Introducción a Eclesiastés
Eclesiastés captura brillantemente el trabajo y la satisfacción, el éxito fugaz y las preguntas sin responder que todos experimentamos en el trabajo. Es uno de los libros favoritos de muchos trabajadores cristianos, y su narrador —el Predicador, como se le llama en la mayoría de traducciones en español— tiene mucho que decir acerca del trabajo. Gran parte de lo que enseña es conciso, práctico e inteligente. Cualquiera que haya trabajado en equipo puede apreciar el valor de una frase como, “Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo” (Ec 4:9). La mayoría de nosotros pasamos gran parte de nuestro tiempo productivo trabajando, y encontramos una afirmación positiva en las palabras del Predicador, “Por tanto yo alabé el placer, porque no hay nada bueno para el hombre bajo el sol sino comer, beber y divertirse, y esto le acompañará en sus afanes en los días de su vida que Dios le haya dado bajo el sol” (Ec 8:15).
Sin embargo, la perspectiva del trabajo del Predicador también es profundamente inquietante. “Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñado, y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento” (Ec 2:11). La preponderancia casi abrumadora de las observaciones negativas acerca del trabajo amenaza con agobiar al lector. El Predicador comienza con “vanidad de vanidades” (Ec 1:2) y termina con “todo es vanidad” (Ec 12:8). Las palabras y las frases que repite más frecuentemente son “vanidad”, “correr tras el viento”, “no descubrir” y “no puede descubrir”. Si no se usa una perspectiva mayor para moderar sus observaciones, Eclesiastés puede ser un libro realmente sombrío.
La tarea de encontrarle sentido a Eclesiastés como un todo es difícil. ¿Realmente el libro describe el trabajo como vanidad, o el Predicador filtra las diversas formas vanas de trabajar con el fin de encontrar un conjunto básico de formas significativas? O al contrario, ¿la apreciación general del trabajo como un “correr tras el viento” invalida las diversas máximas y observaciones positivas? La respuesta depende en gran parte de la manera en la que abordamos el libro.
Una forma de leer Eclesiastés es tomándolo simplemente como una mezcla de observaciones acerca de la vida, incluyendo el trabajo. Bajo este enfoque, el Predicador es principalmente un observador realista que reporta los altos y bajos que encuentra en la vida. Cada observación se presenta en sí misma como un bocado de sabiduría. Si tomamos un consejo útil a partir de, por ejemplo, “Nada hay mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno” (Ec 2:24), no debemos preocuparnos demasiado por que esté seguido de cerca por la frase, “Esto también es vanidad y correr tras el viento” (Ec 2:26).
El lector que acepta esta forma de abordar el libro no está solo. La mayoría de los eruditos en la actualidad no reconocen un argumento dominante en Eclesiastés, e incluso aquellos que lo hacen aseguran que “es difícil encontrar un comentarista que esté de acuerdo con otro”.[1] Sin embargo, esta forma de abordar el libro por partes pequeñas no es totalmente satisfactoria. Queremos conocer el mensaje general de Eclesiastés y para descubrirlo, debemos buscar una estructura que una el gran rango de observaciones que viven conjuntamente en el libro.
Seguiremos la estructura que propuso primero Addison Wright en 1968, la cual divide el libro en unidades de pensamiento.[2] La estructura de Wright se alaba a sí misma por tres razones: (1) está basada objetivamente en la repetición de frases clave en el texto de Eclesiastés, y no en interpretaciones subjetivas de contenido; (2) es aceptada por más eruditos —quienes ciertamente son una mayoría pequeña— que cualquier otra;[3]y (3) trae al plano principal temas relacionados con el trabajo. Aquí no tenemos espacio para reproducir los argumentos de Wright, pero indicaremos las frases repetitivas que demarcan las unidades de pensamiento que propone. En la primera mitad del libro, la frase “correr tras el viento” marca el final de cada unidad. En la segunda mitad, la frase “no descubrir” (o “¿quién lo descubrirá?“) realiza la misma función. La estructura de Wright contribuirá directamente a nuestro entendimiento integral del libro.
Hay otro término que no pasa desapercibido al leer Eclesiastés, y es “bajo el sol”. Este se repite veintinueve veces en el libro, pero no se encuentra en ningún otro lugar de la Biblia.[4] Evoca el término “en el mundo caído” derivado de Génesis 3, el cual describe el mundo en donde la creación de Dios todavía es buena aunque está gravemente estropeada por causa de diferentes males. ¿Por qué el Predicador usa con tanta frecuencia esta frase? ¿Su intención es reforzar la idea de que el trabajo es vano al usar una imagen del sol moviéndose continuamente a través del cielo (Ec 1:5) mientras que nada cambia? ¿Él se imagina que debe haber un mundo más allá de la Caída, no “bajo el sol”, en donde el trabajo no será en vano? Esta es una pregunta que vale la pena tener en mente al leer Eclesiastés.
Para mostrar un contraste con la vida humana bajo el cielo, el Predicador nos deja ver a Dios en el cielo. Nuestro trabajo es efímero, pero “todo lo que Dios hace será perpetuo” (Ec 3:14). Estos vistazos son el comienzo para un entendimiento del carácter de Dios, el cual tal vez nos ayude a ver el sentido de la vida. Observaremos lo que Eclesiastés revela acerca del carácter de Dios con cada aspecto que surge y después los consideraremos juntos hacia el final de libro.
En cualquier caso, Eclesiastés contribuye de forma vital a la teología del trabajo por medio de su visión honesta y sin adornos de la realidad laboral. Cualquier persona sensata involucrada en su trabajo, sea seguidora de Cristo o no, se conectará con el libro. Es reconfortante que la honestidad dé lugar a conversaciones profundas acerca del trabajo, más que las pulcras prescripciones para hacer negocios a la manera de Dios que se encuentran tan comúnmente en los círculos cristianos.
Roland Murphy, Ecclesiastes [Eclesiastés], vol.23a, Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra] (Dallas: Word, 2002), xxxv.
Addison G. Wright, “The Riddle of the Sphinx: The Structure of the Book of Qoheleth” [El enigma de la esfinge: la estructura del libro de Qohelet], Catholic Biblical Quarterly [Publicación católica trimestral] 30 (1968): 313-34.
Incluyendo a J.S.M. Mulder, R. Rendtorff (parcialmente), A. Schoors (parcialmente) y R. Murphy, Word Biblical Commentary: Ecclesiastes, Vol. 23A (Dallas: Word, Inc., 2002), xxxvi- xxxviii.
Roland Murphy, ,Word Biblical Commentary: Ecclesiastes, Vol. 23A (Dallas: Word, Inc., 2002), 7.