La humillación del rey pagano (Daniel 4)
Los capítulos 4 y 5 del libro de Daniel deben leerse de manera conjunta. El tema de ambos es la humillación o el derrocamiento del reino pagano. La magnificencia de Babilonia es el entorno común en donde vemos la humillación de Nabucodonosor en el capítulo 4 y la caída del rey Belsasar en el capítulo 5.
En el capítulo 4, tanto la magnificencia de Babilonia como la arrogancia del rey alcanzaron su apogeo, pero una vez más, los sueños del rey lo inquietaron. Él vio un árbol enorme cuya “copa llegaba hasta el cielo” (Dn 4:11), que proveía fruto y abrigo para todos los animales. Sin embargo, “un vigilante, un santo, [que] descendió del cielo” (Dn 4:13) ordenó que se cortara el árbol y se dispersaran los animales. En el sueño, la cepa se convierte en un hombre cuya mente fue cambiada por la de un animal y quien fue obligado a vivir entre los animales y las plantas por un largo periodo (Dn 4:13–16). El rey le ordenó a Daniel que interpretara el sueño, haciendo que Daniel tuviera que volver a darle noticias desagradables a un monarca emocionalmente inestable (Dn 4:18–19). La interpretación fue que el árbol representaba a Nabucodonosor mismo quien, como castigo por su arrogancia, se volvería loco y sería obligado a vivir como un animal salvaje hasta que reconociera que “el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place” (Dn 4:25). A pesar de la cruda advertencia, Nabucodonosor persistió en su orgullo, incluso jactándose, “¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?” (Dn 4:30). Como resultado, fue castigado como su sueño lo predijo (Dn 4:33).
Sin embargo, es posible que la interpretación confrontante de Daniel marcara una diferencia ya que, luego de un largo periodo en lugares silvestres, el rey se arrepintió y glorificó a Dios y recuperó tanto su cordura como su reino (Dn 4:34–37). La firmeza de las palabras de Daniel no persuadió al rey para que dejara su arrogancia antes de que llegara el desastre, pero sí abrió una puerta para el arrepentimiento y la restauración del rey después del hecho.
Algunas veces, asumir una posición firme que sea respetuosa y basada en principios también puede dar lugar a una transformación de nuestros lugares de trabajo. Un asesor en una empresa de consultoría de gestión internacional —a quien llamaremos Vince— relata una historia sobre el trato con una persona prepotente.[1] A Vince lo pusieron a cargo de un grupo de empleados jóvenes y prometedores en una compañía industrial grande que era cliente de la empresa. Al comienzo del proyecto, un socio principal de la empresa le estaba dando unas palabras de ánimo al equipo y uno de los miembros del equipo del cliente —a quien llamaremos Gary— lo interrumpió. Gary comenzó a cuestionar la validez del proyecto. “Antes de que nos embarquemos en este proyecto”, dijo Gary, “creo que deberíamos evaluar si empresas de consultoría como la suya en realidad aportan algo valioso a sus clientes. He estado leyendo algunos artículos que dicen que es posible que esta clase de estudio no sea tan útil como se cree”. El socio principal encontró una forma de continuar con su discurso, pero después le dijo a Vince, “saca a Gary del equipo”. Vince —consciente del mandato de Jesús de perdonar a un hermano setenta veces siete (Mt 18:22)— pidió permiso para ver si podía hacer que Gary cambiara su actitud. Él dijo, “no parece justo perjudicar su carrera por un error, por grande que fuera”. A lo que el socio le respondió, “tienes dos semanas y también te estás poniendo en riesgo”. Por la gracia de Dios —según Vince— Gary se dio cuenta de la validez del proyecto y se volcó al trabajo con entusiasmo. El socio reconoció el cambio y, al final del proyecto, le dio un reconocimiento especial a Gary en el banquete de clausura. La posición firme de Vince hizo la diferencia tanto para Gary como para su compañía.
El nombre se oculta por solicitud de la fuente. Entrevista por teléfono realizada por William Messenger, Enero 17 del 2010.