El colapso sistémico de Israel (Ezequiel 22)
En caso de que los judíos exiliados en Babilonia pasaran por alto el modelo positivo del capítulo 18, Ezequiel 22 les da una imagen explícita del lugar en el que la nación se salió de los rieles establecidos por Dios. Jerusalén es el entorno en el que el profeta observa los factores políticos, económicos y religiosos que los llevaron a la destrucción final. De acuerdo con Robert Linthicum, el propósito del sistema político es establecer una política de justicia y obediencia a Dios (Dt 16:18–20; 17:8–18). El sistema económico debe mantener una economía de mayordomía y generosidad (Dt 6:10–15; 15:1–18). El sistema religioso es responsable principalmente de llevar a las personas a una relación con Dios y fundamentar el sistema político y el económico en Dios (Dt 10:12; 11:28). La religión es una especie de cerca para la comunidad y le da significado a la vida. El sistema político proporciona el proceso y el sistema económico le da sustento a la comunidad. Cuando el sistema religioso deja de funcionar, todo lo demás entra en caos.[1] De acuerdo con la ley de Dios, la brecha entre el rico y el pobre (la riqueza y la pobreza) es un indicador directo de la distancia entre Dios y una comunidad o nación.
En Ezequiel 22, el profeta les muestra a los judíos en el exilio la razón por la que el juicio de Dios debe venir sobre su nación: desde los príncipes a los sacerdotes, los falsos profetas y todas las personas de la tierra, “todos vosotros os habéis convertido en escoria” (Ez 22:19). La paciencia de Dios ha llegado al límite y los salarios de cada pecado de “negocios” les traerán muerte y destrucción a los responsables. ¿Qué se incluye en este catálogo de pecados? El uso del poder para derramar sangre (Ez 22:6); tratar a los padres con desprecio, tratar con violencia al extranjero y oprimir al huérfano y la viuda (Ez 22:7); calumniar con el propósito de derramar sangre (Ez 22:9); los pecados sexuales y el acoso (Ez 22:11); cobrar interés y obtener ganancias a costa del pobre, obtener ganancias injustas (Ez 22:12); conspirar para devastar el pueblo, robar tesoros y cosas preciosas y dejar a muchas mujeres viudas (Ez 22:25); violar la ley, profanar las cosas sagradas, enseñar mal e ignorar el Sabbath de Dios (Ez 22:8, 26); los líderes que son como lobos y desgarran a su presa para obtener ganancias injustas (Ez 22:27); los profetas que recubren con cal estas acciones (es decir, las ocultan) con visiones y predicciones falsas (Ez 22:28); y el pueblo que practica la extorsión y el robo en la tierra, oprime al pobre y el necesitado, maltrata a los extranjeros y les niega la justicia (Ez 22:29).
Al final, Dios buscó al menos a una persona justa que se pusiera en pie en la brecha, pero no la encontró. Es esta total falta de interés por las relaciones justas lo que trae la ira y el castigo de Dios. El capítulo termina (Ez 22:31) cuando Dios deja de proteger al pueblo mientras ellos se auto-destruyen. ¿Cómo trae Dios Su juicio? Él permite que los sistemas tomen su curso natural sin intervenir, de tal manera que la espiral decadente termina en destrucción.
Las palabras de Ezequiel siguen siendo pertinentes en la actualidad. Todavía existen personas que obtienen ganancias a partir de actividades ilegales tales como la extorsión, el robo, el fraude, la calumnia y la violencia. Pero es aún más preocupante la cantidad de formas que encuentran las personas para mantenerse dentro de la ley mientras cometen injusticias en su búsqueda de ganancias. Por ejemplo, les ofrecen a los consumidores ingenuos préstamos e instrumentos financieros de alto costo, alimentos y bebidas insalubres y bienes y servicios con precios excesivos. Usan demandas, cláusulas de contratos desequilibradas, cartas intimidantes y otras tácticas para evitar que las personas vulnerables ejerzan sus derechos legales. Participan en publicidad y prácticas de venta engañosas. Hacen trampa en los impuestos, esconden ingresos, obtienen títulos falsos para ganar beneficios. No cumplen sus promesas. Si Dios estuviera buscando al menos una persona justa en la actualidad, ¿existiría alguien que siempre haya actuado honestamente en los negocios y las finanzas?
Robert Linthicum, City of God, City of Satan: A Biblical Theology for the Urban Church [Ciudad de Dios, ciudad de Satanás: una teología bíblica para la iglesia urbana] (Grand Rapids: Zondervan, 1991).