“No darás falso testimonio contra tu prójimo” (Éxodo 20:16)
El noveno mandamiento honra el derecho a la reputación.[1] Este se aplica de forma significativa en los procedimientos legales, en donde lo que las personas dicen describe la realidad y determina el rumbo de vidas humanas. Las decisiones judiciales y los demás procesos legales tienen un gran poder; por lo tanto, manipularlos constituye una ofensa bastante grave ya que le resta valor al tejido ético social. Walter Brueggemann dice que este mandamiento reconoce “que la vida en comunidad no es posible a menos que exista un escenario en donde el público confíe que se describirá y reportará fiablemente la realidad social”.[2]
Aunque se formula en lenguaje judicial, el noveno mandamiento también aplica a un amplio rango de situaciones que se relacionan con prácticamente todos los aspectos de la vida. Nunca debemos decir ni hacer algo que distorsione la imagen de otra persona. Brueggemann aporta más ideas al respecto:
Los políticos buscan destruirse unos a otros en campañas negativas; los columnistas chismosos alimentan la calumnia; y en las salas de estar de los cristianos, se destruyen o manchan reputaciones mientras se disfruta de una taza de café servida con un postre en vajillas finas. Estas son en realidad salas de tribunal que funcionan sin el proceso que dicta la ley. Se hacen acusaciones; se permiten los rumores; se expresan calumnias, perjurio y comentarios difamatorios sin ninguna objeción. Sin evidencias, sin defensa. Como cristianos, debemos abstenernos de participar o tolerar cualquier conversación en la que se difame una persona que no esté allí para defenderse. No es correcto difundir rumores de ninguna manera, ni como peticiones de oración o preocupaciones pastorales. Más que simplemente no participar, los cristianos deben detener los rumores y a aquellos que los divulgan.[3]
Algunas veces, los rumores se relacionan con temas personales externos al trabajo, lo cual ya es bastante cruel. Pero, ¿qué hay de los casos en los que un empleado mancha la reputación de un compañero de trabajo? ¿Realmente se puede encontrar la verdad cuando aquellos que son objeto de las habladurías no están allí para hablar por sí mismos? ¿Y qué hay de las evaluaciones de rendimiento? ¿Qué garantías deben existir para asegurar que los reportes son justos y precisos? A mayor escala, la industria de mercadeo y publicidad opera en el espacio público entre organizaciones e individuos. En aras de presentar los productos propios y servicios de la mejor manera, ¿hasta qué punto se pueden indicar los defectos y debilidades de los competidores sin incorporar la perspectiva de ellos? ¿Los derechos de “su prójimo” pueden incluir los derechos de otras compañías?
En realidad, el alcance de nuestra economía global sugiere que este mandato puede tener una aplicación bastante amplia. En un mundo en el que con frecuencia la percepción cuenta como realidad, la retórica de la persuasión efectiva puede que tenga o no algo, o mucho, que ver con la verdad genuina. El origen divino de este mandato nos recuerda que tal vez las personas no puedan detectar si nuestra representación de otros es precisa o no, pero Dios no puede ser burlado. Es bueno hacer lo correcto cuando nadie está mirando. Con este mandato entendemos que debemos decir lo correcto cuando cualquiera esté escuchando (Consulte Verdad y Engaño para una discusión más amplia acerca de este tema, incluyendo si la prohibición de “falso testimonio contra su prójimo” incluye todas las formas de mentir y engañar).
Walter Brueggemann, “The Book of Exodus,” in vol. 1, in The New Interpreter’s Bible: Genesis to Leviticus (Nashville: Abingdon Press, 1994), 431.
Walter Brueggemann, “The Book of Exodus,” in vol. 1, in The New Interpreter’s Bible: Genesis to Leviticus (Nashville: Abingdon Press, 1994), 848.
Walter Brueggemann, “The Book of Exodus,” in vol. 1, The New Interpreter’s Bible: Genesis to Leviticus (Nashville: Abingdon Press, 1994), 432.