El restablecimiento de la vida de acuerdo al pacto, fase dos:Esdras y Nehemías juntos (Nehemías 8:1)
Luego de finalizar la muralla que rodeaba a Jerusalén, los israelitas se reunieron en la ciudad con el fin de renovar su pacto con Dios. Esdras reapareció en este punto para leer la ley frente al pueblo (Neh 8:2-5). Al escuchar la ley, el pueblo lloró (Neh 8:9), pero Nehemías los reprendió por su tristeza y les dijo, “Id, comed de la grosura, bebed de lo dulce, y mandad raciones a los que no tienen nada preparado; porque este día es santo para nuestro Señor” (Neh 8:10). Independientemente de lo fundamental que puede ser el trabajo para servir a Dios, la celebración también es esencial. En los días santos, las personas deben disfrutar los frutos de su trabajo y compartirlos con aquellos que no tienen tales deleites.
Sin embargo, como lo demuestra Nehemías 9, también hubo un tiempo para la aflicción santa, cuando las personas confesaron sus pecados a Dios (Neh 9:2). Su confesión llegó en el marco de la lectura extensa de todas las cosas que Dios había hecho, comenzando con la creación misma (Neh 9:6) y siguiendo por los eventos cruciales del Antiguo Testamento. La falta de fidelidad de Israel al Señor explicó, entre otras cosas, porqué el pueblo elegido de Dios era “esclavo” de los reyes extranjeros y porqué aquellos reyes disfrutaron los frutos del trabajo de los israelitas (Neh 9:36-37).
Una de las promesas hechas por el pueblo al renovar su pacto con el Señor fue el compromiso de guardar el Sabbath (Neh 10:31). En particular, prometieron no hacer negocios durante el Sabbath con “los pueblos de la tierra”, quienes trabajaban en ese día. Los israelitas también se comprometieron a cumplir su responsabilidad de sustentar el templo y sus trabajadores (Neh 10:31-39). Esto se haría dándole al templo y a su personal un porcentaje del fruto de su propio trabajo. Ahora, como entonces, el compromiso de dar un porcentaje de nuestros ingresos para sustentar “el servicio de la casa de nuestro Dios” (Neh 10:32) es tanto un medio necesario para financiar el trabajo de la adoración, como un recordatorio que todo lo que tenemos viene de la mano de Dios.
Luego de terminar su tarea de construir la muralla de Jerusalén y supervisar la restauración de la sociedad allí, Nehemías regresó a servir al rey Artajerjes (Neh 13:6). Tiempo después regresó a Jerusalén, donde descubrió que algunas de las reformas que había iniciado estaban progresando, mientras que otras habían sido olvidadas. Por ejemplo, se dio cuenta de que algunas personas trabajaban en el Sabbath (Neh 13:15). Los oficiales judíos estaban permitiendo que los comerciantes gentiles trajeran sus productos a Jerusalén para venderlos en el día de reposo (Neh 13:16), así que Nehemías reprendió a aquellos que habían incumplido el mandato del Sabbath (Neh 13:17-18). Además, con su metodología típicamente pragmática, cerró las puertas de la ciudad antes de que comenzara el Sabbath y las mantuvo así hasta que el día de reposo terminó. También colocó algunos de sus sirvientes en las puertas para que pudieran decirle a los vendedores potenciales que se fueran (Neh 13:19).
Con base en Nehemías no se puede responder si los cristianos debemos o no guardar el Sabbath y la forma de hacerlo. Se necesita una conversación teológica mucho más amplia.[1] No obstante, este libro nos recuerda lo fundamental que era para el primer pueblo que vivió conforme al pacto el guardar el Sabbath, y la amenaza que significaba la interacción económica con aquellos que no guardan este día. En nuestro propio contexto, ciertamente era más fácil para los cristianos guardar el Sabbath cuando los centros comerciales estaban cerrados en día del Señor. Sin embargo, nuestra cultura contemporánea de comercio a toda hora nos pone en la situación de Nehemías, en la que se requiere una decisión consciente —y potencialmente costosa— con respecto al Sabbath.
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