Esclavitud o servidumbre (Éxodo 21:1-11)
Aunque Dios liberó a los hebreos de la esclavitud en Egipto, la esclavitud no se prohíbe generalmente en la Biblia. La esclavitud era permitida en ciertas situaciones siempre que los esclavos fueran vistos como miembros de la comunidad (Gn 17:12), tuvieran los mismos periodos de descanso y vacaciones que los que no eran esclavos (Éx 23:12; Dt 5:14-15; 12:12) y recibieran un trato humano (Éx 21:7, 26-27). Lo que es más importante, la esclavitud no estaba diseñada como una condición permanente, sino que era un refugio voluntario y temporal para las personas que de otra manera sufrirían una gran pobreza. “Si compras un siervo hebreo, te servirá seis años, pero al séptimo saldrá libre sin pagar nada” (Éx 21:2). La crueldad por parte del dueño causaba que el esclavo fuera liberado inmediatamente (Éx 21:26-27). Esto hizo de la esclavitud hebrea más una clase de contrato laboral a largo plazo entre individuos, en contraste con la explotación permanente racial, étnica y de clases que ha caracterizado la esclavitud en los tiempos modernos.
La esclavitud hebrea de mujeres era en cierto sentido incluso más protectora. El propósito principal de la compra de una esclava era que ella se convirtiera en la esposa del comprador o del hijo del comprador (Éx 21:8-9). Como esposa, ella se convertía en par del esclavista socialmente, y la compra se realizaba como cuando se daba una dote. De hecho, la reglamentación la llama “esposa” (Éx 21:10 NVI). Además, si el comprador no trataba a la esclava con todos los derechos que le correspondían a una esposa común, él debía dejarla libre. “Ella saldrá libre sin pagar dinero” (Éx 21:11). Sin embargo, en otro sentido, las mujeres tenían mucha menos protección que los hombres. Potencialmente, incluso las mujeres solteras enfrentaban la posibilidad de ser vendidas como esposas en contra de su voluntad. Aunque esto las convertía en “esposas” en vez de “esclavas”, ¿el matrimonio forzado es menos inaceptable que el trabajo forzado?
Además, un vacío evidente es que se podía comprar una niña o mujer como esposa de un esclavo, no del dueño de los esclavos o su hijo, y esto resultaba en esclavitud permanente (Éx 21:4), incluso si se vencían los términos de esclavitud del esposo. La mujer se convertía en esclava permanente del esclavista que no se casó con ella y él no le debía ninguna de las protecciones pertinentes de una esposa.
El amparo contra la esclavitud permanente tampoco aplicaba para los extranjeros (Lv 25:44-46). Los hombres que capturaban en la guerra eran considerados como el botín y se convertían en propiedad permanente de sus dueños. Las mujeres y niñas capturadas eran aparentemente la gran mayoría de los prisioneros (Nm 31:9-11, 32-35; Dt 20:11-14) y enfrentaban la misma situación de las esclavas de origen hebreo (Dt 21:10-14), incluyendo la esclavitud permanente. También se podían comprar esclavos en las naciones circundantes (Ec 2:7) y nada los protegía de la esclavitud permanente. Los demás amparos de los esclavos hebreos aplicaban para los extranjeros, pero este debe haber sido un pequeño consuelo para aquellos que enfrentaban toda una vida de trabajos forzados.
En contraste con la esclavitud en los Estados Unidos, la cual generalmente prohibía el matrimonio entre esclavos, las normas en Éxodo apuntaban a preservar intactas las familias. “Si entró solo, saldrá solo; si tenía mujer, entonces su mujer saldrá con él” (Éx 21:3). Aun así, como hemos visto, el resultado real de las regulaciones era el matrimonio forzado.
Independientemente de cualquier protección que otorgara la Ley, la esclavitud de ningún modo era una forma de vida conveniente. Los esclavos eran propiedades, sin importar el periodo de su esclavitud. A pesar de las normas, es probable que en la práctica la protección contra el maltrato fuera escasa y que hubiera abusos. Como en gran parte de la Biblia, la palabra de Dios en Éxodo no anulaba el orden económico y social existente, sino que instruía al pueblo de Dios para que vivieran con justicia y compasión en sus circunstancias. A nuestro parecer, las consecuencias de esta situación son estremecedoras, y es correcto percibirlas de esa manera.
En todo caso, para no ser arrogantes, debemos echar un vistazo a las condiciones laborales que prevalecen entre la población de escasos recursos en todos los lugares del mundo, incluyendo las naciones desarrolladas. Las personas que tienen dos o tres empleos para sustentar a sus familias trabajan incesantemente, los que están al mando abusan y ejercen arbitrariamente el poder y los administradores de negocios ilícitos, funcionarios corruptos y jefes involucrados en la política malversan los frutos del trabajo. Millones de personas trabajan hoy con menos regulaciones de las que había en la Ley de Moisés. Si la voluntad de Dios era proteger a Israel de la explotación incluso en la esclavitud, ¿qué espera Dios que hagamos los seguidores de Cristo por aquellos que sufren la misma opresión o incluso peor en la actualidad?.