Las virtudes de los que hacen negocios (Salmo 112)
El Salmo 112 declara las bendiciones de Dios sobre aquellos que hacen negocios —prestando, para usar los términos del salmo— de acuerdo con los mandatos de Dios. El salmo dice que, “Bienes y riquezas hay en su casa” y “No temerá recibir malas noticias” (Sal 112:3, 7). Las virtudes que traen tales bendiciones incluyen la clemencia, la compasión, la justicia y la generosidad (Sal 112:4-5). Es probable que la justicia no nos sorprenda. La gente quiere comprar y vender por medio de negocios que sean honestos y justos, así que en general, se puede esperar que esta virtud traiga prosperidad.
Pero, ¿qué hay de la clemencia, la compasión y la generosidad? La clemencia puede requerir que le informemos a un cliente acerca de una solución de menor costo que trae menos ganancias para nosotros o nuestra compañía. La compasión puede llevarnos a darle a un proveedor otra oportunidad luego de que falló en una entrega. La generosidad puede requerir compartir especificaciones con otros en la industria para que puedan hacer productos que interactúen con los nuestros —lo que es bueno para los clientes pero puede crear más competencia para nosotros mismos. ¿El Salmo 112 quiere decir que tales cualidades producen una mayor prosperidad? Aparentemente sí. “Con liberalidad ha dado”, dice el salmo, pero a pesar de eso es más firme, más seguro, estable y a la larga más exitoso que aquellos que no tienen tales virtudes (Sal 112:7-10). El salmo le atribuye esto al Señor (Sal 112:1, 7), pero no dice si se debe a que Él interviene a su favor o a que Él ha creado y sostenido al mundo de tal manera que estas virtudes tienden a traer prosperidad. Tal vez Dios hace ambas.
Entonces, a lo mejor el Señor bendice a los justos dándoles una visión diferente de la prosperidad. El patrimonio y las riquezas están incluidas (Sal 112:3, como se mencionó arriba), pero toda la imagen incluye mucho más que las riquezas. Una descendencia poderosa (Sal 112:2) que los recuerde (Sal 112:6) y los honre (Sal 112:9), relaciones estables (Sal 112:6), paz de corazón (Sal 112:7) y una habilidad de enfrentar el futuro sin temor (Sal 112:8) son igualmente importantes en la perspectiva de Dios de la prosperidad. ¿Es posible que cuando seguimos los mandamientos del Señor en los negocios, no solo cambia nuestra fortuna sino también nuestros deseos? Si pudiéramos desear para nosotros mismos lo que Dios desea para nosotros, ¿no se nos garantizaría encontrar una felicidad que perdura para siempre?