El panorama general del libro de Daniel
El libro de Daniel puede ser desconcertante. Comienza de una forma directa presentando a Daniel y sus acompañantes mientras enfrentan la presión por adaptarse a los placeres y vicios de la corte real de Babilonia. Pero la narrativa se vuelve cada vez más extraña, cuando los sueños, las visiones y las profecías entran en el relato. Casi en la mitad (el capítulo 7), el libro se vuelve particularmente apocalíptico, anunciando el ascenso y la caída de reyes y reinos futuros, usando metáforas de eventos y criaturas extrañas.[1] El género apocalíptico es notoriamente difícil de interpretar, aunque Daniel, igual que Apocalipsis (el libro completo de eventos apocalípticos en la Biblia) proporciona bastante material valioso y relevante para el trabajo, y vale la pena tratar de encontrarle sentido para la teología del trabajo.
El panorama general de Daniel es que Dios viene a derrocar los reinos paganos, corruptos y arrogantes en donde se encuentra exiliado Su pueblo. Aunque Su pueblo está sufriendo ahora, este sufrimiento fiel es uno de los medios principales por los cuales se mueve el poder de Dios. Esto les da una habilidad sorprendente de progresar en el presente y una esperanza brillante para el futuro, y les permite desempeñar un rol significativo tanto en la supervivencia presente como en la promesa futura. Aquí estudiaremos las implicaciones y aplicaciones que este panorama general tiene para los cristianos en los lugares de trabajo en la actualidad.
Las visiones en los capítulos 7 al 12 —interpretadas acertadamente— coinciden estrechamente con el desenvolvimiento real de los eventos en la sucesión de los imperios babilonio, persa, egipcio y griego durante cientos de años. Esto se ve claramente en Antíoco IV Epífanes (11:31-39) y por lo tanto, muchos eruditos fechan la escritura del libro a su época, aproximadamente en el año 165 a. C. El lenguaje, las referencias históricas y el género son factores que lo complican. La forma de fechar el libro modifica la forma en la que se interpretan las profecías. Si se fecha aproximadamente en el 165 a. C., las profecías describen eventos históricos bajo la apariencia de profecía (es decir, después del hecho). El problema principal con esta perspectiva es que le resta valor a la teología del libro mismo. La habilidad del profeta de predecir los eventos futuros habla del tema teológico clave: Dios hará lo que el profeta ha predicho debido al gobierno soberano de Dios sobre las naciones. Para una discusión más profunda acerca de la teoría de la fecha tardía, ver John J. Collins, Daniel, Hermeneia (Minneapolis: Fortress, 1993) y John E. Goldingay, Daniel, vol. 30, Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra] (Nashville: Thomas Nelson, 1989). Para consultar acerca de la visión conservadora tradicional, ver Joyce G. Baldwin, Daniel, Tyndale Old Testament Commentaries [Comentarios Tyndale del Antiguo Testamento] (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1978), Stephen R. Miller, Daniel, The New American Commentary [El nuevo comentario americano] (Nashville: Broadman & Holman, 1994), y Tremper Longman III, Daniel, The NIV Application Commentary [El comentario de aplicación de la NVI] (Grand Rapids: Zondervan, 1999). De cualquier forma, resolver esta pregunta no es directamente necesario para entender lo que el libro dice acerca del trabajo. En nuestra discusión, aceptaremos la atribución del libro de las palabras y las visiones de Daniel a la época del siglo sexto a. C.