El hombre justo no roba, sino que alimenta al hambriento y viste al desnudo (Ezequiel 18:7b)
Esta puede parecer una pareja extraña de ideas. ¿Quién sería capaz de debatir la prohibición del robo? Pero, ¿cómo se relaciona el robo con la obligación de darle alimento al hambriento y proveer ropa para el desnudo? Como con Ezequiel 18:7a, el enlace es el requisito de interesarse por el bienestar económico de los demás. En este caso, sin embargo, “los demás” no son la contraparte de una transacción comercial, sino simplemente cualquier persona que nos encontramos en un día común. Si usted conoce a alguien que posee algo que necesita pero que usted desea, no se le permite robarle. Si usted conoce a alguien a quien le hace falta algo que usted tiene de sobra, debe dárselo, o al menos debe suplir sus necesidades básicas como alimento y vestido.
Detrás de esta advertencia un tanto desconcertante, se encuentra la ley económica de Dios: somos mayordomos, no dueños, de todo lo que tenemos. Debemos ver la riqueza como una riqueza común porque todo lo que tenemos en un regalo de Dios con el propósito de que ninguno entre nosotros sea pobre (Dt 6:10–15; 15:1–18). Esto es claro en las leyes que demandan la cancelación de deudas cada siete años y la redistribución de la riqueza acumulada en el año del jubileo (Lv 25). Una vez cada cincuenta años, el pueblo de Dios debía volver a equilibrar la riqueza en la tierra para remediar los males propios de la sociedad humana. En los años intermedios, debían vivir como mayordomos de todo lo que poseían:
Así que no os hagáis mal uno a otro, sino temed a vuestro Dios; porque Yo soy el Señor vuestro Dios. Cumpliréis, pues, Mis estatutos y guardaréis Mis leyes, para ejecutarlos, para que habitéis seguros en la tierra. (Lv 25:17–18)
La tierra no se venderá en forma permanente, pues la tierra es Mía; porque vosotros sois sólo forasteros y peregrinos para conmigo. (Lv 25:23)
En caso de que un hermano tuyo empobrezca y sus medios para contigo decaigan, tú lo sustentarás como a un forastero o peregrino, para que viva contigo. No tomes interés y usura de él, mas teme a tu Dios, para que tu hermano viva contigo. No le darás tu dinero a interés, ni tus víveres a ganancia. “Yo soy el Señor vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para daros la tierra de Canaán y para ser vuestro Dios. (Lv 25:35–38)
El decreto en Ezequiel 18:7 no se relaciona directamente con la teología del trabajo, ya que tiene poco que ver con la producción real de cosas de valor. En cambio, es una parte de la teología de la riqueza, la mayordomía y la disposición de las cosas de valor. Sin embargo, puede existir una relación. ¿Qué pasaría si usted debiera trabajar con el propósito de satisfacer las necesidades de alguien más en vez de las suyas? Además de impedir el robo, esto también lo motivaría a trabajar de una forma que proveyera alimento, vestido y otras necesidades para las personas que sufren de escasez. Un ejemplo sería una compañía farmacéutica que establece una política de uso compasivo en la planeación de un nuevo medicamento. Otro ejemplo sería una compañía minorista que tiene como elemento clave de su modelo de negocios la accesibilidad. Por otra parte, este principio se opone a un negocio que solo pueda ser exitoso al cobrar precios altos por productos que no satisfacen necesidades reales, tales como una compañía farmacéutica que produzca reformulaciones triviales con el fin de extender los términos de sus patentes.