¿Quién es mi prójimo? (Levítico 19:33-34)
Levítico enseña que los israelitas no debían “oprimir” a los extranjeros residentes (Lv 19:33) (el mismo verbo hebreo aparece en Lv 25:17, “no os hagáis mal uno a otro”). El mandato continúa, “El extranjero que resida con vosotros os será como uno nacido entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto; Yo soy el Señor vuestro Dios” (Lv 19:34). Este versículo es un ejemplo particularmente importante de la conexión inquebrantable en Levítico entre la fuerza moral de la ley (“amar al extranjero como a uno mismo”) y el propio ser de Dios, “Yo soy el Señor vuestro Dios”. Ustedes no oprimen a los extranjeros porque pertenecen a un Dios que es santo.
Los extranjeros residentes, junto con las viudas y los pobres (ver Lv 19:9-10 anteriormente), representan a los forasteros de escaso poder. En los trabajos actuales, las diferencias de poder no surgen únicamente de las diferencias de nacionalidad y género, sino de muchos otros factores. Sea cual sea su causa, en la mayoría de trabajos se desarrolla una jerarquía de poder conocida por todos, incluso si no se reconoce abiertamente. A partir de Levítico 19:33-34, podemos concluir que los cristianos debemos tratar a otras personas de forma justa en los negocios como una expresión de adoración genuina a Dios.