La autoridad (Salmo 8)
El Salmo 8 es una excepción en el Libro 1, ya que no pertenece específicamente a David. Su interés está en toda la autoridad humana, no solo en el gobierno de David. Aunque Dios creó todo el universo (Sal 8:1-3), decidió designar seres humanos para que gobiernen la creación (Sal 8:5-8). Este es un llamado de altura. “¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronas de gloria y majestad! Tú le haces señorear sobre las obras de tus manos; todo lo has puesto bajo sus pies” (Sal 8:5-6). Cuando ejercemos la autoridad y el liderazgo, lo hacemos como delegados de Dios. Nuestro mandato no puede ser arbitrario o egoísta, sino que debe cumplir los propósitos de Dios. Algunos de estos propósitos principales son cuidar a las criaturas de la tierra (Sal 8:7-8) y proteger a los débiles y los vulnerables, especialmente a los niños (Sal 8:2).
Si adquirimos una posición de autoridad en el trabajo, es tentador ver nuestro lugar como una recompensa por el trabajo duro o por la inteligencia y aprovechar la autoridad para obtener una ganancia personal. Es cierto que debemos rendir cuentas a nuestros superiores, a las juntas directivas, administradores, electores o cualquier forma terrenal de gobierno para la cual servimos, pero no es suficiente. También debemos rendirle cuentas a Dios. Por ejemplo, los líderes políticos, tienen el deber de prestar atención a lo que dice la ciencia ambiental y económica cuando consideran la política energética, sea que concuerde o no con los vientos políticos actuales. De forma similar, los líderes de negocios están llamados a anticipar y prevenir el daño potencial a los niños —ya sea físico, mental, cultural o espiritual— que pueden causar sus productos y servicios. Esto no solo aplica para los juguetes, películas, televisión y alimentos, sino también a la venta minorista, el transporte, las telecomunicaciones y los servicios financieros, entre otros.