Los sacrificios de Israel (Levítico 1-10)
El libro de Levítico comienza con las normas para los sacrificios de Israel, expresadas desde dos perspectivas. La primera es la de los laicos, que traen el sacrificio y participan en su ofrenda (capítulos 1 al 5). La segunda es la de los sacerdotes, quienes oficiaban los sacrificios (capítulos 6 al 7). A continuación vemos cómo se ordenaban los sacerdotes y comenzaban su ministerio en el tabernáculo (capítulos 8 al 9), seguido de más reglas para los sacerdotes que se presentan cuando Dios les quita la vida a los sacerdotes Nadab y Abiú por infringir el mandato de Dios sobre sus responsabilidades rituales (capítulo 10). No se debe suponer que este material solo muestra ritos vacíos e irrelevantes para el mundo del trabajo moderno. En cambio, debemos ver la forma en la que el pueblo de Israel enfrentaba sus problemas con el fin de descubrir cómo nosotros, el pueblo en Cristo, podemos enfrentar los nuestros, incluyendo los retos que encaramos en los negocios y el trabajo.
La morada de Dios en la comunidad (Levítico 1-10)
Regresar al Índice Regresar al ÍndiceEl propósito del sacrificio no era simplemente solucionar los errores ocasionales de pureza. La palabra hebrea para la “ofrenda” de un sacrificio significa literalmente “traer(lo) cerca”. Traer un sacrificio cerca al santuario traía al adorador cerca de Dios. El nivel individual del mal comportamiento de la persona no era el problema principal. La impureza trae contaminación, lo que es causado por toda la comunidad, conformada por algunos que han cometido pecados descarados o involuntarios junto con la mayoría silenciosa que ha permitido que los malvados florezcan allí. El pueblo asume la responsabilidad colectiva por la sociedad corrupta y por tanto, le da razones legítimas a Dios para que salga de Su santuario, lo que equivale a la destrucción de la nación.[1] El objetivo de aquellos que llaman a Jesús “Emanuel” (“Dios con nosotros”) sigue siendo acercarse a Dios. El tema de la morada de Dios en medio de Su pueblo es realmente importante.
En su trabajo, los cristianos deben ir más allá de solo buscar consejos piadosos para encontrar lo que el mundo define como “éxito”. Estar conscientes de que Dios es santo y que desea morar en el centro de nuestras vidas cambia nuestra inclinación del éxito a la santidad, en el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer. Esto no significa realizar actividades religiosas en el trabajo, sino hacer todo nuestro trabajo como si Dios fuera quien nos lo encargara. El trabajo no es principalmente el medio para disfrutar el fruto de nuestra labor, sino una forma de experimentar la presencia de Dios. Así como los sacrificios de Israel eran un “aroma agradable” para el Señor (en Lv 1:9 y dieciséis veces más), Pablo llamó a los cristianos a “que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo” (Col 1:10), “Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios” (2Co 2:15).
En nuestros trabajos, ¿cuál sería el resultado de preguntarnos algo fundamental como “en qué formas podría ser este un lugar para la santa presencia de Dios”? ¿En nuestro lugar de trabajo se anima a las personas a expresar lo mejor que Dios les ha dado? ¿Es un lugar que se caracteriza por el trato justo para todos? ¿Protege a los trabajadores contra cualquier daño? ¿Produce bienes y servicios que ayudan a la comunidad a prosperar más abundantemente?.
Jacob Milgrom, Leviticus: A Book of Ritual and Ethics, A Continental Commentary [Levítico: un libro de ritual y ética, un comentario continental] (Minneapolis: Fortress Press, 2004), 15.
Todo el pueblo de Dios participa del trabajo (Levítico 1-10)
Regresar al Índice Regresar al ÍndiceLevítico une las perspectivas de dos grupos que con frecuencia estaban en contra: los sacerdotes y el pueblo. Su propósito es unir a todo el pueblo de Dios, sin importar las diferencias de estatus. En los lugares de trabajo actuales, ¿cómo debemos manejar los cristianos las ofensas entre otras personas sin importar sus riquezas o su posición en la compañía? ¿Toleramos abusos de poder cuando los resultados parecen favorables para nuestra carrera profesional? ¿Participamos juzgando compañeros de trabajo, chismeando o murmurando, o insistimos en llevar los reclamos a los sistemas imparciales? ¿Le ponemos atención al daño que hacen el matoneo y el favoritismo en el trabajo? ¿Fomentamos una cultura positiva, promovemos la diversidad y construimos una organización saludable? ¿Facilitamos la comunicación abierta y confiable, minimizamos la politiquería clandestina y procuramos un mejor desempeño? ¿Creamos una atmósfera en donde las ideas surgen y se exploran, y se ponen las mejores en acción? ¿Nos concentramos en el crecimiento sostenible?
Los sacrificios de Israel no trataban únicamente las necesidades religiosas del pueblo, sino también las psicológicas y emocionales, abarcando así el todo de la persona y de la comunidad. Los cristianos entendemos que los negocios tienen propósitos que por lo general no son de naturaleza religiosa, y también sabemos que las personas no equivalen a lo que hacen o producen. Esto no reduce nuestro compromiso de trabajar y ser productivos, sino que nos recuerda que como Dios nos adoptó con Su perdón, tenemos más razones que otros para ser considerados, justos y bondadosos con todos (Lc 7:47; Ef 4:32; Col 3:13).
La importancia de la ofrenda por la culpa (Levítico 6:1-7)
Regresar al Índice Regresar al ÍndiceCada ofrenda de un sacrificio de Israel es importante, pero la ofrenda por la culpa (también conocida como el sacrificio de restitución) tiene una característica especial que la hace particularmente relevante para el mundo del trabajo. La ofrenda por la culpa de Levítico es la semilla de la doctrina bíblica del arrepentimiento[1] (Nm 5:5-10 es un pasaje paralelo). De acuerdo con Levítico, Dios exigía ofrendas cada vez que una persona engañara a otra respecto a un depósito o algo que se le hubiera confiado, cuando cometiera un robo o fraude, mintiera acerca de una propiedad perdida que fue encontrada o jurara falsamente acerca de algo (Lv 6:2-3). No era una sanción impuesta por un tribunal judicial, sino una restitución que ofrecía un infractor que eludió las consecuencias de su delito, pero que después se sintió culpable y decidió presentar una ofrenda al reconocer su culpa (Lv 6:4-5). El fundamento de la ofrenda por la culpa es el arrepentimiento del pecador, no el enjuiciamiento por parte de las autoridades.
Con frecuencia, tales pecados se habrían cometido en el contexto del comercio o de otros trabajos. La ofrenda por la culpa llama al pecador arrepentido a que regrese lo que tomó de manera ilícita junto con un veinte por ciento más (Lv 6:4-5). Solo después de resolver el tema en el plano terrenal, el pecador podía recibir el perdón de Dios al entregarle un animal al sacerdote para el sacrificio (Lv 6:6-7).
La ofrenda por la culpa enfatiza de manera excepcional varios principios acerca de la sanación de relaciones personales que han sido afectadas por el abuso financiero.
- Para reparar el agravio no es suficiente una simple disculpa ni la completa restitución por lo que fue tomado. Así mismo, se agregó algo similar al concepto actual de las sanciones punitivas, pero a diferencia de estas, en las ofrendas por la culpa los infractores asumían voluntariamente parte del daño, compartiendo así el sufrimiento que le causaron a la víctima.
- Hacer todo lo necesario para corregir un agravio contra otra persona es bueno no solamente para la víctima, sino también para el transgresor. La ofrenda por la culpa reconoce el tormento que embarga la conciencia de quienes reconocen su crimen y sus efectos perjudiciales, y proporciona una forma en la que el culpable puede lidiar con el tema de mejor manera, lo que trae cierta conclusión y paz. Esta ofrenda expresa la misericordia de Dios en que el dolor y el daño se neutralizan para que no se agraven y estallen en violencia o en ofensas más graves. También anula la necesidad de la víctima (o de la familia de la víctima) de tomar el tema en sus propias manos para exigir restitución.
- Ninguna parte del trabajo expiatorio de Jesús en la cruz libera al pueblo de Dios hoy día de la necesidad de la restitución. Jesús les enseñó a Sus discípulos, “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23-24). Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos es una parte fundamental de los requerimientos de la ley (Lv 19:18 citado en Ro 13:9), y la restitución es una expresión esencial de cualquier clase genuina de amor. Jesús le otorgó la salvación a Zaqueo, el recaudador de impuestos rico, quien ofreció más restitución de la que exigía la ley, poniéndolo como ejemplo de aquellos que realmente entendieron el perdón (Lc 19:1-10).
- Las palabras de Jesús en Mateo 5:23-24 también nos enseñan que un aspecto esencial de hacer las cosas correctamente con Dios y vivir en paz en cuanto sea posible, es hacer lo que esté a nuestro alcance para reconciliarnos con los demás. Recibir el perdón de Dios va más allá, pero no reemplaza, la restitución de quienes hemos perjudicado (cuando sea posible). En respuesta al perdón de Dios, nuestros corazones se mueven a hacer todo lo que podamos para revertir el daño que le hayamos causado a otros. Pocas veces tendremos la capacidad de deshacer completamente el daño que causa nuestro pecado, pero el amor de Cristo nos impulsa a hacer todo lo que podamos.
La ofrenda por la culpa es un gran recordatorio de que Dios no ejerce su derecho del perdón a expensas de las personas perjudicadas por nuestros malos actos. Él no nos ofrece la liberación psicológica de nuestra culpa para sustituir de forma barata la reparación del daño y el dolor que hemos causado.
Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 [Levítico 1-16] (New Haven: Yale University Press, 1998), 345.