerca de una serpiente que persuadió a la mujer de que comer de su fruto prohibido la haría como Dios, y lo sabría todo, tanto lo bueno como lo malo. Ella fue persuadida, y el hombre parado a su lado siguió su ejemplo. En el instante en que ambos comieron el fruto, todo cambió para ambos. La labor del hombre seguiría siendo la de cultivar la tierra, pero ahora tendría que lidiar con condiciones inclementes. Parte del castigo a la mujer fue que su deseo sería para el hombre, pero él la dominaría. Entre las consecuencias de la Caída, nació el patriarcado.

Patriarcado significa la dominación de los hombres a las mujeres. La palabra describe cómo se han estructurado las sociedades desde muy temprano en la historia humana. En Génesis 4, vemos que la poligamia también apareció tempranamente, cuando Lamec se jacta con sus dos esposas de su capacidad de derrotar a todos los oponentes. Después que Adán y Eva abandonaron el huerto, las mujeres se convirtieron en propiedad coleccionable. La acumulación de obscenidad y violencia significó que «el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal» (Génesis 6:5).

Las personas pecadoras tratan a los demás injustamente. Esto ha sido así casi desde el comienzo del tiempo y es así hoy. Hombres y mujeres pueden sufrir un trato injusto en el trabajo y sentirse impotentes para cambiar sus circunstancias. Pero Dios está consciente del mal que existe en los corazones humanos. Él usa rutinariamente instrumentos humanos para contrarrestar el mal y a sus perpetradores.

Sifra y Puá: Dos parteras ezer desafían al rey (Éxodo 1:8-22)

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Una consecuencia del pecado de la mujer fue el aumento en la frecuencia de embarazos y el aumento del dolor al dar a luz los bebés (Génesis 3:16). Entran las parteras. Las parteras han sido parte de la experiencia humana desde que tenemos registros históricos2. En Éxodo 1, esta vocación particularmente femenina asume un papel protagónico en un contexto político. El escenario es Egipto, donde el pueblo hebreo está cruelmente esclavizado, obligados a construir las ciudades de Pitón y Ramsés con escasos materiales. «Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y más se extendían, de manera que los egipcios llegaron a temer a los hijos de Israel» (Éxodo 1:12).

El Faraón (rey) les ordenó a las parteras que mataran a todos los bebés varones al nacer, pero las parteras «temían a Dios» y dejaron con vida a los varones. Jonathan Magonet ha denominado a estas dos parteras «los ejemplos más tempranos y en cierta forma los más potentes de resistencia a un régimen malvado». Estas dos valientes mujeres, con una orden de cometer genocidio, arriesgaron la vida al desobedecer al Faraón. Ellas fueron mujeres ezer en el sentido original de la palabra, ayudando a aquellos que necesitaban su ayuda. Dispuestas a oponerse valientemente al mal, estas mujeres usaron su pericia profesional para socorrer a su pueblo en un tiempo de crisis.

A veces las mujeres ezer son llamadas a oponerse a un poder maligno, o a socorrer a los más débiles, o ambas cosas. Uno de los bebés hebreos salvado por las parteras creció para desafiar al Faraón y libertar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. Honramos a Moisés como uno de los grandes héroes de la historia hebrea, pero él sobrevivió solo porque dos parteras, Sifra y Puá, arriesgaron la vida cuando contrariaron la orden del rey.

A veces las mujeres (y los hombres) en el mundo laboral de hoy se encuentran enfrentando una orden del jefe que no pueden llevar a cabo éticamente. Conocer la voluntad de Dios y llevarla a cabo en tales circunstancias puede costarles su empleo. Pero tal como Dios honró a las parteras egipcias, Dios honra a aquellos que hoy defienden y luchan por lo correcto en el trabajo.

Papiros del antiguo Egipto reconocen la labor de partera como una ocupación con conocimiento profesional acumulado. https://en.wikipedia.org/wiki/Midwifery#Antiquity

Rahab: Situaciones diversas requieren trabajo ezer (Josué 2)

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A veces mujeres sorprendentes son llamadas a mostrarse como ezers en situaciones inusuales. Rahab fue uno de esos ejemplos. Esta es la historia detrás. Dios había usado a Moisés para libertar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, y Moisés había conducido a este enorme grupo de personas durante cuarenta años en el desierto antes que llegaran al oriente de Canaán, listos para conquistar la Tierra Prometida. Para entonces, Moisés había muerto y Josué tomó el mando de alrededor de tres millones de personas acampadas al este del Río Jordán, en la otra ribera de su destino.

En tanto que los israelitas (el pueblo hebreo) se preparaban para la batalla, su primer objetivo era la importante ciudad amurallada de Jericó. Como un sabio comandante, Josué envió espías al otro lado del río para que se informaran todo lo posible acerca de la ciudad. Entra la mujer ezer llamada Rahab. La mayoría de las traducciones bíblicas nos dicen que ella era una prostituta, aunque algunos piensan que era simplemente una mesonera. Independientemente de su profesión, ella tenía una casa que atravesaba el doble muro alrededor de Jericó, una buena ubicación desde donde los dos espías podían llevar a cabo su misión. Josué 2 relata la experiencia de ellos allí.

El rey de Jericó oyó de los espías y envió un contingente de soldados a arrestarlos. Pero Rahab ocultó a los espías sobre su techo plano bajo manojos de lino que secaba allí. Ella les dijo a los soldados que los hombres habían venido a ella, pero se habían ido, y si los soldados se apresuraban, alcanzarían a los espías en el camino de vuelta al río. Cuando ya no había moros en la costa, Rahab subió al techo y tuvo una fascinante conversación con los dos espías israelitas.

¿Cómo es que una prostituta cananea podía mentir a las autoridades y aun así ser una mujer ezer? La respuesta está en su conversación con los dos espías, en la que ella dijo:

Sé que el Señor os ha dado la tierra, y que el terror vuestro ha caído sobre nosotros, y que todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante vosotros. Porque hemos oído cómo el Señor secó el agua del mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y de lo que hicisteis a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán… a quienes destruisteis por completo. Y cuando lo oímos, se acobardó nuestro corazón, no quedando ya valor en hombre alguno por causa de vosotros; porque el Señor vuestro Dios, Él es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. Ahora pues, juradme por el Señor, ya que os he tratado con bondad, que vosotros trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una promesa segura (Josué 2:8-12).

Rahab había llegado a creer que el Señor de los israelitas era efectivamente «Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra». Dándoles la espalda a los dioses y diosas de Canaán y a su lealtad a su propio pueblo, ella refugió a los espías y les salvó la vida. Había llegado a ser creyente en el Señor y estaba dispuesta a arriesgar su propia vida para promover los propósitos de Dios. Ella usó su poder ezer para respaldar su nueva lealtad. Descolgó a los espías con una fuerte cuerda desde una ventana en el muro exterior y los puso en camino a salvo. Puedes leer la historia de cómo Dios entregó asombrosamente Jericó en manos de los israelitas en Josué 6. Al final Rahab y toda su familia pasaron a formar parte pueblo de Dios. Todo lo que había hecho en el pasado se volvió irrelevante cuando se unió al Dios de Israel. Dios no la responsabilizó por su pasado, sino que le dio un nuevo comienzo. Esta no es la última vez que escuchamos de Rahab en la Biblia. En Mateo 1 descubrimos su nombre entre los ancestros de Jesucristo.

Esta mujer ezer está ante nosotros, dando testimonio de las posibilidades dentro de cada uno de nosotros. No importa lo que seas, o lo que pueda perseguirte de tu pasado, debes saber que Dios no mira aquello, sino lo que puedes llegar a ser por la fe. Dios es el Dios de los nuevos comienzos.

Débora: Una mujer ezer capacitada para liderar (Jueces 4-5)

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A veces Dios llama a una mujer al nivel más alto de liderazgo en un momento de crisis. En tanto que los israelitas se establecían en la Tierra Prometida, a menudo se desviaban de la fe en el Señor. El sacrificio humano, la prostitución ritual, y otras prácticas a menudo remplazaban la adoración al Señor. Cuando esto ocurría, Dios permitía que las naciones vecinas conquistaran Israel. Cuando alguien clamaba a Dios por liberación, el Señor levantaba a un líder para organizar una campaña militar para expulsar al opresor. En tal momento, encontramos a Débora, cuando las tribus del norte en Israel eran cruelmente oprimidas por el rey Jabín y su poder militar superior.

Encontramos a Débora por primera vez en su labor cotidiana como jueza sobre todo el pueblo de la tierra. La Biblia nos dice que Débora era tanto profetisa como jueza, una mujer sabia: «Se sentaba debajo de la palmera de Débora entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a pedir juicio» (Jueces 4:5). Pero al oír de la opresión de las dos tribus del norte, Débora la profetisa pasó a un rol de liderazgo diferente. En la seguridad de su país montañoso, ella podría haber ignorado los aprietos de los israelitas de las tierras planas del norte bajo la conquista de Jabín. Pero una mujer ezer con la capacidad de venir en auxilio del desvalido, eso es lo que hará.

Débora mandó a Barac (un habitante del norte) a levantar un ejército de diez mil hombres armados a quienes Dios usaría para derrotar a las fuerzas superiores del rey Jabín. Sucedía que Jabín tenía novecientos carros de hierro e Israel ninguno; los soldados de Israel estaban gravemente sobrepasados en armas. Dios le había dado a Débora la profetisa un plan de batalla, pero el nervioso Barac insistió en que Débora estuviera a su lado durante la batalla o no asumiría la tarea. Algunos cristianos tienen la noción de que los hombres no deben trabajar bajo la dirección de una mujer, pero Barac y Débora conformaron un equipo exitoso con Débora como su líder.

El desorganizado ejército israelita, acampando en las laderas del Monte Tabor, miró hacia abajo todos aquellos carros de hierro con arqueros y espadachines bien equipados y supo que semejante batalla era desesperanzada. Pero en el momento preciso, Débora al lado de Barac gritó: «¡Levántate!… el Señor ha salido delante de ti» (Jueces 4:14). Y en tanto que el ejército de Barac descendía por la pendiente del monte, Dios hizo entrar en pánico a las fuerzas enemigas. El historiador Josefo nos dice que una tormenta de granizo golpeó al ejército de Jabín en plena cara, cegando a los arqueros, los conductores de los carros y los caballos. La lluvia pronto convirtió la llanura en una ciénaga pantanosa que atrapó las ruedas de los pesados carros de hierro en el fango. El tranquilo arroyo Quisón en el lugar se desbordó e inundó la tierra, arrastrando a los guerreros al mar en sus turbulentas aguas. Al presenciar la liberación de Dios, Débora y Barac cantaron su alabanza a Dios: «¡Marcha, alma mía, con poder!» (Jueces 5:21).

En el libro de Jueces, Débora es la líder ejemplar, igual a los más grandes líderes de Israel. Ningún otro juez fue también llamado profeta, lo que indica la estrecha similitud de Débora con Moisés y Josué. Como profeta, ella tuvo una inamovible fe en Dios, lo que le dio fortaleza para guiar al pueblo. Ella sabía que fue el Señor quien derrotó al enemigo. Ella solo era un instrumento de Dios.

No todo hombre o mujer está llamado a liderar, pero toda mujer está creada para ser una ezer, para ponerse al lado de aquellos que sin su ayuda están desvalidos. Al igual que Débora, nuestra confianza está en Dios, no en nosotros. También nosotros podemos «marchar con poder» porque lo hacemos en la fortaleza del Señor nuestro Dios.

Rut: La nuera ezer

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El trabajo de las mujeres asume muchas formas. Entre las mujeres del Antiguo Testamento, algunas servían como parteras, algunas eran prostitutas o mesoneras, algunas eran profetas, y una era líder de la nación. Pero para muchas mujeres de hoy, como en los tiempos bíblicos, el trabajo está primordialmente dentro del hogar. En la esfera de la vida doméstica, las mujeres toman decisiones cada día acerca de cómo llevarán a cabo su trabajo necesario. A veces esas decisiones parecen fáciles; otras veces requieren un fuerte compromiso de ir más allá de lo que cualquiera esperaría normalmente. Así fue para una mujer moabita llamada Rut.

La historia detrás: en el pueblo israelita de Belén, un hombre llamado Elimelec heredó tierra, la cual él planeaba traspasar a sus hijos Mahlón y Quelión. (En el antiguo Medio Oriente, la propiedad casi siempre pasaba de padre a hijo, nunca a las hijas, con una excepción). La vida era buena para esta familia hasta que una hambruna en Belén los hizo huir a la nación vecina de Moab, donde había abundante comida. Allí los dos hijos se casaron con mujeres moabitas. Con el tiempo, el padre y los dos hijos murieron, y dejaron a tres viudas: Noemí (la esposa de Elimelec), Rut y Orfa. En aquella cultura, se esperaba que Rut y Orfa volvieran a la casa de su padre, donde se concertarían otros matrimonios. Esto era necesario porque una mujer no podía sobrevivir sin un hombre (padre, esposo o hijo) que se hiciera cargo de ella.

Cuando Noemí decidió regresar a Belén, instó a sus dos nueras a que volvieran a la casa de sus padres y buscaran otros esposos. Orfa aceptó, pero Rut se resistió. Ella más bien le porfió a Noemí: «No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios» (Rut 1:16). Estas son las palabras de una mujer ezer. Ella tenía muchas razones para seguir el ejemplo de Orfa, pero insistió firmemente en que iría con Noemí. Los israelitas odiaban a los moabitas, y si ella iba a Belén, enfrentaría el prejuicio como inmigrante. Pero Rut sabía que Noemí no tenía a nadie más que la cuidara. Así que Noemí y Rut viajaron juntas a un futuro incierto en Belén.

Al llegar, la primera preocupación de Rut fue hallar alimento para las dos. La cosecha de cebada estaba en su mejor momento, y Rut se volvió una «recolectora». Extranjera o no, este trabajo estaba hecho para ella. La recolección significaba gatear sobre las manos y las rodillas por las hileras de cereal, recuperando cualquier grano que los segadores hubieran dejado. Cuando el dueño del campo (un hombre llamado Booz) vio el compromiso de Rut y oyó de su historia, resolvió añadir a su recolección. Cuando Noemí oyó de la generosidad de Booz, desarrolló un osado plan: Rut, una inmigrante sin un centavo, ¡al final le propondría matrimonio al rico israelita dueño de una siembra de cebada!

El pequeño libro de Rut en el Antiguo Testamento se puede leer completo en menos de una hora. Si lo lees, sabrás que la estratagema de Noemí tuvo éxito. Cuando Rut le pidió a Booz: «Extiende, pues, tu manto sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano» (Rut 3:9), él conoció una propuesta de matrimonio cuando la escuchó. Booz le respondió: «Bendita seas del Señor, hija mía. Has hecho tu última bondad mejor que la primera, al no ir en pos de los jóvenes, ya sean pobres o ricos. Ahora hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas, pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa».

La palabra hebrea que aquí se traduce como «virtuosa», chayil, en realidad tiene un significado mucho más fuerte en la Biblia. Es una palabra común que aparece 246 veces en el Antiguo Testamento. Exceptuando muy pocos casos, siempre se refiere a soldados o ejércitos y habitualmente se traduce como «fortaleza» o «valor». Un soldado que rehúsa abandonar su puesto frente al peligro es un soldado chayil. Esta es la clase de fortaleza que Rut puso en su cuidado de Noemí.

Sin embargo, había un obstáculo antes que pudiera celebrarse una boda: un pariente más cercano quería la tierra de Elimélec, y Booz sabía que el hombre tenía el derecho prioritario. Pero cuando esa persona descubrió que Rut iba incluida en la negociación, echó pie atrás a causa de las complejas leyes de herencia que implicaban que un hijo de él a través de Rut podría heredar la tierra para la familia de Noemí y no para la de Elimelec. Después de una sesión de arbitraje público, Booz quedó libre para casarse con Rut. Ellos efectivamente tuvieron un hijo, y ese hijo efectivamente llegó a ser heredero de Noemí.

Tal vez estas antiguas costumbres nos saquen una sonrisa, pero ellas apuntan a la integridad de Rut en el trabajo. Su identidad étnica se había vuelto secundaria respecto a su fe en el Dios de Noemí, lo que a su vez puso de relieve su lealtad a su nuera y su disposición a trabajar arduamente para apoyarse a las dos.

Si lees el librito de Rut hasta el final, sabrás que Rut y Booz llegaron a ser los bisabuelos del mayor rey de Israel, David. La ezer extranjera ahora era parte del pueblo de Dios en Belén, y al igual que Rahab, esta mujer extranjera también llegó a ser un ancestro de Jesucristo (Mateo 1:3). ¡Quién podría haber anticipado un final tan asombroso!

En el mundo laboral de hoy, las mujeres ezer a veces son llamadas a cruzar barreras étnicas con el fin de hacerle bien a la comunidad. Eso nunca es fácil, pero si Dios es honrado, puede conducir a una inesperada bendición para la mujer misma, como también para otros que están tocados por la insensibilidad étnica.

Abigail: Una esposa ezer en una hacienda salva a su familia del desastre (1 Samuel 25)

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Abigail, negándose a dejar que las restricciones patriarcales la detuvieran, desafió los roles de género con el fin de impedir que una disputa laboral escalara hasta el asesinato y el genocidio.

Esta es la historia detrás (se encuentra en 1 Samuel 25): el rico hacendado Nabal apacentaba ovejas y vacunos en campos no cercados. David, huyendo de Saúl, empleó voluntariamente su gran banda de hombres para proteger el ganado de Nabal. La recompensa esperada por este servicio de todo un año sería un enorme regalo de alimento en tiempo de cosecha. Pero Nabal se mofó del trabajo de David y se negó a darle algo. En respuesta, David armó a cuatrocientos de sus hombres y se dispuso a aniquilar a toda la familia de Nabal. Cuando la esposa de Nabal, Abigail, se enteró de esto, sintió que debía actuar, aun cuando, como mujer y como esposa de Nabal en una sociedad patriarcal, esto excedía los límites de lo permitido para ella. ¿Qué podía hacer?

Haciendo a un lado las estructuras patriarcales y arriesgando su vida en el proceso, Abigail cargó grandes cantidades de comida sobre asnos y partió al encuentro de David y su banda de guerreros. Ella se postró rostro en tierra y presentó sus obsequios, con la esperanza de que David aceptara su disculpa en nombre de su esposo. Los regalos y las sensatas palabras de Abigail apaciguaron a David. Él y sus hombres aceptaron los regalos y volvieron a su guarida en la montaña.

Pero al volver a casa, Abigail todavía enfrentaba la ira de Nabal por su deslealtad. Nabal podría haberla desheredado o peor aún, podría haber mandado matarla. Pero cuando el hacendado escuchó la intención de David de matarlo a él y a toda su casa, tuvo un infarto y diez días después murió.

Tan pronto como David se enteró de que Nabal había muerto, de inmediato le propuso matrimonio a Abigail. Con sus cinco criadas en fila, Abigail montó su asno y partió para convertirse en esposa de David. Eso puede sonar como el final de un cuento de hadas para la vida de Abigail, pero David ya tenía otras dos esposas, y con el tiempo él se casaría con otras cinco. En cierta forma el patriarcado seguiría gobernando la vida de Abigail.

En el mundo actual, una mujer intrépida como Abigail podría haber vuelto a casa, haberse hecho cargo de la hacienda, y administrarla efectivamente. No vivimos en el mundo patriarcal del antiguo Medio Oriente. Pero todavía lidiamos con nociones patriarcales en el trabajo, el hogar y en todas las esferas de la vida. ¿Cómo debe negociar una mujer ezer en semejante ambiente? Al igual que Abigail, podemos tomar decisiones respecto a cuánto estamos dispuestos a aceptar y qué elegimos cambiar. Trabajamos para revertir el patriarcado en el trabajo y en la sociedad en general, pero sabemos que quizá no veamos la desaparición del sexismo en nuestra vida.

Hulda: Una profetisa y maestra (2 Reyes 22)

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Una de las profesiones más importantes pero a veces subvalorada es la del maestro. Podemos prosperar o fracasar, dependiendo de la calidad de los maestros que hayamos tenido. Para algunas personas, todo depende de la clase de educación que reciban. En 2 Reyes encontramos una maestra que tuvo este nivel de impacto no solo para un alumno, sino para toda una nación.

Para retomar la hebra de la historia del Antiguo Testamento, el archienemigo de David, el rey Saúl, murió y David lo sucedió en el trono. Tras un largo y exitoso gobierno, David fue seguido por su hijo Salomón. Pero tras la muerte de Salomón, el reino comenzó a desmoronarse por la lucha entre reyes rivales en el norte (Israel) y en el sur (Judá). Si bien algunos de los reyes en los siguientes dos siglos fueron fieles al Señor, la mayoría de ellos abandonaron al Dios de Israel en favor de la adoración pagana. En consecuencia, el reino del norte se había vuelto tan malvado que Dios trajo a las fuerzas asirias para que conquistaran y dispersaran al pueblo. En el sur, las cosas solo iban levemente mejor. Muchos de los reyes de Judá actuaron malvadamente, hasta que un joven rey con un corazón entregado a Dios llegó al trono. Su nombre era Josías.

Para el tiempo de Josías, el templo de Dios en Jerusalén había sido arrasado con la adoración de ídolos, y Josías ordenó un minucioso proyecto de limpieza con el fin de devolverle el templo a Dios. En el proceso de esta renovación, un obrero encontró un antiguo manuscrito, el cual entregó al sumo sacerdote Hilcías. Los cortesanos del rey no podían entender este documento, pero cuando se le leyó una parte al rey, este reconoció que la ira de Dios estaba a punto de descender sobre Judá por todas sus prácticas malvadas. Pero ¿había más? Josías ordenó que su personal ubicara a un profeta confiable para que le explicara el contenido completo del rollo.

En ese entonces, Jeremías estaba profetizando en Jerusalén (Jeremías 1:2), lo mismo que Sofonías (Sofonías 1:1). Pero el sumo sacerdote no acudió a estos profetas varones, sino a una mujer llamada Hulda, que vivía en el Segundo Sector, el sector universitario. Los estudiosos piensan que ella era una maestra, y por la Biblia sabemos que también era profetisa.

¿Te sorprende que el sumo sacerdote y el secretario del rey escogieran a una mujer para que les interpretara el manuscrito? Cuando escuchamos su discurso al rey y su corte (2 Reyes 22:14-20), oímos una plática directa al grano. Ella no se anduvo con rodeos. Sí, la nación se dirigía a la destrucción. No, esto no sucedería durante el reinado de Josías, porque él honró a Dios el Señor. Pero sus sucesores serían hombres malvados, y finalmente la nación iría a la cautividad en Babilonia.

Hulda fue una verdadera ayuda (ezer) porque vino en auxilio de su rey y nación, usando sus dones intelectuales y espirituales. Ayudó a estos líderes a entender la Palabra del Señor, y, como consecuencia, Josías implementó una enorme purga de los ídolos de cada lugar del territorio de Judá. Sobre la base de la enseñanza de Hulda, todos los que vivían en Judá fueron salvados de la destrucción inminente.

A veces las mujeres pueden ver su rutina laboral interrumpida por una petición para entrar a un rol diferente, uno que las empuja a hablar por Dios en un ámbito público. La experiencia de Hulda desafía a las mujeres a aceptar estas nuevas oportunidades sin rehuirlas. En el proceso, pueden descubrir que Dios usa sus dones de una forma nueva, o les da dones totalmente nuevos.

Ester: una joven de harem se convierte en una poderosa reina (Ester 4)

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Ester era una mujer que pensaba que no tenía ninguna influencia sobre su esposo o sobre asuntos de importancia. No obstante, una situación desesperada la obligó a captar la atención, y allí se dio cuenta de que tenía más poder del que pensaba; en efecto, el poder para cambiar el clima político para todos los judíos en Persia.

A la conquista de Judá por parte de los babilonios pronto le siguió la conquista de Babilonia por parte de los medos y los persas. El libro bíblico de Ester comienza con los judíos en el exilio de setenta años bajo el gobierno de un caprichoso y despótico rey persa que los historiadores conocen como Jerjes. La mano derecha del rey era Amán, un hombre aun más malvado que el rey. Él odiaba a los judíos, en especial a un judío en particular llamado Mardoqueo. El negocio de Mardoqueo estaba ubicado justo fuera de las puertas del palacio, y cada vez que Amán entraba a palacio, tenía que pasar junto a un hombre que rehusaba inclinarse ante él. Ansioso por deshacerse de este judío rebelde, tramó un plan para sacar del reino a todos los hebreos.

Entretanto, el rey tenía otro problema: su reina, Vasti, había rehusado el requerimiento del rey de exhibir su belleza ante un bullicioso grupo de hombres borrachos que celebraban con el rey. Semejante impertinencia debía ser castigada, y Vasti fue depuesta como reina. Pero ¿quién la sucedería? Se celebró un concurso de belleza para encontrar a las vírgenes más bellas de las 127 provincias de Persia, y la sobrina de Mardoqueo, Ester, estaba entre las que fueron llevadas a palacio para someterse al tratamiento de belleza de un año requerido antes de presentarse ante el rey. Al final, Ester terminó primera en el concurso y fue coronada reina del imperio. El único dato sobre ella que se mantuvo oculto fue que era judía.

Mientras tanto, Amán consiguió convencer a Jerjes de que el 13 de diciembre de ese año todo judío en el Imperio Persa debía ser muerto. Dado que la ley de los medos y los persas era irreversible, una vez que Jerjes firmara el edicto (sin saber que su reina era una de los odiados judíos), nada podía revocarlo.

Cuando Ester se enteró del decreto, le envió la noticia a Mardoqueo, quien respondió: «No pienses que estando en el palacio del rey solo tú escaparás entre todos los judíos. Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para una ocasión como esta tú habrás llegado a ser reina?» (Ester 4:13-14).

Esta asustada joven de harem ascendida a reina no podía imaginar que ella pudiera hacer algo acerca del decreto, pero finalmente aceptó visitar al rey, declarándole a Mardoqueo: «¡Y si perezco, perezco!» (Ester 4:16). Ester tenía que tomar una decisión. Podía seguir ocultando su origen judío y pasar el resto de sus días como primera dama del harem de Jerjes. O podía arriesgar la vida y hacer lo posible por salvar a su pueblo. Ella llegó a entender que su elevada posición no era solo un privilegio para disfrutar, sino una alta responsabilidad para usar para salvar a otros. Su pueblo estaba en peligro, y el problema de ellos se volvió su propio problema, porque ella estaba en la mejor posición para hacer algo al respecto.

A pesar de que había sido formada para ser una sumisa joven de harem, Ester, la mujer ezer, cobró fuerza interior para tomar una postura por el bien de otros.

En el breve libro de Ester puedes leer las arriesgadas acciones que realizó Ester para persuadir al rey que emitiera un decreto que otorgaba a los judíos el derecho a defenderse el 13 de diciembre. En el proceso, la reina del harem llegó a ser una mujer poderosa. Desde el capítulo 4 hasta el final del libro, vemos a una fuerte mujer ezer enfrentando a un villano y ejerciendo la política de formas sin precedentes para las mujeres de aquella cultura.

A veces como mujeres deploramos la pequeñez de nuestros desafíos y los límites de nuestra influencia. Tal vez sintamos que nuestra utilidad para Dios es limitada. Pero podemos recordar que el Dios soberano tiene su mano sobre nuestra vida y sabe qué somos capaces de hacer. Lo que sea que Dios esté poniendo en tus manos hacer hoy, mañana o la próxima semana nunca carece de sentido, nunca caree de significación. Dios te ha traído a tu posición y lugar actual en la vida: «¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como este!».

La Dama Sabiduría y el «principio de la sabiduría» (Proverbios 1:20-32; 9:10)

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Tal vez estemos familiarizados con las mujeres y situaciones reales del Antiguo Testamento. Pero la Biblia también nos llama a moldear nuestras vidas conforme a los valores de una mujer «ideal» a la que encontramos tan pronto como abrimos el libro de Proverbios. Se la llama Dama Sabiduría y ella «clama en la calle, en las plazas alza su voz; clama en las esquinas de las calles concurridas…: “la complacencia de los necios los destruirá. Pero el que me escucha vivirá seguro, y descansará, sin temor al mal”» (Proverbios 1:20-21, 32-33).

Los primeros nueve capítulos del libro de Proverbios contrastan a la Dama Sabiduría con una mujer necia. Si queremos ser sabios en nuestra forma de vivir, se nos dice que escuchemos a la Dama Sabiduría, no a la mujer falta de madurez o sensatez.

A lo largo de la Biblia, el concepto de la sabiduría se describe como la inteligencia que lleva a vivir bien la vida. Una persona sabia usa esta combinación de conocimiento adquirido y experiencia de vida para tomar buenas decisiones que conducen a resultados positivos. El Oxford English Dictionary define la sabiduría como «la capacidad de juzgar correctamente en asuntos relativos a la vida y la conducta». Aquí la sabiduría es más que conocimiento; es un prerrequisito para una vida exitosa.

Proverbios 9:10 nos dice que para adquirir sabiduría hay un punto de partida que no podemos ignorar. «El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia». A fin de ver de qué manera un «temor» de Dios conduce a la sabiduría, primero debemos desarmar la palabra «temor». El «temor del Señor» en la Biblia nunca es «terror». Siempre significa vivir en asombro, no solo por la soberanía de Dios, sino también por su bondad y misericordia. Cuando vivimos en asombro por Dios, aprendemos a ser sabios. Comenzamos a ver la vida desde el punto de vista de las eternidades. Nos enfocamos en el largo plazo, no solo en el siguiente paso.

El Antiguo Testamento nos da muchos ejemplos de mujeres que tomaron decisiones sabias porque temían a Dios. Sifra y Puá temían a Dios, y eso les dio tanto la sabiduría como el valor para desafiar al Faraón (Éxodo 1:15-21). Rahab corrió un riesgo al ponerse del lado de un ejército enemigo porque se convenció de que el Señor «es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra» (Josué 2:11). Débora sabía que fue Dios quien envió una tormenta que destruyó el ejército enemigo (Jueces 5:4). Rut, una moabita pagana, dejó su pueblo y emigró a una tierra extraña porque aceptó al Dios de su suegra Noemí (Rut 1:16). Abigail persuadió a David recordándole que mediante la intervención de ella «el Señor te ha impedido derramar sangre y vengarte por tu propia mano» (1 Samuel 25:26). Hulda les habló intrépidamente al rey y sus cortesanos, comenzando cuatro veces con las palabras «así dice el Señor» (2 Reyes 22:14-20). Ester negoció la paz para su pueblo cuando entendió que Dios la había llevado a su posición real «para una ocasión como esta» (Ester 4:13-14).

Conocer a Dios es la puerta hacia una perspectiva de la vida que cambia nuestros pensamientos, acciones y objetivos. En efecto, cuando conocemos a Dios, cambia toda nuestra orientación hacia la vida. Así que, ¿cómo llegamos a conocer a Dios? No tenemos que especular al respecto. Jesús vino de Dios, asumiendo la carne y la sangre humanas, para revelarnos a Dios. Cuando Felipe le pidió a Jesús que le mostrara a él y a los demás discípulos «al Padre» (Dios), Jesús respondió: «¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Colosas, señaló que Jesús «es la imagen del Dios invisible» (Colosenses 1:15). La carta a los Hebreos inicia con la declaración de que Jesús «es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder» (Hebreos 1:3).

El Dios invisible se ha hecho visible en Jesús. Así que, si queremos conocer a Dios podemos leer los cuatro Evangelios y escuchar a Jesús atentamente. A partir de sus enseñanzas aprendemos que Dios es infinitamente paciente con nosotros. De sus acciones aprendemos que el corazón de Dios está con las personas en los márgenes de la vida. De su vida aprendemos que Dios nos ama tanto que estuvo dispuesto a morir por nosotros. De alguna manera, cuando vemos la misericordia y la gracia de Dios representada ante nuestros ojos en los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, esto nos cambia. Vislumbramos aquello que realmente importa en la vida. Nos volvemos sabios.

La Dama Sabiduría todavía clama en las calles de nuestras ciudades, llamándonos a seguir a otra batuta. Esa batuta es la de Jesús, Dios encarnado, quien nos da una perspectiva diferente de la vida, un compás diferente. Cuando perdamos el ritmo, su ejemplo remodelará nuestros pensamientos y acciones. Si procuramos seriamente ponerle atención a Jesús, ello nos cambiará por completo.

La Dama Sabiduría con ropa de calle (Proverbios 31)

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Conocimos a la Dama Sabiduría en los capítulos iniciales del libro de Proverbios. También la encontramos en los versos finales del mismo libro. Proverbios 31:10 pregunta: «Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas». ¿Acaso la Dama Sabiduría ha sido reducida a una simple «mujer hacendosa»? Lamentablemente, la mayoría de las traducciones actuales desde el hebreo oscurecen las implicaciones del texto original. La palabra traducida como «hacendosa» es la palabra hebrea chayil, que, como hemos visto, significa poderosa, fuerte, valiente, y en el Antiguo Testamento se usa 242 veces, normalmente para describir a soldados o ejércitos. En 2 Samuel 23 nos enteramos de que los «valientes hombres» de David eran chayil por su valentía y fortaleza. Aquí en Proverbios 31:10 debería decir: «Mujer valiente, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas».

Entonces, ¿qué aspecto tiene la sabiduría en la vida de esta mujer valiente? «Ella se ciñe de fuerza y fortalece sus brazos» (Proverbios 31:17). Como mujer ezer, sabe que se necesita fortaleza para actuar de formas sabias, así que «ejercita» sus músculos morales y compasivos. Aquellos músculos morales hacen que en ella destaquen cinco cosas:

Primero, como mujer ezer chayil, ella es confiable (31:11-12). Su esposo confía en ella porque sabe que en el corazón de ella están los mejores intereses de él. Esto se extiende a las mujeres en el ámbito laboral de hoy. ¿Saben los colegas y jefes que sus mejores intereses están en nuestro corazón? Si no somos confiables, entonces poco más importa realmente.

Segundo, como mujer ezer chayil, ella es astuta (31:13-18). Escoge sus tareas y materiales cuidadosamente. Planifica, no actúa impulsivamente o en el último momento. Es concienzuda respecto a su trabajo, evaluando cuidadosamente ese campo, luego convirtiéndolo en una viña rentable. Ella «nota que su ganancia es buena»: produce artículos que sabe que puede vender porque están bien hechos.

Tercero, como mujer ezer chayil, ella es generosa (31:19-20). Si bien las traducciones modernas hacen parecer que estos versos no están relacionados, el idioma hebreo los vincula gramaticalmente, diciéndonos que esta mujer trabaja (en este caso, hilando y tejiendo) de modo que cuenta con los medios para ayudar al pobre y necesitado.

Cuarto, como mujer ezer chayil, ella es diligente (31:21-25). Provee plenamente para quienes están a su cuidado (¡incluso ropa abrigada en caso de nieve en Medio Oriente!). Y opera una exitosa empresa artesanal que confecciona ropa y cintos de lino para vender.

Quinto, como mujer ezer chayil, cuida su lengua (31:26). El texto nos dice que ella «abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua».

Esta es la Dama Sabiduría en acción. En ella vemos que una persona sabia es confiable, astuta, generosa, diligente, y cuida su lengua. Si bien la sabiduría es personificada como una mujer a lo largo del libro de Proverbios, sus dichos sabios son tanto para hombres como para mujeres. Y si bien algunas traducciones se refieren a ella en 31:10 como «esposa» (probablemente porque el versículo siguiente se refiere a su esposo), el término hebreo simplemente es para «mujer». La conclusión del libro de Proverbios hace tangible el concepto de sabiduría de modo que podamos ver cómo es la sabiduría en acción.

Nuestra confiabilidad, astucia, generosidad, diligencia y discreción son evidencias de la sabiduría. Son el resultado de la sabiduría, pero no la remplazan. La raíz de la sabiduría se puede encontrar en Proverbios 31:30: «Engañosa es la gracia y vana la belleza, pero la mujer que teme al Señor, esa será alabada». El punto de partida de la sabiduría radica en nuestro «conocimiento del Santo», nuestro «temor del Señor». Nos llenamos de asombro no solo por el poder de Dios como soberano sobre el cosmos, sino también por el admirable e inagotable amor de Dios por nosotros. No podemos concebir que Dios realmente se preocupe por nosotros. Pero lo hace. En su esencia misma, Dios es amor. Ese amor se extiende a cada uno de nosotros, sin importar quiénes somos o qué pudiéramos haber hecho. Este es el don del temor del Señor.

Nuestra relación con Dios nos da una diferente perspectiva de la vida. Sabemos qué es lo importante. Sabemos qué perdura y qué perece. Elegimos vivir por lo que es eterno. Aplicamos esa perspectiva a cada decisión que tomamos: si ser o no confiables, planificar y trabajar con cuidado, mostrar compasión, seguir nuestros objetivos con diligencia, y controlar nuestra lengua. Elegimos si ser o no sabios.

Ella Wheeler Wilcox, en su poema de 1916, lo expresó así:

Un barco navega al Oriente y otro a Occidente,
movido por el soplo del mismo viento.
Es la disposición de las velas, no el vendaval,
​lo que define cómo avanzamos.

Como el viento del mar son las ondas del tiempo
en nuestro viaje por la vida.
Es la disposición del alma lo que define la meta,
​y no la calma o la brega.

Es «la disposición del alma lo que define la meta». Hombres y mujeres, solteros o casados, todos pueden aprender de Proverbios 31. En cada aspecto de tu vida, incluido tu trabajo, ponte la meta de vivir sabiamente a la luz de lo que dura para siempre. Si lo haces, elegirás ser confiable, astuto, generoso, diligente, y discreto. Pero más aún, conocerás la diferencia entre lo que perece y lo que perdura, y elegirás dedicarte a lo que dura por la eternidad. Esa es la fórmula de Dios para vivir la vida con habilidad.

Cuando miramos a las mujeres trabajando en el Antiguo Testamento, a todas las vemos dando una mirada de largo alcance, eligiendo vivir para lo que tiene importancia última. Esa es la elección que Dios también nos otorga a cada uno de nosotros cada día.