Trato justo de los trabajadores (Levítico 19:13)
“No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. El salario de un jornalero no ha de quedar contigo toda la noche hasta la mañana” (Lv 19:13). Las personas que trabajaban por días eran por lo general las más pobres, las que no tenían tierras propias para cultivar. Ellos dependían del pago inmediato por su trabajo y por esto necesitaban recibir su salario al final de cada día (cf. Dt 24:14-15). En la actualidad vemos una situación similar cuando los empleadores tienen la capacidad de imponer los términos y condiciones del trabajo, aprovechándose de las vulnerabilidades de los trabajadores. Esto ocurre, por ejemplo, cuando los empleados son presionados para que apoyen a los candidatos políticos favoritos de sus jefes o los trabajadores que deben continuar su labor después del final de la jornada. Estas prácticas son ilegales en casi todo lugar, pero desafortunadamente siguen siendo comunes.
Una situación más controversial es la de los trabajadores por días que no tienen los documentos para ser empleados legales. Esto ocurre en todo el mundo y aplica para los refugiados, personas desplazadas internas de un país, ciudadanos rurales que no tienen permisos urbanos de residencia, inmigrantes ilegales, niños de menor edad a la requerida para tener un empleo legal, y otros. Tales personas trabajan con frecuencia en agricultura, en los jardines, en trabajos a destajo, servicio alimenticio y proyectos pequeños, además de ocupaciones ilegales. Ya que tanto empleadores como empleados están actuando al margen de la ley, no hay protección para los trabajadores por medio de contratos laborales y regulaciones gubernamentales. Los empleadores pueden aprovecharse de su situación y pagarles a los trabajadores menos de lo legal por hora, negarles beneficios y ofrecer condiciones de trabajo peligrosas o deficientes. Los empleados pueden ser objeto de abuso o acoso sexual. En muchos casos, están completamente a merced del empleador. ¿Es legítimo que los empleadores los traten de esta manera? Seguramente no.
Pero, ¿qué si las personas en estas situaciones toman trabajos precarios aparentemente de forma voluntaria? En muchos lugares, las personas indocumentadas trabajan en jardines, tiendas de suministros, mercados agrícolas y otros lugares concurridos. ¿Es correcto darles empleo? Si lo es, ¿es responsabilidad del empleador proveer lo mismo que los trabajadores legales tienen por derecho, tal como el salario mínimo, beneficios de salud, pagos de planes de jubilación, subsidio por enfermedad e indemnización por despido? ¿Los cristianos debemos ser estrictos acerca de la legalidad del empleo, o debemos ser flexibles porque la legislación no se ha puesto al corriente con la realidad? Es inevitable que los cristianos serios difieran en sus conclusiones al respecto y es difícil justificar una solución única. Cualquiera que sea la forma en la que un cristiano procese estas cuestiones, Levítico nos recuerda que la santidad (y no la conveniencia práctica) debe estar en el centro de nuestro pensamiento. La santidad en temas laborales surge de un interés por las necesidades de los trabajadores más vulnerables.