La trabajadora sabia guarda su lengua
La mujer valiente cuida lo que dice y cómo habla. Los proverbios nos recuerdan que “El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de angustias” (Prov 21:23). Algunas veces, de forma curiosa, también nos recuerdan que “Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio, cuando cierra los labios, por prudente” (Prov 17:28).
Existen más proverbios acerca de la lengua que de cualquier otro tema (ver Prov 6:17, 24; 10:20, 31; 12:18-19; 15:2, 4; 16:1; 17:4, 20; 18:21; 21:6, 23; 25:15, 23; 26:28; 28:23; además de Prov 31:26). Una lengua justa y gentil trae sabiduría (Prov 10:31), sanación (Prov 12:18), conocimiento (Prov 15:2), vida (Prov 15:4; 18:21) y la palabra del Señor (Prov 16:1). Una lengua perversa y descuidada derrama sangre inocente (Prov 6:17), quebranta el espíritu (Prov 15:4), fomenta el mal (Prov 17:4), trae calamidad (Prov 17:20), problemas (Prov 21:23) e ira (Prov 25:23), quebranta los huesos (Prov 25:15), causa ruina (Prov 26:28) y llega a “buscar la muerte” (Prov 21:6).
De alguna forma, la comunicación es una parte integral de casi todos los trabajos. Además, la conversación casual en el trabajo puede mejorar las relaciones laborales o deteriorarlas. ¿Qué enseñan los proverbios acerca del uso sabio de la lengua?
La Trabajadora Sabia Evita El Chisme
¿Realmente el chisme es un problema en el lugar de trabajo o es meramente una charla inocente? Los proverbios apuntan a este peligro. “El que anda murmurando revela secretos, por tanto no te asocies con el chismoso” (Prov 20:19). El chisme causa conflictos. “Los labios del necio provocan contienda, y su boca llama a los golpes. La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su alma. Las palabras del chismoso son como bocados deliciosos, y penetran hasta el fondo de las entrañas” (Prov 18:6-8). “Por falta de leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, se calma la contienda. Como carbón para las brasas y leña para el fuego, así es el hombre rencilloso para encender contiendas” (Prov 26:20-21). “El hombre indigno urde el mal, y sus palabras son como fuego abrasador. El hombre perverso provoca contiendas, y el chismoso separa a los mejores amigos” (Prov 16:27-28). El chisme es una violación de la confianza, la virtud que es el fundamento de una persona sabia. “El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio. El que anda en chismes revela secretos, pero el de espíritu leal oculta las cosas” (Prov 11:12-13).
El chisme sitúa a otras personas en un lugar de cuestionabilidad, levantando dudas acerca de su integridad o de la validez de una decisión. El chisme proyecta el mal en las motivaciones de alguien más, mostrándose de este modo como un hijo del padre de la mentira. El chisme toma las palabras fuera de contexto, representa de forma incorrecta las intenciones del hablante, revela lo que debería haberse quedado en secreto e intenta elevar al chismoso a costa de otras personas que no están presentes para defenderse a sí mismas. No es difícil ver lo destructivo que puede ser el chisme en el lugar de trabajo. Ya sea que sitúe un signo de interrogación sobre la reputación de una persona, el valor de un proyecto o la posición que toma un superior, la sombra de tales palabras hace que todos alrededor del chismoso se vuelvan más precavidos y tengan sospechas. Esto no ayuda sino que crea división entre los trabajadores, ya sea en una oficina, en una fábrica o en el lugar de reunión de los ejecutivos. Es entendible que Pablo incluyera el chisme en la lista de pecados que son abominación para Dios (Ro 1:29).
La trabajadora sabia habla con bondad, no con ira
La mujer valiente “abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua” (Prov 31:26). A nadie le agrada ser el receptor de una explosión de ira, así que es fácil reconocer el peligro que se destaca en varios proverbios: “La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira” (Prov 15:1). “La discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa” (Prov 19:11). “El hombre irascible suscita riñas, pero el lento para la ira apacigua contiendas” (Prov 15:18). “Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad” (Prov 16:32).
La belleza de estos proverbios es que también proveen una imagen de la persona que puede tratar correctamente con la ira. Nosotros deberíamos estar “enojados” (indignados moralmente) en contra del pecado, pero no debemos permitir que nuestra “ira” (furia) nos controle. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Ef 4:26), La persona sabia da una respuesta suave, pasa por alto una ofensa y calma las contiendas. La “enseñanza de bondad” está en la lengua de la mujer valiente. Tales personas son “mejores que el poderoso”. En el lugar de trabajo, estas personas son esenciales cuando se incrementan los disgustos o cuando sale a relucir el temperamento fuerte de alguien más.[1] Como seguidores de Jesucristo, podemos vivir a partir del fruto del Espíritu de Dios cuando controlamos nuestra lengua, no solo evitando hablar palabras de enojo, sino también siendo una influencia que trae paz en un lugar en donde puede haber contiendas.
La trabajadora sabia bendice a otros
Las bendiciones de una lengua sabia se encuentran en el hecho de que “como manzanas de oro en engastes de plata es la palabra dicha a su tiempo. Como pendiente de oro y adorno de oro fino es el sabio que reprende al oído atento” (Prov 25:11-12). Es probable que estemos rodeados de compañeros de trabajo ansiosos, y una buena palabra puede ser justo lo que necesitan. “La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, mas la buena palabra lo alegra” (Prov 12:25). Estamos listos para dar una buena palabra porque “la lengua apacible es árbol de vida” (Prov 15:4). Verdaderamente, “muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto” (Prov 18:21).
En el lugar de trabajo electrónico actual, la “lengua” no solo se limita a las palabras audibles. El chisme, las mentiras y las palabras de ira pueden viajar a la velocidad de la luz por medio de correos electrónicos y redes sociales. Estamos llamados a tener discernimiento, reconocer que la muerte y la vida en realidad están en las palabras que usamos con o en contra de otros en el lugar de trabajo.
Para más información sobre este tema, ver Ronald A. Heifetz y Martin Linsky, Leadership on the Line: Staying Alive Through the Dangers of Leading [Liderazgo sin límites: Manual de supervivencia para managers] (Boston: Harvard Business Review Press, 2002), especialmente el capítulo 5, “Orchestrate the Conflict” [Orquestar el conflicto].