Espigar (Levítico 19:9-10)
Aunque los métodos antiguos para cosechar no eran tan eficientes como los actuales, Levítico 19:9-10 instruye a los israelitas a que hagan el proceso aún menos eficiente. Primero, no debían cosechar el grano que creciera en los últimos rincones de sus campos. Parece que el dueño del terreno podía determinar la amplitud de este espacio. Segundo, no debían recoger el producto que caía al suelo. Esto aplicaba cuando el recolector tomaba un manojo de tallos y los cortaba con la hoz, igual que cuando las uvas caían de un racimo que era cortado de la vid. Tercero, ellos debían recolectar sus viñedos solo una vez y posiblemente tomar solo las uvas maduras, dejando las de maduración tardía para los pobres y los inmigrantes que vivían entre ellos.[1] Estas dos categorías de personas —los pobres y los extranjeros residentes— no poseían tierras, por lo que eran dependientes de su trabajo manual para conseguir el alimento. Las leyes que beneficiaban a los pobres eran comunes en el Cercano Oriente antiguo, pero solo las regulaciones de Israel extendían este trato a los residentes extranjeros. Esta era una forma más en la que el pueblo de Dios debía distinguirse de las naciones a su alrededor. Otros textos especifican a la viuda y el huérfano como miembros de esta categoría (otras referencias bíblicas de la práctica de espigar se encuentran en Éx 22:21-27; Dt 24:19-21; Jue 8:2; Rut 2:17-23; Job 24:6; Is 17:5-6; 24:13; Jer 6:9, 49:9; Abd 1:5; Miq 7:1).
Podríamos clasificar la práctica de espigar como una expresión de compasión o justicia, pero de acuerdo con Levítico, permitirle a otros espigar en sus propiedades es un fruto de santidad. Lo hacen porque Dios dice, “Yo soy el Señor vuestro Dios” (Lv 19:10). Esto resalta la distinción entre esta práctica y los actos de caridad. Al hacer un acto de caridad, las personas proveen algo voluntariamente para quienes lo necesitan. Esto es algo bueno y noble, pero no es de lo que habla Levítico. Espigar es un proceso en el que los dueños de los terrenos tienen la obligación de darle acceso a las personas pobres y marginadas a los medios de producción (en Levítico, la tierra) para que ellos mismos la trabajaran. A diferencia de la caridad, esto no depende de la generosidad de los dueños de las tierras. En este sentido, era más similar a un impuesto que a una contribución de caridad. Otra diferencia con la caridad es que no se entregaba algo directamente, sino que por medio de la práctica de espigar, los pobres conseguían su sustento de la misma forma en la que lo hacía el dueño de las tierras, trabajando el campo por sí mismos. Era simplemente un mandato de que todos tuvieran el derecho de acceder al medio de provisión creado por Dios.
Puede que no sea fácil discernir en las sociedades contemporáneas cómo aplicar los principios de la práctica de espigar. No cabe duda de que en muchos países se necesita una reforma agraria para que la tierra esté disponible de forma segura para los campesinos, en vez de estar controlada por funcionarios caprichosos del gobierno o propietarios que las obtuvieron de forma deshonesta. En economías más industrializadas y basadas en el conocimiento, la tierra no es el principal factor de producción. Puede que lo que necesiten los pobres para ser productivos sea acceso a la educación, al capital, al producto y a los mercados de trabajo, sistemas de transporte y leyes y normas no discriminatorias. Es necesario que las soluciones surjan de diferentes partes de la sociedad, ya que tanto los cristianos como no cristianos tienen la misma capacidad de determinar las medidas más efectivas. Indudablemente, Levítico no contiene un sistema diseñado para las economías actuales, pero el sistema del proceso de espigar en el libro sí expone la obligación de los dueños de activos productivos de asegurar que las personas marginadas tengan la oportunidad de trabajar para sustentarse. No es posible que un solo dueño pueda proveer oportunidades para todos los desempleados o subempleados, por supuesto, igual que era imposible para un agricultor en el antiguo pueblo de Israel darle la oportunidad de espigar a toda la región. No obstante, los dueños deben ser quienes proporcionan oportunidades de trabajo. Tal vez los cristianos en general también estamos llamados a apreciar el servicio que hacen los dueños de los negocios en su rol como creadores de empleos en sus comunidades.
(para más información sobre el proceso de espigar en la Biblia, ver "Éxodo 22:21-27" en Éxodo y el Trabajo que se encuentra anteriormente, y "Rut 2:17-23" en Rut y el Trabajo).
Jacob Milgrom, Leviticus 1-16, (New Haven: Yale University Press, 1998), 225.