La reducción de la brecha entre lo sagrado y lo secular (Nehemías 1:1 - 1:10)
La relación entre el templo y la muralla es significativa para la teología de trabajo. Puede que el templo parezca una institución religiosa y la muralla una secular. Sin embargo, Dios guió a Nehemías a trabajar en las murallas, lo que tiene la misma importancia que cuando guió a Esdras a trabajar en el templo. Tanto lo sagrado como lo secular eran necesarios para cumplir el plan de Dios de restaurar la nación de Israel. Si las murallas estaban incompletas, el templo también lo estaba. El trabajo era uno solo y es sencillo entender la razón. Sin una muralla, ninguna ciudad en el Cercano Oriente antiguo estaba a salvo de bandidos, pandillas y animales salvajes, incluso si el imperio estaba en paz. Entre más desarrollada fuera una ciudad en términos económicos y culturales, mayor era el valor de lo que había en ella y por lo tanto, la necesidad de tener una muralla era mayor. Gracias a sus abundantes decoraciones, la falta de una muralla habría sido particularmente riesgosa para el templo. Prácticamente, sin una muralla no podía existir una ciudad y sin una ciudad no podía existir un templo.
Por otra parte, la ciudad y su muralla dependían del templo, el cual era la fuente de provisión de Dios para la ley, el gobierno, la seguridad y la prosperidad. Incluso en términos estrictamente militares, el templo y la muralla dependían mutuamente el uno del otro. La muralla era un componente fundamental de la protección de la ciudad, pero también lo era el templo en donde moraba el Señor (Esd 1:3), Quien deshizo los planes violentos de los enemigos de la ciudad (Neh 4:15). De igual forma era con el gobierno y la justicia. Las puertas de la muralla eran el lugar en donde se procesaban las acciones legales (Dt 21:19, Is 29:21), y al mismo tiempo el Señor desde Su templo hacía “justicia al huérfano y a la viuda” (Dt 10:18). Si no existía el templo, no estaba la presencia de Dios y si no estaba la presencia de Dios, no había fuerza militar, ni justicia, ni civilización, ni la necesidad de tener murallas. El templo y las murallas eran uno en la sociedad fundada en “el pacto y la misericordia” de Dios (Neh 1:5). Al menos esto es lo ideal, por lo que Nehemías ayunaba, oraba y trabajaba.