Dios crea el mundo material (Génesis 1:2)
Génesis prosigue dando énfasis a la materialidad del mundo. “La tierra no tenía forma y estaba vacía, y la oscuridad cubría las aguas profundas; y el Espíritu de Dios se movía en el aire sobre la superficie de las aguas.” (Gn 1:2 NTV). La creación emergente, aunque todavía “no tenía forma”, tenía las dimensiones concretas de materia (“las aguas”) y espacio (“profundas”), y Dios se involucra con esta materialidad (“el Espíritu de Dios se movía en el aire sobre la superficie de las aguas”). Después, en el capítulo 2, vemos a Dios trabajando con la misma tierra que Él creó. “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Gn 2:7). En los capítulos 1 y 2, vemos a Dios involucrado en la propiedad física de Su creación.
Cualquier teología del trabajo debe comenzar con una teología de la creación. ¿Consideramos el mundo material, las cosas con las que trabajamos, como cosas de primera categoría creadas por Dios, teñidas con un valor duradero? O las desestimamos tomándolas como un sitio de trabajo temporal, un lugar de prueba, un barco que se hunde del cual debemos escapar para llegar al verdadero lugar de Dios en un “cielo” inmaterial. Génesis argumenta contra cualquier noción de que el mundo material es de cierta forma menos importante para Dios que el mundo espiritual. Para decirlo de una manera más precisa, en Génesis no hay una distinción exacta entre lo material y lo espiritual. El ruah de Dios en Génesis 1:2 es al mismo tiempo “soplo”, “viento” y “espíritu” (ver la nota a en la NVI o comparar con BLP). “Los cielos y la tierra” (Gn 1:1; 2:1) no son dos campos separados, sino que son una figura hebrea del lenguaje que significa “el universo” [1], de la misma manera en que la frase “carne y hueso” representa a un ser humano.
De forma significativa, la Biblia termina donde comienza: en la tierra. La humanidad no abandona la tierra para reunirse con Dios en el cielo. En vez de esto, Dios perfecciona Su reino en la tierra y crea “la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios” (Ap 21:2). Aquí, Dios habita con los seres humanos, en la creación renovada. “He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres” (Ap 21:3). Es por esto que Jesús les dijo a Sus discípulos que oraran de la siguiente manera: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10).
En el periodo entre Génesis 2 y Apocalipsis 21, la tierra se corrompe, se destruye, se desordena y se llena de personas y fuerzas que trabajan contra los propósitos de Dios (esto está desde Génesis 3 en adelante). No todo en el mundo está de acuerdo con el diseño de Dios, pero el mundo sigue siendo Su creación, y a eso lo llama “bueno”. (Más información acerca del cielo nuevo y la tierra nueva en “Apocalipsis 17–22”, en Apocalipsis y el trabajo).
Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, vol. 1, Word Biblical Commentary (Dallas: Word, 1998), 15.