Las prácticas éticas de Job aplican para el lugar de trabajo (Job 31)
En medio del segundo lamento (Job 29-42), Job presenta un tratado relevante acerca del comportamiento ético, lo que de algunas maneras prevé el sermón del monte de Jesús (Mt 5-7). Aunque lo dice para justificar sus propios actos, Job proporciona algunos principios que aplican en muchas áreas de nuestra vida laboral:
Evitar la falsedad y el engaño (Job 31:5).
No permitir que los fines justifiquen los medios, que se expresa como no permitir que el corazón (los principios) se deje engañar por los ojos (el oportunismo) (Job 31:7).
Practicar la generosidad (Job 31:16-23).
No caer en la complacencia durante los tiempos de prosperidad (Job 31:24-28).
No hacer que su éxito dependa del fracaso de otros (Job 31:29).
Reconocer sus errores (Job 31:33).
No intentar conseguir algo sin pagar un precio, sino pagar apropiadamente por los recursos que consume (Job 31:38-40).
Este pasaje es particularmente interesante en cuanto a la forma en la que Job trata a sus empleados:
“Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva cuando presentaron queja contra mí, ¿qué haré cuando Dios se levante? Y cuando Él me pida cuentas, ¿qué le responderé? ¿Acaso Aquél que me hizo a mí en el seno materno, no lo hizo también a él? ¿No fue uno mismo el que nos formó en la matriz?” (Job 31:13-15)
Un empleador piadoso tratará a sus empleados con respeto y dignidad. Esto es evidente de forma especial en la seriedad con la que Job recibe las quejas de sus criados, principalmente aquellas acerca de la forma en la que él mismo los trata. Job señala correctamente que aquellos en el poder tendrán que defender delante de Dios la forma en la que tratan a sus subordinados. “¿Qué haré cuando Dios se levante? Y cuando Él me pida cuentas, ¿qué le responderé? (Job 31:14). Dios les preguntará a los subordinados acerca de la forma en la que sus superiores los trataban. Los superiores serían sabios en hacerles la misma pregunta a sus subordinados mientras es posible remediar sus errores. La marca de los seguidores verdaderos y humildes de Dios es que reconocen que se pueden equivocar, lo que se evidencia sobre todo en su disponibilidad para tratar con todas las quejas justificadas. Se necesita sabiduría para discernir cuáles quejas merecen atención en realidad. Aun así, la meta principal es cultivar un ambiente en el que los subordinados sepan que los superiores van a considerar las reclamaciones sensatas y racionales. Aunque Job habla de sí mismo y sus criados, su principio aplica para cualquier situación de autoridad: oficiales y soldados, empleados y empleadores, padres e hijos (criar hijos también es un trabajo), líderes y seguidores.
En nuestra época se han visto grandes luchas por la igualdad en el lugar de trabajo con respecto a la raza, religión, nacionalidad, sexo, clase social y otros factores. El libro de Job se adelanta cientos de años a estas luchas. Job va más allá de la simple igualdad formal de las categorías demográficas y considera que la dignidad de todas las personas en su casa es idéntica. Seremos como Job cuando tratemos a cada persona con toda la dignidad y el respeto que se le debe a un hijo de Dios, independientemente de nuestros sentimientos personales o del sacrificio que se requiera.
Por supuesto, esta verdad no impide que los jefes cristianos establezcan y exijan estándares altos en el lugar de trabajo. Sin embargo, sí requiere que los valores de cualquier relación laboral se caractericen por el respeto y la dignidad, especialmente por parte de las autoridades.