“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás” (Éxodo 20:8-11)
El asunto del Sabbath es complejo, no solo en el libro de Éxodo y el Antiguo Testamento, sino también en la teología y la práctica cristiana. La primera parte del mandamiento ordena que cesen las labores durante uno de siete días. Las otras referencias al Sabbath en Éxodo están en el capítulo 16 (sobre recoger el maná), Éxodo 23:10-12 (el séptimo año y el objetivo del descanso semanal), Éxodo 31:12-17 (la sanción por el incumplimiento), Éxodo 34:21 y Éxodo 35:1-3. En el contexto del mundo antiguo, solamente Israel tenía el Sabbath. Por una parte, este era un regalo inigualable para ellos. Ningún otro pueblo antiguo tenía el privilegio de descansar durante uno de siete días. Por otra parte, este requería una confianza extraordinaria en la provisión de Dios. Seis días de trabajo debían ser suficientes para sembrar, recoger la cosecha, llevar el agua, tejer las telas y tomar su sustento de la creación. Mientras que Israel descansaba un día de cada semana, las naciones alrededor seguían forjando sus espadas, arreglando sus flechas y entrenando soldados. Israel tuvo que confiar que Dios no dejaría que un día de descanso los llevara a la catástrofe económica y militar.
Actualmente, nosotros enfrentamos el mismo tema de confianza en la provisión de Dios. Si acatamos el mandamiento de guardar el ciclo propio de Dios de trabajo y descanso, ¿seremos capaces de competir en la economía moderna? ¿Debemos dedicarle siete días a mantener un trabajo (o dos o tres), limpiar la casa, preparar las comidas, cortar el césped, lavar el auto, pagar las cuentas, terminar el trabajo escolar y comprar la ropa, o podemos confiar en que Dios proveerá para nosotros incluso si nos tomamos un día cada semana? ¿Podemos dedicarle tiempo a adorar a Dios, orar y reunirnos con otros para estudiar y animarnos y, si lo hacemos, eso nos hará más o menos productivos en general? El cuarto mandamiento no explica cómo Dios hará que todo nos salga bien, simplemente nos dice que descansemos un día de cada siete.
Los cristianos han traducido el día de descanso como el día del Señor (el domingo, el día de la resurrección de Cristo), pero la esencia de Sabbath no es escoger un día en particular de la semana por encima de otro (Ro 14:5-6). La polaridad que realmente es la base del Sabbath es trabajo y descanso. Tanto el trabajo como el descanso están incluidos en el cuarto mandamiento. Los seis días de trabajo hacen parte del mandamiento, igual que el día de descanso. Aunque muchos cristianos corren peligro de permitir que el trabajo disminuya el tiempo reservado para el descanso, otros están en peligro de lo opuesto, de reducir el tiempo de trabajo y tratar de vivir una vida de ocio y derroche. Esto es incluso peor que incumplir el Sabbath, ya que “si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1Ti 5:8). Necesitamos un ritmo apropiado de trabajo y descanso, lo que es bueno para nosotros, nuestra familia, nuestros trabajadores y nuestros visitantes. El ritmo puede o no incluir veinticuatro horas continuas de descanso el domingo (o el sábado). Las proporciones pueden cambiar de acuerdo con las necesidades temporales (el equivalente moderno de sacar un buey de un hoyo en el Sabbath, ver Lucas 14:5) o las necesidades cambiantes de las temporadas de la vida.
Si nuestro principal peligro es el exceso de trabajo, debemos encontrar una forma de honrar el cuarto mandamiento sin instituir un legalismo nuevo y falso, poniendo lo espiritual (la adoración los domingos) contra lo secular (el trabajo de lunes a sábado). Si nuestro peligro es eludir el trabajo, debemos aprender a encontrar gozo y significado en nuestra labor, como un servicio para Dios y nuestro prójimo (Ef 4:28).