Jeremías el poeta en el trabajo: Lamentaciones
Aunque no existe dentro de la Biblia misma una prueba de que el libro de Lamentaciones haya sido escrito por Jeremías, la tradición rabínica, los temas paralelos en Jeremías y Lamentaciones y el carácter de testigo presencial de los lamentos apuntan a Jeremías como el autor más probable de estos cinco poemas de aflicción.[1] Judá y su capital, Jerusalén, han sido totalmente destruidas. Después de un sitio de dos años, los babilonios han tomado la ciudad, derribado sus murallas, saqueado y destruido el templo de Dios y se han llevado a los habitantes sanos al exilio en Babilonia.
Jeremías se encuentra entre los pocos sobrevivientes que se quedan en la tierra, viviendo entre los que se habían aferrado a la vida durante la hambruna y habían visto a niños hambrientos morir, mientras los falsos profetas seguían engañando al pueblo acerca de los propósitos de Dios. El libro de Lamentaciones captura la desolación de la ciudad y el desespero del pueblo, al tiempo que resalta la causa de esta desolación.
Aquí vemos trabajando al poeta. En cinco poemas estrechamente estructurados, él usa imágenes poderosas de la masacre en la ciudad, mientras Dios permite el castigo de Su pueblo por sus atroces pecados. Pero a pesar de la profundidad emocional de su lamento, el artista captura la devastación en una forma poética controlada. Este es un arte al servicio de la liberación emocional. Aunque no es común que una discusión acerca del “trabajo” incluya el trabajo de los artistas, estos poemas nos obligan a reconocer el poder del arte para encapsular los altos y bajos de la experiencia humana.
El artista agrega una nota de esperanza en medio del desespero, arraigando el futuro en la bondad de Dios:
Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es Tu fidelidad! El Señor es mi porción —dice mi alma— por eso en Él espero. Bueno es el Señor para los que en Él esperan, para el alma que le busca. (Lam 3:21–25)
Porque no rechaza para siempre el Señor, antes bien, si aflige, también se compadecerá según Su gran misericordia. Porque Él no castiga por gusto, ni aflige a los hijos de los hombres. (Lam 3:31–33)
¿Por qué ha de quejarse el ser viviente? ¡Sea valiente frente a sus pecados! Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al Señor; alcemos nuestro corazón en nuestras manos hacia Dios en los cielos. (Lam 3:39–41)
En la destrucción de Jerusalén, los inocentes sufrieron junto con los culpables. Los niños pasaron hambre y los profetas fieles como Jeremías soportaron la misma miseria que se les impuso a aquellos cuyos pecados trajeron la destrucción de la ciudad. Esta es la realidad de la vida en un mundo caído. Cuando las corporaciones colapsan bajo el peso de malas decisiones, culpa grave o prácticas ilegales, las personas inocentes pierden su trabajo y sus pensiones junto con aquellos que causaron el desastre. Al mismo tiempo, las injusticias en esta vida no son eternas para los cristianos en el lugar de trabajo. Dios reina y Su compasión nunca falla (Sal 136). No es fácil aferrarse a esa realidad divina en medio de los sistemas pecadores y líderes sin principios, pero Lamentaciones nos dice que “no rechaza para siempre el Señor”. Caminamos por fe en el Dios viviente cuya fidelidad para nosotros nunca fallará.
La construcción de estos cinco poemas de lamento es compleja. La poesía hebrea depende estructuralmente del metro y el paralelismo, no de la rima. Note que cada uno de los capítulos 1, 2, 4 y 5 tiene 22 versículos y todos menos el capítulo 5, son acrósticos: versos que comienzan en orden con las 22 letras del alfabeto hebreo. El capítulo 3 es una clase de acróstico triple con 66 versículos en vez de 22 (así que los versículos 1, 2 y 3 comienzan con alef, los versículos 4, 5 y 6 comienzan con bet, etc.).