Una trabajadora confiable es honesta
La honestidad es otro aspecto fundamental de la confiabilidad. Es tan importante que un proverbio equipara la verdad con la sabiduría misma. “Compra la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia” (Prov 23:23). La honestidad consiste tanto en decir la verdad como en actuar honradamente.
Palabras honestas
El capítulo 6 contiene una lista reconocida de siete cosas que Dios odia y dos de las siete son formas de deshonestidad: la “lengua mentirosa” y “un testigo falso que dice mentiras” (Prov 6:16-19). La importancia de decir la verdad se nos recuerda constantemente a lo largo del libro de Proverbios.
Escuchad, porque hablaré cosas excelentes, y con el abrir de mis labios rectitud. Porque mi boca proferirá la verdad, abominación a mis labios es la impiedad. (Prov 8:6-7)
El testigo veraz salva vidas, pero el que habla mentiras es traidor. (Prov 14:25)
Conseguir tesoros con lengua mentirosa es un vapor fugaz, es buscar la muerte. (Prov 21:6)
El testigo falso no quedará sin castigo, y el que cuenta mentiras no escapará. (Prov 19:5)
No seas, sin causa, testigo contra tu prójimo, y no engañes con tus labios. (Prov 24:28)
El que oculta el odio tiene labios mentirosos, y el que esparce calumnia es un necio. En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, mas el que refrena sus labios es prudente. (Prov 10:18-19)
El que habla verdad declara lo que es justo, pero el testigo falso, falsedad. Hay quien habla sin tino como golpes de espada, pero la lengua de los sabios sana. Los labios veraces permanecerán para siempre, pero la lengua mentirosa, sólo por un momento. Hay engaño en el corazón de los que traman el mal, y gozo en los consejeros de paz. (Prov 12:17-20)
Los labios mentirosos son abominación al Señor, pero los que obran fielmente son Su deleite. (Prov 12:22)
Como maza y espada y aguda saeta es el hombre que levanta falso testimonio contra su prójimo. (Prov 25:18)
El que odia, disimula con sus labios, mas en su corazón acumula engaño. Cuando su voz sea agradable, no lo creas, pues hay siete abominaciones en su corazón. (Prov 26:24-25)
Aunque la Biblia tolera las mentiras y el engaño en algunas circunstancias inusuales (por ejemplo, Rahab la prostituta en Jos 2:1-6, las parteras de las hebreas cuando le mienten a Faraón en Éx 1:15-20, y David cuando le miente al sacerdote en 1S 21:1-3), Proverbios prohíbe la mentira o el engaño en la vida diaria y el trabajo. La cuestión no es solamente que mentir sea incorrecto, sino también que decir la verdad es esencial. Nos cuidamos de mentir, no tanto porque haya una regla en contra, sino porque al vivir maravillados por Dios, amamos la verdad.
La mentira es destructiva y a la larga lleva al castigo y la muerte.[1] No solo se nos advierte que evitemos el engaño, sino también que seamos cuidadosos con los engañadores a nuestro alrededor. No debemos dejarnos llevar por sus mentiras. Aquí reconocemos que podemos estar propensos a creer las mentiras que escuchamos. De forma similar al chisme (que normalmente es una mentira disfrazada de verdad), encontramos que una mentira nos permite ser parte del círculo de las personas que la conocen y eso nos gusta. O encontramos que en nuestra propia perversidad, queremos creer la mentira. Sin embargo, los proverbios nos advierten firmemente que nos alejemos de aquellos que mienten. Un lugar de trabajo en donde solo se habla la verdad (en amor, ver Ef 4:15) es utópico, pero Dios nos llama a ser de los que evitan la lengua mentirosa.
Aunque podemos pensar que la mentira y la deshonestidad son pecados individuales, las organizaciones también pueden desarrollar una cultura de deshonestidad. Sus prácticas de negocios, su publicidad, incluso su identidad de marca pueden estar basadas en el engaño. Además, en todos los niveles de la organización, las personas son propensas a mentir. Un trabajador miente en su tarjeta de asistencia. Un gerente modifica con engaños un reporte de gastos. Un agente hipotecario confunde a un cliente con la información que le da acerca de los términos del contrato. Un rector mejora los resultados de las pruebas de su escuela cambiando las respuestas de los estudiantes en las pruebas estandarizadas que administra. Por el contrario, algunas organizaciones desarrollan culturas fuertes de honestidad. Una forma poderosa de desarrollar una cultura de honestidad es que los líderes reconozcan públicamente sus errores y asuman su responsabilidad. Esto reafirma el mensaje de que decir la verdad es más importante que mantener una imagen perfecta.
Casi la mitad de los proverbios que tratan acerca de decir la verdad prohíben particularmente el falso testimonio, haciendo eco del noveno mandamiento (Éx 20:16). Si engañar a otros en general no es piadoso, entonces falsificar un relato acerca de las acciones de alguien más es un crimen que “no quedará sin castigo” (Prov 19:5). El falso testimonio implica agredir directamente a una persona inocente. Sin embargo, esta puede ser la forma más común de mentir en el trabajo, quizá después de la publicidad engañosa. Mientras que la publicidad falsa está dirigida a personas externas (los clientes), que probablemente son cautelosos con las estrategias de ventas y por lo general tienen otras fuentes de información, un testimonio falso es un ataque a un compañero de trabajo y es probable que se acepte sin escepticismo dentro de la organización. Este se da cuando tratamos de pasar la culpa o el crédito dando información errónea acerca de los roles y las acciones de otros. No solo afecta a los responsables de las acciones que comentamos incorrectamente, sino a toda la organización, ya que una entidad que no puede entender con precisión las razones de sus éxitos y fracasos presentes, no será capaz de hacer los cambios necesarios para mejorar y adaptarse. Es como dispararle a alguien en un submarino: no solo hiere a la víctima sino que también hunde el submarino y hace que se ahogue toda la tripulación.
Para más información acerca de la honestidad, ver Verdad y engaño en www.teologiadeltrabajo.org
Acciones honestas
Así como las palabras, las acciones también pueden ser verdaderas o falsas. “El hombre justo aborrece la mentira; el malvado se hace odioso y despreciable.” (Prov 13:5 NVI, énfasis agregado). La acción deshonesta más sobresaliente en los proverbios es el uso de pesas y medidas falsas. “El peso y las balanzas justas son del Señor; todas las pesas de la bolsa son obra Suya” (Prov 16:11). En cambio, “La balanza falsa es abominación al Señor, pero el peso cabal es Su deleite” (Prov 11:1). “Pesas desiguales son abominación al Señor, y una balanza falsa no es buena” (Prov 20:23). Las pesas y medidas falsas engañan al cliente acerca del producto que se le está vendiendo. Algunos ejemplos de esta clase de deshonestidad son etiquetar mal un artículo, disminuir la calidad pactada, representar incorrectamente su origen y claramente, falsificar con descaro la cantidad. Tales prácticas son abominación para Dios. En cambio, el acto simple de medir correctamente es un deleite para el Señor. A Él en realidad le agrada que las personas desarrollen prácticas honestas de negocios.
Existen razones prácticas por las cuales se debe actuar honestamente. A corto plazo, puede que los actos deshonestos produzcan mayores ingresos, pero a largo plazo, los clientes lo descubrirán y decidirán terminar los negocios. Con todo, en última instancia, el temor del Señor es el que nos encauza, incluso cuando creemos que podemos salirnos con la nuestra siendo deshonestos en términos humanos. “Pesas desiguales y medidas desiguales, ambas cosas son abominables al Señor” (Prov 20:10).
Aparte de las medidas y pesas falsas, hay otras formas de ser deshonestos en el trabajo. Un ejemplo del Antiguo Testamento se refiere a la tenencia de tierras, la cual era certificada con señales de fronteras. Una persona deshonesta podía modificar sigilosamente esas fronteras para ampliar su propiedad a costa de su vecino. Los proverbios condenan los actos deshonestos como este. “No muevas el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos, porque su Redentor es fuerte; Él defenderá su causa contra ti” (Prov 23:10-11). Este proverbio conecta la deshonestidad con sus consecuencias. La deshonestidad no causa daño solamente en lo referente a la información (tal como engañar a las personas para que crean algo incorrecto), sino que también causa daño material (tal como el robo de propiedades al mover una señal de frontera). Los proverbios no enumeran todas las clases de actos deshonestos que podrían hacerse en el antiguo pueblo de Israel, mucho menos en nuestro mundo hoy día, pero establecen el principio de que los actos deshonestos son tan abominables para el Señor como las palabras deshonestas.
¿Cómo luce la deshonestidad —tanto de palabra como de hecho— en el lugar de trabajo actual? Si recordamos que la honestidad es una característica de la confiabilidad, entonces el criterio de la honestidad se mide al plantear, “¿las personas pueden confiar en lo que yo digo y hago?” en vez de “¿esto es verdad técnicamente?” Hay formas de dañar la confianza sin cometer un fraude directo. Los contratos se pueden alterar para beneficiar injustamente a la parte que tiene a los abogados más sofisticados. Los artículos se pueden describir en términos engañosos, como por ejemplo diciendo que un alimento “incrementa la energía”, cuando en realidad significa que “contiene calorías”. Al final, de acuerdo con los proverbios, Dios defenderá la causa de aquellos que fueron engañados de esta manera y no tolerará estos actos (Prov 23:11). Mientras tanto, los trabajadores sabios —es decir, piadosos— evitan este tipo de prácticas.
Los proverbios regresan una y otra vez al tema de la honestidad. “La integridad de los rectos los guiará, mas la perversidad de los pérfidos los destruirá” (Prov 11:3). “El pan obtenido con falsedad es dulce al hombre, pero después su boca se llenará de grava” (Prov 20:17). Un proverbio curioso apunta a otra forma de engaño: “Malo, malo, dice el comprador, pero cuando se marcha, entonces se jacta” (Prov 20:14). Denigrar deliberadamente de un producto que queremos con el fin de pagar menos y después regodearnos por nuestra “ganga” también es una forma de deshonestidad. En el mundo del regateo entre los compradores y vendedores conocedores, esta práctica puede ser más un entretenimiento que un abuso. Sin embargo, en su disfraz moderno de astucia —como cuando un candidato político trata de convencer a los votantes de habla inglesa de que será estricto con el tema de la inmigración, cuando al mismo tiempo trata de convencer a los votantes hispanos de lo contrario— revela la fraudulencia detrás de la representación intencionalmente errada de la realidad.
En términos más generales, Proverbios 20:14 recomienda la negociación honesta en vez del engaño por medio del regateo. El promotor inmobiliario Jack van Hartesvelt describe la diferencia: “Esta es la forma en la que funciona [la negociación] generalmente. Si yo quiero recibir un pago del tres por ciento, debo decirle a la otra parte que exijo el cuatro por ciento, sabiendo que ellos tendrán que convencerme que tome el tres por ciento para sentir que ‘ganaron’. Toda la negociación se basa en una mentira”. Él dice que después de muchos años de hacer negocios de esta manera, descubrió que en realidad es más beneficioso negociar honestamente, para que ambas partes puedan trabajar juntas y encontrar una solución que traiga un beneficio mutuo.
Ver M. Scott Peck, People of the Lie: The Hope for Healing Human Evil [El pueblo de la mentira: la esperanza de la sanación de la maldad humana], 2ª ed. (Nueva York: Touchstone, 1998).