No hay manera de descubrir lo que es bueno para hacer (Eclesiastés 6:10-8:17)
Una vida de trabajo equivale a un correr tras el viento, porque los resultados del trabajo no son permanentes en el mundo, como lo reconoce el Predicador. Así que comienza a buscar qué es lo mejor que puede hacer con el tiempo que tiene. Como vimos anteriormente en el libro, este bloque de material se divide en secciones demarcadas por una frase repetida al final de cada análisis. Para frustración de la esperanza del Predicador, esa frase es “no descubra” o su pregunta retórica equivalente, “¿quién lo descubrirá?”
Los resultados finales de nuestras acciones (Eclesiastés 7:1-14)
Nuestro trabajo termina cuando morimos. Por lo tanto, Eclesiastés nos recomienda que pasemos un buen tiempo en el cementerio (Ec 7:1-6). ¿Se puede ver alguna ventaja real que una tumba tenga respecto a otra? Algunas personas pasan silbando por el panteón, rechazando sus lecciones. “Su risa es como el crujir de las espinas quemándose mientras se consumen en las llamas” (Ec 7:6).
Ya que nuestro tiempo es corto, no podemos descubrir el impacto que tendremos en el mundo. Ni siquiera podemos descubrir por qué el presente es diferente del ayer (Ec 7:10), mucho menos lo que traerá el mañana. Tiene sentido disfrutar cualquier bien que traiga nuestro trabajo mientras vivimos, pero no hay una promesa de que el final será bueno, porque “Dios ha hecho tanto el uno como el otro para que el hombre no descubra nada que suceda después de él” (Ec 7:14; énfasis agregado).
Ignorar nuestro legado nos enseña que un buen fin no justifica los medios incorrectos. No podemos ver el fin de todas nuestras acciones, pero en cualquier momento podemos tener la capacidad de suavizar las consecuencias de los medios que usamos. Los políticos que aquietan la opinión pública ahora para causar un daño público en el futuro, los funcionarios financieros que esconden una pérdida en este periodo con la esperanza de recuperarla en el próximo periodo, los egresados que mienten en aplicaciones de trabajo con la esperanza de tener éxito en un trabajo para el que no están calificados —todos ellos cuentan con un futuro sobre el cual no tienen poder. Mientras tanto, están haciendo un daño que tal vez nunca se pueda disipar completamente, incluso si lo que esperan se vuelve realidad.
El bien y el mal (Eclesiastés 7:15-28)
Por tanto, debemos tratar de actuar en el presente conforme a lo que es bueno. Aun así, no es posible saber con certeza si alguna de nuestras acciones es totalmente buena o totalmente mala. Cuando imaginamos que estamos actuando justamente, la maldad puede entrar silenciosamente, y viceversa (Ec 7:16-18). Porque “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque” (Ec 7:20). La verdad del bien y el mal “está lejos lo que ha sido, y en extremo profundo. ¿Quién lo descubrirá?” (Ec 7:24; énfasis agregado). La frase característica “no he [ha] hallado” se repite de nuevo dos veces en Eclesiastés 7:28, como si quisiera resaltar esta dificultad.
Lo mejor que podemos hacer es temer a Dios (Ec 7:18) —es decir, evitar la arrogancia y la autojustificación. Para dar un buen autodiagnóstico es necesario considerar si tenemos que recurrir a una lógica tergiversada y una racionalización complicada para justificar nuestras acciones. “Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas” (Ec 7:29). El trabajo tiene muchas complejidades, muchos factores que se deben tener en cuenta, y usualmente es imposible tener una certeza moral. Sin embargo, una lógica ética sin sentido casi siempre es una mala señal.
El poder y la justicia (Eclesiastés 8:1-17)
El ejercicio del poder es un hecho en la vida y debemos obedecer a quienes tienen autoridad sobre nosotros (Ec 8:2-5). Sin embargo, no sabemos si ellos usarán su autoridad justamente. Es posible que usen su poder para perjudicar a otros (Ec 8:9). La justicia está pervertida. Los justos son castigados y los malvados reciben recompensas (Ec 8:10-14).
En medio de esta incertidumbre, lo mejor que podemos hacer es temer a Dios (Ec 8:13) y disfrutar las oportunidades que Él nos da para ser felices. “Por tanto yo alabé el placer, porque no hay nada bueno para el hombre bajo el sol sino comer, beber y divertirse, y esto le acompañará en sus afanes en los días de su vida que Dios le haya dado bajo el sol” (Ec 8:15).
Como en la sección previa, la frase clave “no la descubrirá” y sus equivalentes se repiten tres veces al final. “El hombre no puede descubrir la obra que se ha hecho bajo el sol. Aunque el hombre busque con afán, no la descubrirá; y aunque el sabio diga que la conoce, no puede descubrirla” (Ec 8:17; énfasis agregado). Este es el fin de la búsqueda del Predicador de lo bueno que se puede hacer con el tiempo limitado que tenemos. Aunque ha descubierto algunas prácticas buenas, el resultado general es que no puede encontrar lo que es verdaderamente significativo.