Cuando el éxito lleva a la autosuficiencia (Deuteronomio 4:25-40)
En el desierto, el pueblo deja de confiar en Dios no solo a causa del temor, sino también del éxito. En este punto de la primera sección, Moisés está describiendo la prosperidad que le espera a la nueva generación que va a entrar a la tierra prometida y señala que es probable que el éxito genere una autosuficiencia espiritual mucho más peligrosa que el fracaso. “Si después de haber tenido hijos y nietos, y de haber vivido en la tierra mucho tiempo, ustedes se corrompen y se fabrican ídolos y toda clase de figuras… serán destruidos por completo.” (Dt 4:25-26 NVI). Veremos la idolatría de por sí en Deuteronomio 5:8, pero el punto aquí es el peligro espiritual que causa la autosuficiencia. Tras el éxito, las personas dejan de temer a Dios y comienzan a creer que los triunfos son un derecho de nacimiento. En vez de ser agradecidos, imaginamos que tenemos derecho a lo que recibimos. El éxito por el cual nos esforzamos no es malo, pero es un peligro moral. La verdad es que para alcanzar el éxito se requiere una mezcla de un poco de habilidad y trabajo duro, combinado con bastantes circunstancias afortunadas y la gracia de Dios. En realidad no podemos proveer para nuestros propios deseos y seguridad. El éxito no es permanente; en verdad no satisface. Una ilustración dramática de esta realidad se encuentra en la vida del rey Uzías en 2 de Crónicas. “Con la poderosa ayuda de Dios, Uzías llegó a ser muy poderoso y su fama se extendió hasta muy lejos. Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia” (2Cr 26:15-16). Solo en Dios podemos encontrar la verdadera seguridad y satisfacción (Sal 17:15).
Que el producto de la autosuficiencia no sea el ateísmo sino la idolatría puede parecer sorprendente. Moisés pronostica que si los israelitas se apartan del Señor no se convertirán en seres libres de espiritualidad. Ellos se irán tras “dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen” (Dt 4:28). Tal vez en los tiempos de Moisés, la idea de no seguir ninguna religión no se le ocurría a nadie, pero en nuestra época sí. Una tendencia creciente de secularismo intenta quitarse de encima lo que percibe —algunas veces correctamente— como cadenas de dominación, creencias y prácticas de instituciones religiosas corruptas. Pero, ¿esto resulta en una libertad verdadera o se reemplaza necesariamente la adoración a Dios por la adoración de dioses creados por los seres humanos?
Aunque esta pregunta suene abstracta, tiene efectos tangibles en el trabajo. Por ejemplo, antes de la segunda mitad del siglo veinte, las dudas respecto a la ética de negocios se solucionaban consultando las Escrituras. Esta práctica estaba lejos de ser perfecta, pero sí le dio una posición importante a aquellos que perdían en luchas de poder relacionadas con el trabajo. El caso más dramático probablemente fue la oposición fundamentada en la religión a la esclavitud en Inglaterra y en los Estados Unidos, la cual logró al final abolir tanto el comercio de esclavos como la esclavitud misma. En las instituciones secularizadas no existe una autoridad moral a la cual se pueda apelar. En vez de eso, las decisiones éticas se deben basar en la ley y en “las costumbres éticas”, como lo dice Milton Friedman.[1] A partir de la ley y las costumbres éticas comienzan las construcciones humanas, y la ética de negocios se ve reducida a una ley hecha por los poderosos y lo popular. A nadie le gustaría un lugar de trabajo dominado por una élite religiosa pero, ¿puede un lugar de trabajo totalmente secularizado abrir la puerta para una clase diferente de explotación? Ciertamente, los creyentes pueden traer las bendiciones de la fidelidad de Dios a sus lugares de trabajo, sin tratar de imponer privilegios especiales para ellos mismos.
Esto no quiere decir que necesariamente el éxito lleva a la autosuficiencia. Si podemos recordar que la gracia de Dios, Su palabra y Su guía son la raíz de todos nuestros logros, entonces podremos ser agradecidos, no autosuficientes. Entonces, el éxito que experimentamos puede llevarnos a honrar a Dios y a tener gozo. Simplemente, la advertencia es que en el curso de la historia, el éxito parece ser más peligroso espiritualmente que la adversidad. Moisés le advierte a Israel sobre los peligros de la prosperidad más adelante, en Deuteronomio 8:11-20.
Milton Friedman, “The Social Responsibility of Business Is to Increase Its Profits” [La responsabilidad social de la empresa es incrementar sus beneficios], New York Times, Septiembre 13, 1970.