Introducción: el exilio en la universidad de Babilonia (Daniel 1)
El libro de Daniel comienza con el desastre que finalmente acabó con el reino judío. Nabucodonosor (605-562 a. C.), el rey de Babilonia, conquistó Jerusalén, derrocó a su rey y tomó cautivas a algunas personas de la realeza y jóvenes nobles. Como era típico en el Cercano Oriente antiguo, Nabucodonosor se aseguró de vengarse de los dioses (o en este caso, Dios) de la nación derrotada saqueando el templo y usando sus antiguos tesoros para decorar la casa de su propio dios (Dn 1:1-3). Por esto sabemos que Nabucodonosor era un enemigo no solo de Israel, sino también del Dios de Israel.
Entre los jóvenes cautivos estaban Daniel y sus compañeros Ananías, Misael y Azarías. Ellos se registraron en un programa de adoctrinamiento diseñado para transformar a los exiliados en sirvientes fieles de su nuevo rey (Dn 1:4-5). Esto fue tanto una oportunidad como un reto. La oportunidad era tener una buena vida en una tierra hostil y tal vez traer el poder y la justicia de Dios a su nuevo país. El profeta Jeremías instó a los exiliados judíos a hacer eso precisamente:
Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, a todos los desterrados que envié al destierro de Jerusalén a Babilonia: “Edificad casas y habitadlas, plantad huertos y comed su fruto. Tomad mujeres y engendrad hijos e hijas, tomad mujeres para vuestros hijos y dad vuestras hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y multiplicaos allí y no disminuyáis. Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado, y rogad al Señor por ella; porque en su bienestar tendréis bienestar. (Jer 29:4-7)
El desafío que Daniel enfrentó fue la adaptación en este lugar a expensas de la lealtad a su Dios y su pueblo. Los temas que Daniel aprendió probablemente incluyen la astrología, el estudio de las vísceras de animales, los ritos de purificación, los conjuros de sacrificios, el exorcismo y otras formas de adivinación y magia.[1] Estos habrían sido temas insufribles para un judío devoto, y estaban en contra de la fe de Daniel mucho más que la mayoría de temáticas en las universidades seculares actuales para los cristianos modernos. Además, él y sus amigos tuvieron que aceptar cambios en sus propios nombres, los cuales previamente habían proclamado su lealtad a Dios (con los elementos “el” y “ias”). No obstante, Daniel aceptó el reto, confiado en que Dios protegería su fe y su lealtad. Adoptó la educación babilonia, pero estableció límites para guardarse en contra de la adaptación real en la cultura pagana de sus captores. Él resistió la dieta rica que era requerida para todos los entrenados al rehusarse a “contaminarse” (Dn 1:8). El texto no aclara exactamente qué era cuestionable respecto a la dieta.[2]Las tradiciones culturales que rodean la dieta son fuertes, especialmente para los judíos, cuyas leyes alimenticias los distinguían profundamente de las naciones circundantes (Lv 11; Dt 14). Tal vez mantener una dieta diferente era un recordatorio diario para Daniel de su lealtad al Señor. O tal vez demostraba que su habilidad física dependía del favor de Dios y no del régimen alimenticio del rey. Tal vez la severidad de su dieta evitó que desarrollara un gusto por el lujo que pondría en peligro su independencia más adelante.
De cualquier forma, la discusión sobre la dieta de Daniel resalta un punto mucho más profundo: Dios intervino en los eventos de la vida de Daniel así como en la vida de Nabucodonosor, en Babilonia y en todas las naciones. El capítulo 1 refleja esta idea al comienzo cuando dice, “Y el Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá” (Dn 1:2) y “Dios concedió a Daniel hallar favor y gracia” (Dn 1:9). El progreso de Daniel y sus amigos supera el de los demás jóvenes, no debido a su ingenio o su dieta, sino a que “Dios les dio conocimiento e inteligencia en toda clase de literatura y sabiduría” (Dn 1:17). La sabiduría de Daniel venía de una fuente que no era el entrenamiento selecto provisto por los maestros del rey, ya que “en todo asunto de sabiduría y conocimiento que el rey les consultó, los encontró diez veces superiores a todos los magos y encantadores que había en todo su reino” (Dn 1:20). Esto establece el patrón para el resto del libro, en donde el tiempo y los eventos siguen demostrando la superioridad de la sabiduría de Daniel —y más importante, el poder de su Dios— sobre la sabiduría y el poder de las naciones no creyentes y sus reyes (Dn 5:14; 11:33-35; 12:3, 10).
Los cristianos en los lugares de trabajo actuales experimentan muchas situaciones similares a las de Daniel y sus amigos en el exilio en esta universidad babilonia. No hay forma de escapar del lugar de trabajo, a menos que nos apartemos del mundo en comunidades insulares o decidamos trabajar en instituciones solamente cristianas, tales como iglesias o escuelas cristianas. El lugar de trabajo les ofrece a muchos cristianos (aunque ciertamente no a todos) una variedad de oportunidades para obtener ganancias personales, tales como un buen salario, seguridad laboral, logros profesionales y prestigio, condiciones laborales cómodas y un trabajo creativo e interesante. En ellas mismas, estas cosas son buenas, pero nos pueden llevar a caer en dos tipos de tentaciones: (1) el peligro de enamorarnos tanto de las cosas materiales que nos volvemos reacios a correr el riesgo de perderlas por ser firmes en lo que Dios requiere de nosotros; y (2) el peligro espiritual de llegar a creer que las cosas buenas vienen como resultado de nuestra propia labor o nuestro ingenio, o como resultado de nuestro servicio a algún poder diferente a Dios.
Además, es frecuente que el trabajo demande la realización de acuerdos que no son buenos en sí mismos, tales como el engaño, el prejuicio, el maltrato a los pobres y desprotegidos, el consentimiento de deseos malsanos, el aprovecharse de otros en sus momentos de necesidad y muchos más. En nuestra época, así como en la de Daniel, es difícil saber cuáles arreglos son buenos y cuales son malos. ¿Fue bueno o aceptable que Daniel y sus amigos estudiaran astrología? ¿Aprendieron a usar el conocimiento de los cielos sin verse atrapados por las supersticiones sobre las que se formula? ¿Es bueno que los cristianos estudien mercadeo? ¿Pueden aprender a usar el conocimiento sobre el comportamiento del consumidor sin verse atrapados en la práctica de publicidad engañosa o promociones que explotan a los clientes? El libro de Daniel no ofrece pautas específicas, pero indica algunas perspectivas determinantes:
Los cristianos deben recibir la educación, incluso si se realiza por fuera de los límites de la rendición de cuentas cristiana.
Los cristianos deben aceptar trabajos en ambientes laborales no cristianos e incluso hostiles.
Los cristianos que trabajan o estudian en ambientes no cristianos o anticristianos deben estar atentos para evitar la adaptación a ciegas a la cultura que los rodea. Las prácticas cristianas incluyen:
La oración constante y la comunión con Dios. Daniel oró tres veces al día durante su carrera (Dn 6:10) y lo hizo con un compromiso especial durante los tiempos difíciles en su trabajo (Dn 9:3-4, 16-21). ¿Cuántos cristianos en realidad oran por los detalles de sus vidas laborales? El libro de Daniel muestra constantemente que a Dios le importan los detalles específicos de la vida laboral.
El cumplimiento firme a las marcas externas de la fe, incluso si son arbitrarias de alguna manera. Daniel no aceptó la abundante comida y el vino del rey porque eso habría comprometido su lealtad a Dios. Se podría discutir acerca de si Dios demanda o no esta práctica en particular de manera universal, pero no hay duda de que una fe viviente requiere marcadores de vida de los límites del comportamiento fiel. Un restaurante en EEUU llamado Chick-fil-A demarca el límite en la apertura los domingos. Muchos médicos católicos no prescriben métodos anticonceptivos artificiales. Otros cristianos encuentran formas respetuosas de pedirles permiso a sus colegas para orar por ellos. Ninguno de estos se puede tomar como requisitos generalizados, y de hecho todos pueden ser discutidos por otros cristianos, pero cada uno ayuda a sus practicantes a evadir el movimiento lento hacia la adaptación al proveer marcadores constantes y públicos de su fe.
La asociación activa y rendición de cuentas a otros cristianos que están en el mismo campo laboral. “Por solicitud de Daniel, el rey puso sobre la administración de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego” (Dn 2:49). No obstante, pocos cristianos se reúnen a compartir preocupaciones, preguntas, éxitos y fracasos con otros trabajadores de su mismo campo. ¿Cómo van a aprender los abogados a aplicar la fe en la ley si no es por medio de discusiones intencionales y regulares con otros abogados cristianos? Lo mismo ocurre con los ingenieros, artesanos, campesinos, maestros, padres, gerentes de mercadeo y cualquier otra vocación. Crear y fomentar esta clase de grupos es una de las grandes necesidades insatisfechas de los cristianos en el trabajo.
La creación de buenas relaciones con personas no creyentes en su lugar de trabajo. Dios hizo que el oficial que supervisaba la dieta de Daniel le mostrara bondad y simpatía (Dn 1:9), y Daniel cooperó con Dios respetando al oficial y buscando su bienestar (Dn 1:10-14). Algunas veces parece que los cristianos se esfuerzan por antagonizar y juzgar a sus compañeros de trabajo, pero Dios demanda, “Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres” (Ro 12:18). Una práctica excelente es orar de forma específica que Dios bendiga a las personas que trabajan con nosotros.
La adopción de un estilo de vida modesto, para que los apegos al dinero, el prestigio o el poder no obstaculicen la posibilidad de arriesgar su trabajo o su carrera si se siente presionado a hacer algo que esté en contra de los mandatos, valores o virtudes de Dios. A pesar de alcanzar la cúspide de la educación, posición y riqueza de Babilonia, Daniel y sus amigos estaban listos para perder todo con el fin de hablar y actuar conforme a lo que dice la palabra de Dios (Dn 2:24; 3:12; 4:20; 5:17; 6:10, 21).
Aunque Daniel encontró la forma de caminar por la cuerda floja de la adaptación parcial cultural sin comprometer sus valores morales y religiosos, el riesgo fue muy grande. La carrera de Daniel e incluso su vida estuvieron en juego, así como la vida del jefe de los oficiales babilonios, Aspenaz (Dn 1:10). Sin embargo, por la gracia de Dios, Daniel permaneció sereno y mantuvo su integridad. Hasta los enemigos de Daniel preferían admitir que “no pudieron encontrar ningún motivo de acusación ni evidencia alguna de corrupción, por cuanto él era fiel, y ninguna negligencia ni corrupción podía hallarse en él” (Dn 6:4).
John E. Goldingay, Daniel, (Dallas: Word, 1989), 16-17.
Puede que técnicamente las leyes sobre los alimentos no hayan sido el problema, ya que el vino era permitido por la ley judía y después vemos que Daniel encontró carne adecuada para comer en Babilonia (Dn 10:3). Sin embargo, parece que había un indicio de objeción a la dieta del rey que evoca los reparos de los Corintios acerca de comer carne sacrificada a los ídolos (1Co 8:1-13). La mejor explicación es la resistencia de Daniel a adaptarse a la cultura. Para más información sobre la idea de la adaptación, ver Goldingay, 19; Collins, 143; para conocer más acerca de la idea de la dieta del rey como algo inapropiado, ver Longman, 53.