Los amigos de Job tratan de proteger a Dios (Job 22-23)
Todos conocemos los tormentos que vienen luego del fracaso. Nos cuestionamos a nosotros mismos durante las noches tormentosas que pasamos en vela. Incluso parece que lo correcto fuera proteger a Dios culpándonos a nosotros mismos. Si nos cuestionamos de esta manera, imagine cómo cuestionamos a nuestros amigos, aunque rara vez estamos conscientes de ello. Los amigos de Job nos muestran la forma de hacerlo: en su afán por proteger a Dios de las protestas de Job, intensifican sus ataques hacia su amigo. Aun así, a través de los siglos, la lectura cristiana del libro de Job ha considerado a los amigos como herramientas de Satanás, no de Dios. Dios no necesita protección, Él puede cuidarse a sí mismo. Más que nada, a Satanás le encantaría demostrarle a Dios que Job le servía solo porque Dios lo bendecía abundantemente. El primer paso hacia la validación del ataque del acusador habría sido que Job reconociera que había hecho algo malo cuando en realidad no era cierto.
Por ejemplo, el último discurso de Elifaz se concentra en decir que Dios está por encima de la recriminación. “¿Puede un hombre ser útil a Dios, o un sabio útil para sí mismo?” (Job 22:2). “¿No está Dios en lo alto de los cielos?” (Job 22:12). “Cede ahora y haz la paz con Él” (Job 22:21). “El Todopoderoso será para ti tu oro y tu plata escogida. Porque entonces te deleitarás en el Todopoderoso, y alzarás a Dios tu rostro. Orarás a Él y te escuchará” (Job 22:25-27).
Sin embargo, Job no está tratando de culpar a Dios, sino que intenta aprender de Dios. A pesar de la terrible adversidad que Dios ha permitido que aflija a Job, él cree que Dios puede usar la experiencia para moldear su alma para el bien. “Cuando me haya probado, saldré como el oro”, dice Job (Job 23:10). “Porque Él hace lo que está determinado para mí, y muchos decretos como éstos hay con Él” (Job 23:14). Paul Stevens y Alvin Ung han señalado los muchos eventos que moldean el alma en el trabajo.[1] Las fuerzas oscuras del mundo caído amenazan con debilitar nuestras almas, pero la intención de Dios es que nuestras almas sean como el oro, refinadas y moldeadas en la semejanza particular que Dios tiene en mente para cada uno. Imagine cómo sería la vida si pudiéramos crecer espiritualmente no solo cuando estamos en la iglesia, sino en todo el tiempo que pasamos trabajando. Para esto necesitaríamos consejeros sabios con sensibilidad espiritual cuando enfrentamos pruebas en el trabajo. Los amigos de Job, inmersos en la repetición irracional de sentencias espirituales convencionales, no son de ayuda para él en este sentido.
R. Paul Stevens y Alvin Ung, Taking Your Soul to Work [Lleva tu alma al trabajo] (Grand Rapids: Eerdmans, 2010).