La esperanza del pacto de Israel (Ezequiel 35-48)
La teología del trabajo de Ezequiel estaría incompleta si no se ubicara en el contexto completo de la restauración futura que se menciona a lo largo del libro. El pacto entre Dios e Israel parece roto por el incumplimiento de Israel de sus obligaciones, sin embargo, Dios restaurará a Israel y cumplirá Sus promesas cuando Israel regrese a Él. Este cumplimiento se expresa de forma culminante en las predicciones de restauración y la sección del nuevo templo del libro (Capítulos 35 al 48). Aquí, el lector ve una imagen más completa del futuro que el exilio fiel debe anunciar en el presente por medio de la vida justa y la responsabilidad colectiva.
La promesa de un pastor davídico en la era de restauración futura es inherente al “pacto de paz” de Dios con Israel (Ez 34:25) y se le llama un “pacto eterno” (Ez 37:24–26). Ezequiel espera con ansias el día en el que este rey-pastor marcará el inicio de la bendición que Dios le promete a Israel y, más importante, los llevará a cumplir su llamado como “el pueblo de Dios”.[1] Ezequiel aclara que Dios les concede esto al darles un corazón fiel y un nuevo espíritu para cumplir Sus leyes como lo mandó en Ezequiel 18:31 (ver también Ez 11:19–20; 36:26–28; 39:29). El pueblo de Dios tendrá todo lo necesario para hacer Su voluntad y será santificado por la presencia de Dios en el nuevo santuario en medio de ellos (Ez 37:28). Ezequiel le dedica nueve capítulos al diseño de un nuevo templo para el día de la restauración y la adoración requerida (Ez 40–48). A la luz de los paralelos cercanos entre Ezequiel 38–48 y Apocalipsis 20–22, nos podemos preguntar si la visión de Ezequiel prevé una restauración literal del templo, o si esto apunta a la realidad más grande de la Nueva Jerusalén en donde no existe un templo “porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero” (Ap 21:22).
Como cristianos, ponemos nuestra confianza en el pastoreo supremo de Cristo. Es Él quien no solo cumplió la justicia personal, sino que también asumió toda la responsabilidad colectiva por la humanidad al derramar Su propia sangre a nuestro favor. Por la muerte y resurrección de Jesús, el día de Ezequiel del cumplimiento del pacto ha comenzado para el cristiano. Pero el día no ha terminado y el pacto no se ha consumado completamente. Ezequiel nos enseña que cuando somos llamados al trabajo, estamos llamados a la actividad justa en el exilio mientras asumimos los retos inherentes al esperar la consumación del reino de Dios. Dios demanda un estilo de vida de justicia individual y responsabilidad colectiva que son indicativos del cumplimiento futuro del pacto. Al seguir los pasos de Jesús, podemos comenzar a vivir la restauración futura de Dios en el lugar de trabajo actual.
Ver Rolf Rendtorff, The Covenant Formula: An Exegetical and Theological Investigation [La fórmula del pacto: una investigación exegética y teológica], traducido por Margaret Kohl (Edimburgo: T&T Clark, 1998).