Job defiende su caso ante Dios (Job 5-13)
Job tiene la sabiduría que nos falta a muchos cristianos. Él sabe entregarle a Dios sus emociones en vez de descargarlas en sí mismo o en las personas que lo rodean. Además, cree que la fuente de las bendiciones —e incluso las adversidades— es Dios, así que toma su queja y la lleva a la fuente. “Pero quiero hablar al Todopoderoso, y deseo argumentar con Dios… ¿Cuántas son mis iniquidades y pecados? Hazme conocer mi rebelión y mi pecado. ¿Por qué escondes Tu rostro y me consideras Tu enemigo?” (Job 13:3, 23-24). Él reconoce que no entiende los caminos de Dios. “Él hace cosas grandes e inescrutables, maravillas sin número” (Job 5:9). Job sabe que nunca podrá triunfar en una discusión con Dios. “Si alguno quisiera contender con Él, no podría contestarle ni una vez entre mil. Sabio de corazón y robusto de fuerzas, ¿quién le ha desafiado sin sufrir daño?” (Job 9:3-4). No obstante, Job sabe que su angustia se tiene que manifestar de alguna manera. “Por tanto, no refrenaré mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma” (Job 7:11). Es mejor orientar su dolor hacia Dios, quien lo puede manejar fácilmente, que contra sí mismo o contra aquellos que ama, quienes no tienen la posibilidad de resolverlo.