La injusticia, la codicia, el bien común y la integridad (Jeremías 5–8)
La injusticia
Ya que no reconocían a Dios como la fuente de sus buenas cosechas, el pueblo de Judá perdió todo sentido de responsabilidad frente al Señor por la manera en que trabajaban. Esto los llevó a oprimir y a engañar a los débiles e indefensos:
Sobrepasan en obras de maldad; no defienden la causa, la causa del huérfano, para que prospere, ni defienden los derechos del pobre. (Jer 5:28)
Se aferran al engaño, rehúsan volver. He escuchado y oído, han hablado lo que no es recto; ninguno se arrepiente de su maldad, diciendo: “¿Qué he hecho?” (Jer 8:5–6)
Lo que se debió hacer para el bien de todos en la tierra de Dios se hizo solamente para el beneficio de ciertos individuos y sin temor del Dios para quien debían trabajar. Por lo tanto, el Señor les negó la lluvia y pronto aprendieron que ellos no eran la fuente de su propio éxito. Aquí existen paralelos en la crisis económica de los años 2008 al 2010 y su relación con la compensación, la honestidad al prestar y recibir un préstamo y el afán por obtener una ganancia rápida aunque se ponga a otras personas en riesgo. Es importante evitar el simplismo, ya que los grandes problemas económicos actuales son demasiado complejos para los principios generalizados que tomamos de Jeremías. Aun así, existe un vínculo —aunque complejo— entre el bienestar económico de las personas y naciones y sus vidas y valores espirituales. El bienestar económico es una cuestión moral.
La codicia
Dios llama a las personas a tener una meta más alta que el egoísmo económico. Nuestro objetivo principal es nuestra relación con Dios, dentro de la cual la provisión y el bienestar material son temas que aunque son importantes, tienen limitaciones.
De ti recuerdo el cariño de tu juventud, el amor de tu desposorio, de cuando me seguías en el desierto, por tierra no sembrada. Santo era Israel para el Señor, primicias de Su cosecha. (Jer 2:2–3)
Jeremías miró alrededor y vio que la codicia —la búsqueda desenfrenada de la ganancia económica— había desplazado el amor a Dios como el interés principal del pueblo. “Porque desde el menor hasta el mayor todos ellos codician ganancias; desde el profeta hasta el sacerdote todos practican el engaño” (Jer 8:10). Nadie escapó a la condenación de Jeremías por causa de la codicia.[1] El profeta no favorecía al rico o al pobre, al pequeño o al grande. Lo vemos recorriendo “las calles de Jerusalén” para encontrar al menos “algún hombre, si hay quien haga justicia, que busque la verdad” (Jer 5:1). Primero, Jeremías les preguntó a los pobres, pero descubrió que estaban endurecidos (Jer 5:4). Luego les habló a los ricos, “pero también todos ellos a una habían quebrado el yugo y roto las coyundas” (Jer 5:5).
Como dice Walter Brueggemann, “A todas las personas, pero especialmente los líderes religiosos, se les inculpa por su falta de principios en el ámbito económico… Esta comunidad ha perdido todas las normas por las cuales se evalúa y examina su codicia voraz y explotadora.”[2] Los corazones fueron inclinados a volverse ricos en vez de temer a Dios y amar a otros. Ya sea del rico (el rey, Jer 22:17) o del pobre, tal codicia suscitó la ira divina.
Trabajando para el beneficio de todos
El deseo de Dios es que vivamos y trabajemos para el beneficio de otros,[3] no solo de nosotros mismos. Jeremías criticó al pueblo de Judá por no cuidar a los que no podían ofrecer algún beneficio económico a cambio, incluyendo a los huérfanos y los necesitados (Jer 5:28), los extranjeros, las viudas y los inocentes (Jer 7:6). Esta va más allá de las incriminaciones por desobedecer partes específicas de la ley, como el robo, el asesinato, el adulterio, el juramento falso y la adoración de dioses falsos (Jer 7:9). Jeremías hizo esta acusación en contra de individuos particulares (“en mi pueblo se encuentran impíos”, Jer 5:26), en contra de todos (“todos los de Judá”, Jer 7:2), de los líderes de negocios (los ricos, Jer 5:27) y del gobierno (los jueces, Jer 5:28), en contra de las ciudades (Jer 4:16–18; 11:12; 26:2; et al.) y de la nación como un todo (“Este pueblo malvado”, Jer 13:10). Todos los componentes de la sociedad, individual e institucionalmente, habían roto el pacto con Dios.
La insistencia de Jeremías en que nuestro trabajo y sus frutos benefician a otros es una base importante para la ética de negocios y la motivación personal. Que una acción contribuya al bienestar de otras personas es tan importante como la legalidad de la misma. Puede ser legal realizar negocios de formas que perjudiquen a los clientes, trabajadores o la comunidad, pero eso no lo hace legítimo ante los ojos de Dios. Por ejemplo, la mayoría de compañías son parte de una cadena de producción que comienza con materias primas para producir partes que se convierten en ensamblajes y luego en artículos terminados que van al sistema de distribución y llegan a los consumidores. Tal vez algún actor en la cadena tenga la oportunidad de obtener poder sobre los demás, estrechar los márgenes y capturar todas las ganancias. Pero aunque esto se realice por medios legales, ¿es bueno para la industria y la comunidad? ¿Incluso es sostenible a largo plazo? También puede que sea legal que un sindicato conserve beneficios de los trabajadores actuales al negociar menos beneficios para los trabajadores nuevos, pero si todos los trabajadores necesitan tales beneficios, ¿realmente se está cumpliendo el propósito del sindicato?
Estas son cuestiones complejas y en Jeremías no encontramos una respuesta certera. Lo relevante en el libro es que los habitantes de Judá, en su mayoría, pensaban que estaban viviendo de acuerdo con la ley, lo que probablemente incluía sus muchas regulaciones económicas y laborales. Por ejemplo, en contraste con algunos de los otros profetas (por ejemplo, Ez 45:9–12), Jeremías no menciona que los comerciantes con los que tuvo contacto usaran pesas y medidas injustas, lo cual habría incumplido las leyes en Levítico 19:36.[4] Sin embargo, Dios consideró que la actividad económica y laboral de ellos fue infiel, ya que seguían las normas pero no el espíritu de la ley. Jeremías dice que en última instancia, esto no permitió que todo el pueblo disfrutara del fruto de su trabajo en la tierra de Dios.
Como el pueblo de Judá, todos tenemos oportunidades de acumular o compartir los beneficios que recibimos de nuestro trabajo. Algunas compañías les dan la mayoría de sus bonos y oportunidades de compra de acciones a los más altos ejecutivos. Otros los distribuyen ampliamente entre todos los trabajadores. Algunas personas tratan de tomar todo el crédito por los logros en los que participaron. Otros les dan crédito a sus compañeros de trabajo lo más que pueden. De nuevo, existen cuestiones complejas y debemos evitar juzgar a otros instantáneamente. Sin embargo, cada uno podría hacerse una simple pregunta: ¿la forma en la que manejo el dinero, el poder, el reconocimiento y las demás recompensas de mi trabajo me benefician principalmente a mí o contribuyen al bien de mis colegas, mi organización y mi sociedad?
De igual manera, las organizaciones pueden inclinarse hacia la codicia o al bien común. Si un negocio explota el poder de monopolio para cobrar precios altos o usa el engaño para vender sus productos, entonces está actuando de acuerdo con su codicia por el dinero. Si un gobierno ejercita el poder para promover los intereses propios por encima de los de sus vecinos o de sus líderes por encima de sus ciudadanos, entonces está actuando de acuerdo con su codicia por el poder.
Jeremías ofrece una perspectiva amplia del bien común y su opuesto, la codicia. La codicia no se limita a las ganancias que violan alguna ley en particular, sino que incluye cualquier clase de ganancia que ignore las necesidades y las circunstancias de otros. De acuerdo con Jeremías, nadie en su tiempo era libre de dicha codicia. ¿Esto es diferente en la actualidad?
La integridad
La palabra integridad significa vivir de acuerdo con un conjunto único y consistente de valores éticos. Cuando seguimos los mismos preceptos éticos en casa, en el trabajo, en la iglesia y en la comunidad, tenemos integridad. Cuando seguimos diferentes preceptos éticos en diferentes esferas de la vida, nos falta integridad.
Jeremías se queja de la falta de integridad que ve en el pueblo de Judá. Aparentemente creían que podían violar las normas éticas de Dios en el trabajo y la vida diaria y después ir al templo, actuar como santos y salvarse de las consecuencias de sus acciones.
Para robar, matar, cometer adulterio, jurar falsamente, ofrecer sacrificios a Baal y andar en pos de otros dioses que no habíais conocido. ¿Vendréis luego y os pondréis delante de Mí en esta casa, que es llamada por Mi nombre, y diréis: “Ya estamos salvos”; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones? ¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por Mi nombre, en cueva de ladrones delante de vuestros ojos? He aquí, Yo mismo lo he visto —declara el Señor. (Jer 7:9–11)
Jeremías los está llamando a vivir en integridad, ya que de lo contrario, su piedad no significa nada para Dios. “Y os echaré de Mi presencia”, dice Dios (Jer 7:15). Nuestros corazones no están bien con Dios solo con ir al templo. Nuestra relación con Él se refleja en nuestras acciones, en lo que hacemos todos los días, incluyendo lo que hacemos en el trabajo.
Ver, por ejemplo, Jer 2:30–32; 3:25; 7:21–24; 11:7–8; 22:21.
Walter Brueggemann, A Commentary on Jeremiah: Exile & Homecoming [Un comentario sobre Jeremías: el exilio y el retorno] (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), 72–73.
El Comité Directivo del Proyecto de Teología del Trabajo no tenía la intención de utilizar el término "bien común" para describir la insistencia de Jeremías en que el trabajo y los productos del trabajo deberían beneficiar a las personas en la sociedad en general (o al menos a ciertas personas en la sociedad) en lugar de solo Los trabajadores o los que tienen el poder.
La mayoría prefería usar el término "bien común" para describir el punto de Jeremiah porque su significado en inglés simple parece describir la situación de manera precisa y sucinta. Además, el término se usa en las principales traducciones de la Biblia al inglés, como NIV, NASB, RSV y NRSV; por ejemplo, en Nehemías 2:18 y 1 Corintios 12: 7.
La minoría no era partidaria de usar el término porque no aparece en ninguna traducción al inglés de Jeremías, ni hay un término hebreo en Jeremías que se corresponda aproximadamente con él. Si la mayoría tiene razón en que describe el punto de Jeremías, debe decirse que el mismo Jeremías no lo describe de esa manera. Además, el término ha adquirido un significado especializado en ciertas escuelas de filosofía, teología y política que va mucho más allá de cualquier significado en inglés simple que pueda pertenecer a Jeremías. El uso del término puede dar la impresión errónea de que tales escuelas de pensamiento filosófico-teológico-político son enseñadas, per se, por Jeremías.
De acuerdo con la opinión de la mayoría, hemos utilizado el término en este artículo. Sin embargo, no pretendemos adoptar una posición política particular o leer la filosofía o teología posterior a Jeremías en el texto de Jeremías. Más bien, lo usamos simplemente para referirnos a la proclamación de Jeremías de que Dios pretende que el trabajo de cada persona contribuya no solo a satisfacer sus propias necesidades, sino también a satisfacer las necesidades de los demás.