Salmo 150
En el último salmo regresa la música como nuestra respuesta a los “hechos poderosos” en los que se basan todas nuestras actividades y el trabajo. Alabar a Dios con trompetas, liras y arpas, panderos, instrumentos de cuerda y flautas, címbalos —sonoros y resonantes— y danza. Este salmo es el clímax de cinco canciones llenas de trabajo y presenta el fin supremo de toda la colección de los salmos, dando la impresión de que la música en realidad es un trabajo importante. Sin embargo, no es solamente la música por sí misma, sino porque nos permite alabar al Señor con más fuerza. Podemos tomar esto tanto literal como metafóricamente. Desde la perspectiva literal, podríamos valorar un poco más de lo habitual la música, la danza y otras artes en la comunidad cristiana, ya que no siempre son bien recibidas la música (a excepción de un pequeño grupo de ciertos géneros) y las artes (que a veces ni se toman en cuenta). O al menos, podríamos valorar un poco más nuestra propia expresión musical y artística. Si no encontramos el tiempo para expresar nuestra propia creatividad artística, ¿es posible que estemos perdiendo el valor de las canciones que Dios pone en nuestros corazones?
De forma metafórica, nos podríamos preguntar si el Salmo 150 nos está invitando a abordar nuestro trabajo como si fuera un tipo de música. Probablemente, a todos nos gustaría disfrutar más armonía en nuestras relaciones, un ritmo más constante de trabajo y descanso, una atención a la belleza de nuestro trabajo y el de las personas con las que trabajamos. ¿Ver la belleza de nuestra labor nos ayudaría a superar los retos laborales, tales como las tentaciones éticas, el aburrimiento, las malas relaciones, la frustración y la baja productividad en momentos? Por ejemplo, imagine que su frustración hacia su jefe hace que se sienta tentado a dejar de hacer bien su trabajo. ¿Le ayudaría ver la belleza de su trabajo más allá de su relación con su jefe? ¿Qué clase de belleza le trae su trabajo al mundo? ¿Qué belleza percibe Dios en lo que usted hace? ¿Es eso suficiente para sostenerlo en tiempos difíciles o para guiarlo a hacer los cambios necesarios en su trabajo o en la manera en la que lo hace?
En cualquier caso, no importa cómo percibimos nuestra labor, ya que el propósito de Dios es que lo alabemos con nuestro trabajo. Los ciento cincuenta salmos de la Biblia cubren todos los aspectos de la vida y el trabajo, desde los terrores más oscuros hasta los anhelos más grandes. Algunos hablan de muerte y desespero y otros hablan de prosperidad y esperanza, pero la conclusión final del libro de los Salmos es la alabanza.
¡Que todo lo que respira alabe al Señor!
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! (Salmos 150:6)