La participación en el trabajo de Dios (Salmos 113)
El Salmo 113 nos dice que “Desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor” (Sal 113:3). ¿Está diciendo que debemos estar en el templo (o en la iglesia) todo el día para alabar al Señor? ¿O propone que todo lo que hagamos, incluyendo nuestro trabajo diario, lo hagamos para alabar al Señor? Desde los versículos 7 al 9, vemos claramente que la segunda opción es la respuesta correcta. “Él levanta al pobre del polvo, y al necesitado saca del muladar, para sentarlos con príncipes” (Sal 113:7-8). Aunque el salmo no nos dice la forma en la que Dios realiza esto, sabemos —igual que el salmista— que por lo general es por medio del trabajo. La oportunidad de tener un trabajo bien remunerado hace que los pobres salgan de la pobreza y a menudo Dios crea tales oportunidades a través del trabajo de Su pueblo —los que trabajan en negocios y crean oportunidades económicas, los que están en el gobierno y aseguran la justicia, los que están en la educación e inculcan las habilidades necesarias para que sus estudiantes consigan buenos empleos. Con su énfasis en levantar al pobre y al necesitado, el Salmo 113 nos llama a que tengamos una vida entera de alabanza práctica para Dios.
Aunque el salmo podría haber nombrado miles de clases de trabajo para ilustrar este punto, selecciona solo uno —el trabajo de dar a luz y criar hijos: “Hace habitar en casa a la mujer estéril, gozosa de ser madre de hijos” (Sal 113:9). Tal vez esto se debe a que en el antiguo pueblo de Israel, no tener hijos prácticamente destinaba a una mujer (y a su esposo) a la pobreza en la vejez. O quizá es por alguna otra razón. De todas formas, nos recuerda dos temas actuales importantes. El más claro es que cuando las madres (y padres) conciben, alimentan, limpian, protegen, juegan, enseñan, entrenan, perdonan y aman a sus hijos, ¡eso toma trabajo! Aun así, muchas madres sienten que nadie —ni siquiera la iglesia— reconoce que lo que ellas hacen es tan valioso como el trabajo de otras personas que reciben un salario. Segundo, la ayuda del Señor para los adultos que no tienen hijos y para los hijos que no tienen padres usualmente viene por medio del trabajo de otras personas. Los profesionales médicos y los trabajadores de bienestar infantil encuentran padres potenciales para los niños que necesitan padres, y permanecen en contacto con las familias para darles la instrucción y supervisión necesaria. Todas las familias dependen del apoyo de una gran comunidad de personas, incluyendo el pueblo de Dios (para más información acerca del trabajo de las familias, ver “El trabajo del matrimonio, la crianza de hijos y el cuidado de los padres” en Salmos 127, 128 y 139 más adelante).