Los sufrimientos y las recompensas por un testimonio fiel a Dios en el proceso (Daniel 6)
El capítulo 6 retoma una cuestión que se presenta primero en el capítulo 3 —que quienes tienen un testimonio fiel a Dios experimentan sufrimientos y recompensas, incluso durante la existencia del reino pagano. El capítulo 6 narra una conspiración contra la vida de Daniel que ocurrió en el reino del monarca persa Darío el Grande (522–486 a. C.). La idoneidad de Daniel le permitió obtener un ascenso y llegó a gobernar todo el nuevo imperio, siendo subordinado solamente del rey mismo (Dn 6:3). Pero sus rivales tramaron un plan que sacó partido de la única vulnerabilidad que tenía —su hábito diario de orar a su Dios. Los conspiradores engañaron a Darío para que decretara una prohibición de todas las expresiones religiosas durante treinta días, excepto por la oración dirigida al rey. El castigo era la muerte en el foso de los leones. Para su gran aflicción, Darío no pudo anular la orden, ya que de acuerdo con la tradición, “la ley de los medos y persas… no puede ser revocada” (Dn 6:8). Aunque Darío era el hombre más poderoso de la época, ató sus propias manos e hizo imposible el rescate de su administrador favorito. El rey le dijo a Daniel, “Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, Él te librará” (Dn 6:16). Y en efecto, el ángel del Señor logró lo que el rey quiso pero no pudo hacer. Daniel fue lanzado al foso de los leones en la noche, pero salió en la mañana sin ninguna herida (Dn 6:17–23). Esto hizo que el rey proclamara un decreto de reverencia al Dios de Daniel y que anulara la amenaza de aniquilar a los judíos por adorar a Dios (Dn 6:26–27). Ni siquiera las leyes implacables de los medos y persas pudieron asegurar el fin del pueblo de Dios. El poder de Dios superó el engaño del ser humano y las imposiciones de la realeza.
Sin embargo, Daniel sí experimentó lo que muchos llamaríamos el sufrimiento en el proceso. Aunque eventualmente fue librado, ser el blanco de un intento de asesinato patrocinado por el gobierno (Dn 6:4–6) debió ser una experiencia difícil. Asimismo, desafiar abiertamente el edicto del rey por cuestiones de conciencia (Dn 6:10–12) fue un acto peligroso y valiente. Daniel fue arrestado inmediatamente y lanzado en un foso de leones (Dn 6:16–17). No debemos dejar que la liberación eventual de Daniel (Dn 6:21–23) nos lleve a pensar que la experiencia no fue dolorosa y perturbadora, por no decir más. Hay tres lecciones que podemos aprender del testimonio fiel a Dios de Daniel:
- Daniel no se limitó a hacer las tareas que estaba seguro que lograría en sus propias fuerzas. ¡No hay forma de practicar el ser lanzado en un foso de leones! Sino que hizo su trabajo diario en dependencia de Dios. Daniel oraba tres veces al día (Dn 6:10) y reconocía a Dios en todos los aspectos difíciles que enfrentaba. Nosotros también tenemos que reconocer que no podemos cumplir nuestro llamado por cuenta propia.
- Daniel fue la personificación del llamado que Jesús dio tiempo después de ser sal y luz (Mt 5:13–16) en nuestro trabajo. Hasta sus enemigos tuvieron que admitir, “No encontraremos ningún motivo de acusación contra este Daniel a menos que encontremos algo contra él en relación con la ley de su Dios” (Dn 6:5). Lo anterior significa que en las situaciones difíciles pudo responder con la verdad y propició un cambio real. Esto ocurre varias veces en las que Daniel y sus amigos defienden con cuidado y firmeza la verdad y desencadenan un nuevo decreto del rey (Dn 2:46–49; 3:28–30; 4:36–37; 5:29; 6:25–28).
- El éxito de Daniel en propiciar el cambio demuestra que a Dios le interesan las cuestiones cotidianas del gobierno en una sociedad quebrantada. Que Dios tenga la intención de reemplazar eventualmente el régimen actual no significa que no le interese convertirlo en uno más justo, más fructífero y más habitable ahora. A veces no interactuamos con Dios en nuestro trabajo porque creemos que a Dios no le parece importante nuestro trabajo. Sin embargo, todos los trabajadores deben saber que todas las decisiones son importantes para nuestro Dios. La pregunta que la teología de Daniel le plantea al trabajador es “¿cuál reino edifica usted?” Daniel fue excelente en su oficio trabajando en nombre de los reinos del mundo y además mantuvo su integridad como ciudadano del reino de Dios. Su servicio a los reyes paganos fue su servicio para los propósitos de Dios. Los trabajadores cristianos debemos trabajar bien en el presente, sabiendo que la importancia de nuestro trabajo se encuentra en y trasciende el aquí y ahora.